FEDERICO DE IBARZÁBAL
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con sus cualidades superiores de sugerencia y de emoción. Fué,
por tanto, siempre, un poeta verídico y en todo momento su poesía
resultó fuertemente ideológica. De ahí su triunfo.
Al azar abro este libro, al que tan superficialmente aludo, y
leo en Ritmos, esta estrofa sugerente:
¿Qué tiene mi corazón
que una inquietante canción
vierte,
como vierte sus agravios
mi vencimiento, en los labios
de la muerte?
No hay, desde luego, aquí, profundidades metafísicas. Pero
tampoco es una estrofa hueca. Expresad en prosa la idea puesta
en ritmo y será el producto de una meditación enfermiza. Pero
será idea.
Esta composición termina:
En lo gris de aquesta hora
un espíritu que mora
en ignorada región,
en mí sus pesares vierte...
¡Y la canción de la muerte
penetra en mi corazón!
La estrofa es más completa. A la dulzura pensativa del asunto,
da su unidad, su perfección, la técnica del metro. Eso mismo no
puede decirse de otro modo. Hoy Ibarzábal no lograría superar
ese final de Ritmos.
*
Pero dejemos Huerto Lírico. Es muy remoto y basta una alu
sión para salvarlo del olvido. Cronológicamente Ibarzábal editó
en 1916, El Balcón de Julieta. Fué la primera producción defini
tiva de su estro. Después de Ala ninguna obra se ha editado, en
verso, que la supere o que la iguale, por la razón fundamental
de que, a mi juicio, ningún poeta, con excepción de Acosta, es
superior a Federico de Ibarzábal. El Balcón de Julieta es obra
sana, fuerte, perdurable, efectiva, sin lamentaciones ni lacrimeos.
Intégranla, exclusivamente, sonetos, si tal denominación retórica