«MISS ATLANTICO» 101
una dosis espiritual para irla regando sobre las cosas te-
rrenales, de una manera que ustedes los occidentales ja
más podrán comprender.
—Es decir, general, ¿que usted quiere persuadirme de
que si ustedes aman a una mujer la aman también con
el espíritu?
Mucho más con el espíritu que con el cuerpo.
Eso...
Y “Miss Atlántico” sonrió picarescamente.
No lo dude usted, milady; eso que quizá no lo pue-
da comprender, porque, ¿me permite usted, milady, una
pregunta?, no sé si seré indiscreto; pero, en fin, entre
personas de mundo la pregunta no puede de ninguna
manera ofenderla.
Usted dirá, general,
—¿Usted en su vida ha tenido ocasión de sentirse
amada por un oriental?
Bi Jamás, mi general, No he creído en el amor de los
orientales, ya se lo he dicho, y no creyendo en un amor,
¿cómo es posible permitir siquiera el sentirse amada?
—Y, claro, como usted no se ha sentido amada por
un oriental, no ha podido tampoco comprender lo que
€se amor significa,
—Es posible.
——¿Y usted está dispuesta, decidida, a no permitir «a
hingún oriental que la ame?
Miss Atlántico” calló. Miraba el paisaje, y muy ar-
tisticamente, pensando muy bien todo sus gestos, toda la
emoción de sus palabras y todo el efecto de sus adema:
Nes, suspiró, sacó un cigarrillo, que el chino se apresuró
a encender, y después, lentamente, mientras fumaba, dijo:
—El amor está siempre emboscado, mi general; yo,
desgraciadamente, creo en el amor, y creo tanto, que toda
mi vida, y toda mi desgracia, la ha constituído siempre el
Amor, porque yo hasta ahora, a pesar de los grandes des-
engaños que he sufrido, he sido una víctima del amor,
¡ina gran víctima!