Full text: Los millones de la gitana (4)

e 19) 
puesto que parecía que su muerte era de la vís- 
pera? 
Esa pregunta, que fué la que se hizo el turbado 
espíritu de Gustavo Marión, era la complicación 
completa de aquel enigma espantoso. 
Y mientras tanto la Hermosa Jardinera en pie, 
con mirada centelleante y contrayendo desdeño- 
samente los labios, decía con acento enérgico: 
¡Miradle y fijaos bien! ¡miradle bien! 
El terror hacía castañetear los dientes de Gus- 
tavo Marión. 
Puede que en aquel momento, tuviese más mie- 
do de la mujer que le hablaba, que del muerto 
al que estaba contemplando. 
De pronto le cogió la mano. 
—¡Ahora escuchadme!—le dijo. 
Y su voz tenía como un silbido metálico, mien- 
tras que síu mirada abrasaba los ojos del joven, 
que intentó balbucear algunas palabras, pero sus 
labios no le ayudaron, porque apenas se entre- 
abrieron. 
La Hermosa Jardinera continuó: 
—Desde hace un mes venís todos los días á esta 
casa, con el pretexto de comprarme flores. 
»Desalentado por mi frialdad, sobornasteis á uno 
de mis criados, y gracias á este medio, llegasteis 
hasta esta habitación. 
»0s creísteis que íbais tras una aventura de amor, 
y os encontráis con un cadáver; ¿estáis ya curado? 
Y en la voz de aquella mujer, al decir esto, tras- 
lucíase una ironía cruel 
Observó que no le respondía, y que palpitaba 
bajo la mirada, que hacía estremecer todo su cuer- 
po, y añadió: 
—Si es que queréis llegar á viejo, vais á hacer- 
me un juramento. 
Gustavo Marión fijó en ella una mirada medrosa,
	        
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