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tes disueltos?—pensó el bueno de lord Wilmot y.
se llevó el frasco.
Era aún demasiado temprano para ir á Rothe-.
rite,
Al Negar la noche se apoderaba otra vez el mie-
do de el Dandy.
Juan el mendigo había muerto, tenía la convic-
ción de ello, pero vivían los dos policemans que
le habían entregado á él y á Juan á los marine-
ros del «Realista» y tal vez estaban de servicio
á aquellas horas y el Dandy no quiso encontrarse
luna vez más cara á cara con ellos.
—Con tal de que vaya á Rotherite á eso de
las doce, no hace falta más—se dijo.
Volvióse á la quinta y cambió de nuevo de tra-
je, poniéndose la blusa marinera, el pantalón an-
cho, y el sombrero embreado que la linda hija
del judío Samuel le alquilara la víspera.
No pensó, empero, tomar pasaje en el vapor
ómnibus, sino que subió á tun coche y mandó que
le llevasen al puente de Londres, á la entrada
de la orilla izquierda.
Había allí, cerca del monumento, como dicen
los ingleses que son muy aficionados á las abre-
viaturas, una taberna que está “abierta noche y.
día y cuya parroquia la constituían generalmente
los tratantes de pescado al por mayor que tenían
almacenes ó casas en el barrio.
Allí pasó el Dandy el resto de la velada' toman-
do copitas de ginebra, sherry glober y sandwichs.
Hasta después de dar las doce, no se decidió 4
marcharse de la taberna y
Un tanto trastornado, pero, sin embargo, due-
ño de su razón, atravesó el puente de Londres,
se internó al este de Borough y llegó á Rotherite,
que estaba silencioso y desierto á «aquellas horas.
De este modo llegó al lado del cementerio Y
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