Full text: Chamberí

due el enfermo se repusiera pronto. Sin los auxilios 
del Estado y las ayudas de los particulares, incluso 
el carnicero, todos los cuales se portaron muy bien, 
hubiese sido acaso muy difícil resolver el conflicto 
del entierro y de la sepultura, porque en la casa se 
había agotado todo. La Justa era económica, pero 
no tacaña. Tenía el criterio de que no hay que 
gastar más de lo que se tiene, pero juzgaba tonte- 
ría sacrificarse cuando se puede vivir bien y se cuen- 
ta, sobre todo, con medios de ganarlo. Algunas 
veces el marido, prudente, la había reconvenido por 
aquellos excesos, due él juzgaba derroches. Ella se 
encogía de hombros. 
—¡Babh!, ya lo ganarás otra vez cuando te pongas 
bueno. Ahora lo que hace falta es que te cuides 
bien. 
No hubo, pues, más remedio que renunciar a la 
idea de los huéspedes, y aprovecharfelo la feliz coin. 
cidencia de que en la casa se había desalquilado un 
cuartito interior, naturalmente más barato, mudarse 
a él, dispuesta a someterse a un blan de economía 
y ¿acrificio. Amparito renunció a la Academia, cu- 
yas lecciones era imposible costear y acudió nueva. 
mente al taller, pero en el taller la habían sustituido, 
y por más que recorrió otros, no halló en ninguno 
trabajo. Tampoco lo encontraba la Justa. La situa- 
ción comenzó a ser apurada y difícil. Se vendieron 
muebles, se empeñaron ropas y aun en casos extre- 
mos, de verdadero agobio, hubo que recurrir a la 
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