Full text: La señorita Elena (5)

a 
gular. El niño no experimentó ni laxitud' ni soño- 
lencia, ni ninguno de esos efectos que produce 
la absorción de un licor falsificado; pero, en cam- 
bio, su alegría fué en aumento, y al ver dormido 
al mayor, se echó á reir hasta derramar lágrimas. 
Las continuas relaciones de los ingleses con la 
India, les han servido para arrancar á ésta más 
de un secreto. En la India hay vegetales cuyo 
zumo produce una locura momentánea que hace 
perder la memoria, y una substancia de ese géne- 
ro era lo que había mezclado lady Elena al vino 
de Jerez, del que el niño acababa de beber me- 
dio vaso. 
Rodolfo perdió de pronto la memoria. | 
Preguntó, señalando al mayor, quién era aquel 
señor que dormía allí. 
Miróse después á un espejo y se quejó de la 
fealdad de su sotana. 
Y la Sirena le dijo: 
—Y á pesar de eso, no quieres quitármela, 
—¡Oh! ¡Sí, si es muy fea! 
¿No me dijiste que tu madre no quería? 
—Mi madre...—balbuceó como queriendo alerrar- 
se 4 un recuerdo fugitivo. 
Y mirando á la Sirena, añadió: 
—¡Mi madre! ¡Tú eres mi madre! 
Y la abrazó. 
Desde aquel instante dominó la Sirena' la situa- 
ción. Llamó otra vez y se volvió á presentar la 
doncella con el trajecito. 
Rodolfo se quedó extasiado contemplándolo. 
En un labrir y cerrar de ojos, las dos mujeres le 
quitaron la sotana y las medias amarillas, y le 
pusieron el precioso traje enviado por lady Elena, 
—Ved,—le dijo la Sirena cogiéndole de la mano,— 
que vamos á pasear. 
—¿A dónde quieres llevarme, mamá? 
—A Hydo Park, 
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