Full text: 1.1911,25.Nov.=Nr. 5 (1911000105)

    
  
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2 mj lao flaco, lo confieso, 
La morocha de ojos negros 
S/queé en tardes de primavera, 
recostada en la tranquera, - 
50-iesperaba al payador; 
* 77 la leyenda del matrero 
que en el pajonal vivía 
5 717 ú en lejana toldería 
DON: buscaba asilo mejor. 
  
" Todo' aquello llevaron los años, 
oy ni rastros! encuentra el pampero, 
niren las cañas, sostén del alero, 
las exlandrias se suelen posar: 
esa Pampa callada es la tumba 
dondé duerme una estirpe vencida, 
- > lartapera” su loza impulida, 
y su cruz el ombú secular: 
JULIAN DE UHARRAS. 
—— Conseja 
; En medio de Ja -Pampa se levanta 
Un vaneho de Tuínas, triste, abendanado, 
Que combaten los vientos y las lluvias 
Yuen las noches alumbran los relámpagos, 
  
En Jas obscuras noches del invierno 
En que vá la tormenta por los campos, 
En las obseñras” noches. en. que. gime 
Como uns 'én pena, el combátido rancho. 
  
Viejos: Arboles, troncos carcomidos, 
Acá-y allá, — Jos unos coronados 
De sus verdes famajes, los: más viejos, 
Tristes, doblando su; deshechas: ramas, 
Altas malezas y rabeados cardos, — 
Se alzan: entorno; y en la noche gimen 
Ee alzan en torno; y en la noche gimen 
* Todos ignal que el combatido rancno. 
  
En la negrura- de la noche envueltos, 
Moviendo: sus ramajes desgreñados, 
Semejan almas ó fantasmas negros, 
En macábrica danza; y á los rayos, 
De la pálida luna, en otras noches. 
Vestidos. todos de cendales: blancos, 
Inmóviles, dormidos, arrebujan 
En negra sombra el solitario rancho. 
  
Lugar fatal de tétricas leyendas 
Que van de boca en boca por los campos, 
Con religioso horror, :desde- el camino 
Lo ve al pasar signándose rel puisano 
"Cuando lá tarde llega — de esas tristes 
Tardes de obscuras brumas y mublados, 
Desde lejos medroso, el pasajero, 
Mira y se aleja del sombrío rancho. 
  
Y dicen que en las noches más serenas, 
Cuando dormita el viento entre. los pastos, 
y la bruñida luna desde el cielo 
Viste de plata” los silentes: campos, 
Se oyen suspiros: y gemidos tristes, 
De una mujer: el obligado llanto, 
Y ladridos de perros invisibles, 
Rembrjados enurdiane de aquel rancho. 
SEGUNDO JJ. VILLAFAÑE. 
MI DEBILIDA 
A una chinita que conozco. 
En cuestiones del querer, 
soy como: laueha pa” queso; 
  
siempre ha. sido la mujer. 
Si una china llego árver 
que medio me llene el ojo, 
aunque me cause un enojo, 
sin temor al risultáao 
ya me le prendo al costao 
como en la lana el abrojo. 
Y ahí no níás, junto á la oreja 
le vuelco mi corazón 
en una declaración 
más sentida que una queja. 
Si al primer tiro no ceja 
la ataco pa el otro flanco, 
y como yo no soy manco 
ni feo como tormenta, 
de cien casos, en noventa, 
sE qu”hé de dar en el blanco.— 
JULL 
El Progreso 
Para “El Fogón” 
, Verde, muy verde... ver de, el campo duerme ba- 
Jo el azur del cielo... bajo el azur límpido, bajo 
el azur sereno... El campo duerme... 
Dos nubecitas muy blancas... blaneas como dos 
trozos de algodón vírgen flotantes en el aire, 
blancas conio dos velas flotantes en el mar ver- 
de... verde, blancas como dos copos de espuma 
estremecidos sobre grisácea cima de tina roca...; 
N ZoDAO. 
  
, 
dos mubecitas muy blancas que tiemblan, tiem- 
blan,. Dos nubecitas que duermen... 
Y... como perdida entre el verde del campo, 
una tapera añosa, una tapera que duerme, una 
tapera que no despertará más con la tosca melo- 
diosa, carcajada... de la de ojos negros y rasga- 
dos, de la de senos vírgenes y voluptuosos, de la 
de cabellera espesa, negra y larga, de la de cuer- 
po ágil y ténuo, de la morena esbelta y graciosa y 
pura de rítmico inocente balanceo... Una ta- 
pera añosa, cófre de purezas antaño... que no 
desper! ará más con la tosca melodiosa carcajada... 
de la morena de rítmico inocente balanceo que sa- 
Tudaba al Sol que Ja saludaba á Ella al desper- 
tar... Una tapera que duerme... 
... Y, más tarde, y allá más lejos... una car- 
pa, varias. carpas más,,.; y tin clamor de frá- 
guas, de fráguas enrojecidas por el reflejo de 
las lamas de otras fráguas...; y un rugir in- 
forme de muchos fierros que las mazas contra el 
yunque aplastan...; y muchas voces que vomitan 
destempladas motas guturales... Muchas voces 
que enuncian Ja hora del trabajo... 
  
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— Era muy bella la morenita de rítmico ino- 
cente balanceo... Primero, una tristeza infmita 
atrofió Ja sonora inocencia de su tosca melodiosá 
«arcajada... Luego, su exhuberante pecho de vír- 
gen griega se hundió. .. El místico erotismo de sus 
ojos “desa apareció tras la tétrica melancolía... La 
rústica glácil tez morena con su larga cabeller: 
negra «e transformó en una como figura plás- 
tica... St voz con trmos de calandria no pudo 
cantar más al gaucho que tantas veces la arrulla- 
se hasta la vaguedad del ensueño... y la guita- 
a desapareció bajo el polvo y las telirañas. . 
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—Sí. Murió 
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o comprende?... ¿Nada le dicen ese 
  
   
rugir “de hierros y ese elimar de yunques?... 
—Ah!.... 
, FELIX ESTEBAN CICHERO 
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