— 187 —
"con el puño cerrado y esperando encontrar al-
gún escondite o bien una misteriosa cavidad.
En todas partes, la pared produjo un ruido
mate.
Púsose entonces a mirar al suelo, y le pareció
que éste tenía una ligera inclinación y que no
estaba tan bien apisonado como el de la cueva
que atravesaron antes.
Se bajó entonces y empezó a revolver la arena
con la mano, y pronto se convenció de que ésta
estaba muy suelta y de que hacía poco la habían
removido.
Desde aquel instante, ya supo a qué atenerse.
Se arrodilló, y haciendo una excavación Con
las dos manos, se puso a echar a un lado la
arena que cubría el centro de la cueva.
El Pastelero le miraba con mucho asombro.
De pronto, las uñas de Timoleón arañaron
una superficie dura y granujienta.
Reconoció en seguida que era una piedra, y
al mismo tiempo, al mirar a todas partes, vió
en un rincón aquel mismo pico de que se sirviera
el frutero la noche anterior.
Lo que quedaba por hacer, era bien poca cosa.
Puso Timoleón al descubierto la piedra que
cubría el in pace, y después con la punta del
pico, apalancó.
Se levantó la piedra y quedó al descubierto el
orificio. :
Hay que confesar que son endiablados—dijo
Timoleón, haciendo alusión a Rocambole y a
sus cómplices.
El Pastelero se arrodilló al borde del pozo y
alumbró el interior de éste, dando vueltas a La,
cerilla.
En el fondo del pozo se veía un cuerpo ten-
dido.