Full text: La señorita Elena (5)

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y llamándole excelencia.—Venid,—añadió el Dan- 
dy, —voy á acompañaros á vuestro camarote. 
En el momento en que se dirigían á la escotilla 
para bajar al interior del buque se presentó un 
hombre, Era este Juan. Colden el libertador de Ro- 
dolfo al que andaba buscando la policía hacía, un 
mes. 
—¡También estáis aquí! —exclamó la irlandesa. 
—Sí, —respondió Juan Colden,—y esta noche es- 
taremos al abrigo de los odios y, rencores' de la 
libre Inglaterra, : 
—Pero ¿4 dónde vamos? 
—No lo sé. 
Juana repitió la pregunta mirando al Dandy. 
Pero éste replicó: 
—No sé ni más ni menos que vos. 
—¿ Cómo ? 
—Recibí las instrucciones encerradas en un plie- 
go y no debo enterarme de ellas hasta que esté 
en alta mar. Mientras tanto el capitán tiene or- 
den de bajar por el Támesis como si fuésemos á 
Holanda. 
Esperó Juana durante cuatro horas dominándola 
entretanto vivísimas angustias, 
A pesar de las seguridades del Dandy y de su 
feo en el Hombre Gris, tenía miedo de que le hu- 
beise sucedido algo á su hijo. 
De pronto vieron aparecer á la orilla del río 
'un, carruaje de cuatro ruedas que llevaba bajadas 
las cortinillas, 
—Es él, no* puede ser más que él, —dijo el 
Dandy. 
Y la irlandesa sintió que la latía con fuerza el 
corazón pero esperó, tuvo confianza aun... 
De pronto dió un grito de alegría. 
Había visto que se apeaba del carruaje un hom:- 
Dre y que llevaba á un niño de la mano,
	        
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