254 GASTÓN LEROUX
bien tocando con raros instrumentos en su honor aires
de danza. Entonces solía cerrar los ojos, como aquella
tarde... pero ¿quién sabe si duerme o si está despierta la
querida reina?
Aquella hermosa cabeza descubierta, ataviada a usanza
cingara con ferroñé de zequíes, aquel grácil cuello dolo-
rosamente inclinado, aquella actitud apesadumbrada
hasta en el reposo que simula quizá aquella boca entre-
abierta para exhalar suspiros sin fin, todo les intriga sin
aleccionarles... Si no duerme, ¿en qué piensa? ¿En qué
piensa?
—Piensa en su país— mumura la vieja Oliva entre dien-
tes vacilantes.
—Una cíngara no tiene país—replica Suco con voz
despegada, mientras remienda los arreos de su penco.
Pero el jefe de la tribu, Sumbalo, un viejo curtido con
barba gris de polvo, dice:
—Lever-Jurn vendrá a ser la reina de las naciones; con
esta niña surgirá de sus ruinas para deslumbrar al mundo;
está escrito.
Olajai dejó de atizar el hogar intermitente, se irguió y
dijo:
—La fúnebre neblina se disipará; el hermoso día tantos
años esperado brillará al fin, se congregarán los herma-
nos, todos serán grandes, todos libres. Sus escuadrones
victoriosos llenos de nobles pensamientos, fuertes por
una fe única, marcharán contra el enemigo.
Pero no tuvo éxito; sus palabras cayeron en el vacío