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por bajo del nivel de la casa, y que se hundían
por bajo la tierra.
La escalera terminó al cabo.
Patricio pisó de pronto una arena fina, húmeda,
hecha casi un lodo.
Los tres se encontraron entonces en una como
cueva redonda en el fondo de la cual había, un,
conducto subterráneo que, al parecer, se alejaba
horizontalmente,
Aquel pasadizo era bastante ¡ancho.
Con todo, antes de internarse en él, dijo lady
Elena á su padre:
—¿De manera que no sabíais nada acerca de
este subterráneo ni de esta escalera?
—No, ni una palabra.
—Pues los dos deben éxistir desde hace muchos
siglos y si no, mirad esas piedras de la bóveda
y esas paredes y observad qué negro está todo
—dijo lady Elena.
—Es verdad. E
Y luego, de pronto, como pareciese que aquel
rumor sordo que oyeran antes iba e ” umento,
dióse lord Palmure una palmada en lu .rente.
—Esperad, Elena—dijo.—Ahora me' parece que
me acuerdo, debemos de estar muy cerca de Whi-
te Hall.
—Así debe ser.
—Pues bien, este subterráneo debe datar de la
8poca de la cautividad del rey Carlos 1, al que
sus partidarios trataron de libertar.
—¡Ah!
—Y si no me equivoco, va á parar al Támesis,
cerca del puente de Westminter. Ese ruido que
oímos es el que produce el agua al chocar. con
las pilas, porque, como sabéis, el Támesis hace
un recodo muy brusco en ese sitio.
—Pues bien, sigamos—dijo lady Elena.
Y cogiendo el candelabro de manos de Patri-