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y dificando así la conducta de éste para con sus aso- AN
ciados de la noche. 1
De este modo sucedió que Nichols y Juan cl Ú
mendigo, que después de ver que se alejaba la A
lancha de la policía, se habían refugiado durante q
el resto de la noche en la barcaza de los caballos, y
se encontraron al despertar con que Patricio no. es- 7
taba de vuelta aún, á pesar de haberles citado allí. '
El segundo, se encaró con el primero, diciéndole: A
¿Quieres saber lo que se me ocurrió? Pues que Y
'atricio se está burlando de nosotros ó bien que Í
nos hace traición.
—¿En provecho de quién?
] —¡De los irlandeses! ¿Sabes en dónde vive?
—Ión un pasaje de Adams Street.
'"—Vamos á verle y saldremos de dudas, —dijo IM
Juan el mendigo, y se fueron á Adams Street. Ñ
Sucedía esto 4 eso de las seis de la mañana y y
precisamente en los momentos en que el abate vN
Samuel entraba, como solía hacerlo todos los do- IS
mingos, en casa de Patricio. Mv
De pronto Juan el mendigo apretó el brazo á j
Nichols. FS
—Mira,—le dijo. |
—¿El qué? %
—AÁ ese joven vestido de negro. Es el abate Sa- q
muel, el que acompañó á Colden. Ese debe saber Ñ
en dónde se halla el reo, pues por algo son irlan- 4
deses los dos. |
—¿Y si le siguiéramos,—preguntó Nichols,—en )
vez de ir á casa de Patricio? ]
Así lo hicieron, y de pronto se detuvieron, quie-
dando con la boca abierta, y Juan exclamó: y
—¡Esto sí que es extraño! :N
—¿El qué?—preguntó Nichols que vió entrar al 0
abate en tuna casa, y)
Pues que entra en casa de Patricio. 4
Frunció Juan el entrecejo y ninguno de los dos dl
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