Full text: El cementerio de los ajusticiados (4)

e 172 = 
tes disueltos?—pensó el bueno de lord Wilmot y. 
se llevó el frasco. 
Era aún demasiado temprano para ir á Rothe-. 
rite, 
Al Negar la noche se apoderaba otra vez el mie- 
do de el Dandy. 
Juan el mendigo había muerto, tenía la convic- 
ción de ello, pero vivían los dos policemans que 
le habían entregado á él y á Juan á los marine- 
ros del «Realista» y tal vez estaban de servicio 
á aquellas horas y el Dandy no quiso encontrarse 
luna vez más cara á cara con ellos. 
—Con tal de que vaya á Rotherite á eso de 
las doce, no hace falta más—se dijo. 
Volvióse á la quinta y cambió de nuevo de tra- 
je, poniéndose la blusa marinera, el pantalón an- 
cho, y el sombrero embreado que la linda hija 
del judío Samuel le alquilara la víspera. 
No pensó, empero, tomar pasaje en el vapor 
ómnibus, sino que subió á tun coche y mandó que 
le llevasen al puente de Londres, á la entrada 
de la orilla izquierda. 
Había allí, cerca del monumento, como dicen 
los ingleses que son muy aficionados á las abre- 
viaturas, una taberna que está “abierta noche y. 
día y cuya parroquia la constituían generalmente 
los tratantes de pescado al por mayor que tenían 
almacenes ó casas en el barrio. 
Allí pasó el Dandy el resto de la velada' toman- 
do copitas de ginebra, sherry glober y sandwichs. 
Hasta después de dar las doce, no se decidió 4 
marcharse de la taberna y 
Un tanto trastornado, pero, sin embargo, due- 
ño de su razón, atravesó el puente de Londres, 
se internó al este de Borough y llegó á Rotherite, 
que estaba silencioso y desierto á «aquellas horas. 
De este modo llegó al lado del cementerio Y 
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