Full text: El cementerio de los ajusticiados (4)

II. 4 
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antes, nadaba entre dos aguas, aprovechando la 
obscuridad y haciendo el menor ruido posible. 
; Juan el mendigo le seguía de cerca. 
Era buen nadador y tenía en mucho su presa 
para renunciar sin lucha á ella. 
En medio de las opacas tinieblas que reinaban 
bajo la arcada del puente, empezó una lucha; ver- 
daderamente fantástica. 
Nadabia el Dandy con mucha agilidad y el men- 
he digo le seguía de cerca. 
No se veían el uno al otro, pero se ladivinabarm 
E gracias al ruido que producía el agua al ser agi- 
' tada por ellos. 
Ñ —=Al cabo conseguiré alcanzarte—decía Juan y 
de gritaba en seguida: —¡A mí los de la lancha! 
La lancha había podido detenerse al fin. 
El Dandy entre tanto se deslizaba: como unal 
anguila por entre las embarcaciones amarradas 
y de pronto Juan el mendigo dejó de oirle. 
Había logrado subir á un bote y, mantenerse 
oculto en su fondo. 
* —¡Granuja! ¡Miserable lord! — gritaba Juan al 
que iba entumeciendo el frío.—¡Ya te cogeré! 
En la lancha habían encendido el fanal de popa 
y retrocedía bajando el puente, 
De pronto la claridad del fanal disipó las tinie- 
blas que reinaban bajo el arco y Juan dió un 
grito. Acababa de ver al Dandy de pie en una 
barca. 
—¡Ya te tengo!—exclamó. 
Y en dos brazadas llegó á la embarcación y se 
agarró al borde de ésta. 
El Dandy echó mano á un remo que había en 
el fondo del bote y en el momento que Juan el 
mendigo sacaba el cuerpo fuera del agua, dió un 
grito terrible. El Dandy le había asestado en la 
cabeza un golpe muy fuerte con el remo y las
	        
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