Full text: 1.1921,20.Jun.=Nr. 2 (1921000200)

«ANCHO PANZA 
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CURA DE ALMAS 
Era a muchos a quienes extrañaba aquel 
anuncio inserto en la cuarta plana de tocios 
los periódicos: 
GABINETE PSICOLOGICO 
Se curan todas las enfermedades del alma por 
antiguas y crónicas que sean. Resultados 
asombrosos. Pedid prospectos, etc., (Ac. 
-—¡Eso es un robo!—decían unos.—¡Una ma_ 
nifestación más de esa poderosa inventiva que 
caraeteiúza a los explotadores de incautos!— 
agregaban otros, y nadie hubiera creído que 
el Gabinete Psicológico funcionaba dentro de 
un círculo verdadero, así como también aque. 
lias curas asombrosas eran exactas y proba, 
das. 
Quizá porque las' enfermedades del espíritu 
respetan aun monos que los del cuerpo jerar. 
quía y condición social, por aquel gabinete 
misterioso pasaban el opulento y el miserable, 
los que el mundo imagina felices, siendo des. 
graciados, y los desgraciados a quienes ese 
mundo idealiza sus desgracias vulgares para 
negar muchas veces hasta un respeto comp i. 
sivo a los que llevan sobro sus sienes la 
épica corona de los mártires... En aquella 
habitación destinada a consultas quedaban en. 
¡cerrados mil secretos, que da humamiidad ni 
'siquiera se imagina: allí el escalpelo del pen 
sador encontraba cantidades inmensas de po 
dredumbre en espíritus al parecer hermosos, 
y por el contrario, bajo una apariencia en. 
canallada y baja so escondían torrentes de 
abnegación, cariños inconmovibles como rocas 
y en aras de los cuales el sacrificio llegaba 
a tener carácter de un suicidio lento... hon 
ras, en fin, talladas como un brillante que 
resistieron con su misma dureza todos los 
asaltos do la ocasión, de la mliiscria y de las 
pasiones... 
Y el especialista seguía haciendo curaciones 
asombrosas; no disponía de arsenal -quirúr 
gico; no aplicaba la terapéutica; para nada 
empleaba el limfinito formulario de la química 
médica; allí no se buscaba la reacción física, 
no so actuaba sobre células, sobre materia; 
allí el instrumental eran ideas o ideas; tam 
bién los medicamentos hacían despertar las 
dormidas fibras de un espíritu escéptico me 
díante el gran excitante de las sensaciones; 
las tirantes próximos a estallar de un vesá 
nico con el bálsamo calmante dol ideal, las 
desfallecientes de un romántico soñador con 
la realidad desnuda puesta ante sus ojos, y 
que por si basta para dar al traste con todos 
los ensueños y todas las quimeras. 
Ei número do pacientes aumentaba de lía 
en día; desde la leve dolencia que provocaban 
unos amores inocentes no correspondidos, has 
ta las simas profundas que en el alma dejan 
las ingratitudes cr'imOnales o la llaga incica 
trizable del remordimiento, que jamás so cié. 
rra porque hurgándola está J a espina dolorosa 
del recuerdo, todas las manifesetaciones del 
espíritu tenían un “caso” determinado en el 
incontable número do los que acudían llenos 
de fe al ya célebre Gabinete psicológico. 
Aquella tarde el médico -estudiaba un caso, 
el más rebelde de cuantos se le habían pre 
sentado. Era el paciente un hombro de. unos 
treinta años; en su organismo psíquico existia 
un extraño desequilibrio: -sabía sin ser sabio, 
escribía y no era uii Iliterato; poseía inteligen 
cia clara y despojada sin ser un genio; y 
dentro de -estos, tres .medios la obsesión de 
los extremos lo dominaba persiguiéndole, sin 
dejarle tregua ni reposo. 
Necesitaba -ser un subió, qúeríá ser litera 
to y abrazarlo todo e 11 la grandiosa concep 
ción del goiiio. Luchando una y cien veces 
ante les limitados horizontes do su cerebro, 
reconociéndose muy grande, aunque aparecien 
do siempre nniy pequeño, llegó a ver en la 
humanidad un principio do animosidad contra 
él, llegó en su delirio a imaginarse que sus 
obras eran tan grandiosas, emanaban tales to 
rrentes de luz y de inspiración, que él pú- ! 
blico, ciego, juzgaba a tientas y a tientas 
■emlitía su fallo condenatorio sobre lo que 
no pudo siquiera comprender por su magni 
tud y su grandeza. Y llegó un instante en 
que el -médico puso toda su fama, todo su 
nombre y su porvenir en el éxito de aquella 
cura. 
Presentó ante los ojos del paciente cuadros 
do sacrificio inmenso, ejemplos de humildad 
conmovedora; le ensoñó esos sitios donde 'a 
humanidad no se presenta odiosa, brutal y 
sin entrañas, sino donde las virtudes reinan 
o imperan entre filigranas y hermosuras que 
van regando en- su camino los espíritus do 
sano temple, de valor -heroico. 
Le enseñó el Mérito encerrado entre la?, 
cuatro paredes de un sotabanco; lo hizo ver 
el Genio, sufrüiendo los latigazos -de la mi 
seria y del hambre, vendiendo sus -obras ber. 
mosísim-as por en puñado de monedas, mien 
tras otro después las explotaba recogiendo 
los laureles del triunfo y el dinero. 
Lo mostró, por fin, mía mujer con la ca 
beza cubierta por ese polvillo de plata que 
levanta el tiempo en su marcha y que a veces 
hace más blanco y más prematuro el con 
tinuo luchar con la existencia-.. Allí vio 
esa mujer escondiendo con heroísmo los bol 
sones de iun linaje ilustre heredado por la 
-sangre y rodeado un día por la opulencia, 
en infecta guardilla donde tres cabezas 'ru 
bias sufren los rigores de l a suerte y el inicuo 
despojo de los hombres. 
El tliiorn|>o transcurrió, y una tardo entraba 
en el Gabinete psicológico un viojecito en. 
corvado por los años y por las ponas. 
—Vengo, doctor, a que me diga cómo va mi 
hijo. 
—¿Su hijo'?—-exclamó el psicólogo, pasando, 
se la mano por l a frente* ¡Su hijo no tiene 
remedio! 
—¿Qué -me dice usted, doctor? ¿Será posi 
ble que su ciencia no encuentre un medio 
de...? 
—¡Todos los lie agotado! ¡Nada resistió, ni 
ninguna dolencia del alma pudo dominar mis 
tratamientos; la do su -hijo, sí, esa es incu 
rable!—respondlió el filósofo con acento amar. 
g°J* 
—¿Y cuál es? ¿Qué nombro tiene? ¡Quiero 
conocerla, ya que es tan poderosa! 
—¡La Envidia! Ese es su nombre! 
F. de Urquijo. 
LOS GRANDES ENEMIGOS DE LA HUMANIDAD 
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LA GUERRA POR UNA PARTE Y LA GRIPPE POR OTRA HAN QUITA 
DO AL MUNDO UN 20 olo DE SU POBLACION. 
Recetario Práctico 
Alcohol anti s udorífico—En un frasco se mez 
cla¡o 250 gramos de espíritu de vino, 25 gr. 
de agua do colonia, 1 gr. do na-ftol y se 
sacude bien. Para usarlo se empapa un algo, 
-don y se pasa por las axilas- He esta ma 
nera de seguida se coge el cáelo con las ma. 
nos. 
Mármol manchado—Para limpiarlo se lava 
y se frota muy bien con una solución debí! 
■de ácido sulfúrico. Se puede hacer también 
golpeando la parte; manchada con un martillo 
pesado. 
Ratas y lauchas—Se ahuyentan y puede mo. 
lestar al vecino colocando a la entrada cío 
sus cuevas trozos de naftalina o trapos em 
bebidos en alquitrán. 
Sí se es muy humano y quiere cumplirse 
el quinto mandamiento, “no matarás”, debo 
-dársele queso y una buena .biblioteca rara 
que hagan sus nidos.
	        
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