Full text: T. 28.1922,109 (19220028109)

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CUBA CONTEMPORÁNEA 
administre con prudencia y eficacia. Mientras en un país, por rico que 
sea, se considere como materia distinta del hater de cada ciudadano lo 
que el Estado emplea en los gastos públicos, se ha dado, sin fijarse en 
ello, carta blanca al funcionario para estímulo de la desidia o provecho 
de la improbidad. Hay una verdad elemental, tan elemental como ol 
vidada: la renta pública se nutre de la renta de los particulares. Del 
bolsiho de cada cual sale lo que se gasta estérilmente y lo que se mal 
barata. Si en Fiancia, para poner un ejemplo recientísimo y concluyente, 
se hubieran dirigido bien sus finanzas, después de la guerra, la obra de 
la reconstrucción de los departamentos devastados estaría casi concluida, 
y el contribuyente francés no vería tan de cerca ante sus ojos el espectro 
amenazador de la bancarrota. 
No menos grave que los anteriores resulta el yerro de no haber sabido 
crear y vigorizar un poder judicial independiente. Independiente en su 
actuación, no en los términos elásticos y fáciles de eludir de la ley cons 
titucional. Nuestra judicatura no ha podido salirse de los antiguos mol 
des coloniales. No ha logrado ni aun seguir la evolución realizada por 
la administración de justicia española, a pesar de que ésta, en virtud 
de la organización pública allá existente, está forzada a depender del 
ejecutivo. Jueces íntegros hemos tenido y tenemos, hombres que han 
ocupado y ocupan con dignidad perlecta su alto sitial. Pero todavía 
estamos esperando esos jueces que se abroquelen en su derecho, en el 
que les reconoce la Constitución, para elevarse a la grande altura de su 
verdadero papel en una democracia: el de cubrir por igual con su égida 
a todos los ciudadanos necesitados de amparo, sean o no funcionarios, 
el de llamarlos a todos por igual a su barra, cuando delincan, sean o no 
funcionarios. Hay que añadir a la igualdad ante la ley, la igualdd bajo 
la ley. 
Por desgracia, estas desviaciones de la norma trazada para el b.en 
general tienen secuelas tan visibles como perniciosas en las costumbres. 
Sólo voy a detenernre en una, porque arranca de lo más hondo de nuestro 
carácter colectivo. Nuestra pasión por el juego parece tomar los signos 
de la vesania. La capital de la república ha llegado a competir con el fa 
moso Monte Cario. El Estado cubano da el ejemplo: tres veces al mes 
establece su gran ruleta en la tesorería nacional. Niños asilados son los 
ministros de la ciega diosa; y, como recompensa y estímulo, se les paga 
por el trabajo y nada se les cobra por la lección. 
Permitidme, señores Académicos, que detenga aquí la pluma. Siento 
desfallecer el ánimo acongojado. Mas no quisiera, sin embargo, de 
jaros bajo la impresión penosa de mi desfallecimiento. Ante vosotros 
se abre mucho más larga y espaciosa la ruta. La vida es combate; 
pero combate no significa siempre, no debe significar derrota; puede 
significar, debe significar victoria. Justadores en esta noble arena, tenéis 
delante a la patria, a Cuba, que os exhorta, diciéndoos: Vuestros precur 
sores me dieron sin regatear su sangre; dadme vosotros vuestra devoción
	        
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