LA HABANA LITERARIA
un exacto conocimiento de la perspec
tiva aérea. Más de una vez—agregaba
el distinguido profesor, delante de al
gunas pinturas de Chartrand, he oido
decir á inteligentes aficionados (pie se
podía medir la distancia desde el pri
mer término del cuadro con precisión
matemática, indicando las millas que
había entre el bohío y las montañas.
Conocía perfectamente el dibujo, el
claro obscuro y el color, y sabía reunir
en sus obras esas tres cualidades que
constituyen la base y fundamento de
las obras maestras. De tal manera do
minaba la perspectiva lineal, la aérea
y el dibujo topográfico, que de el pudo
justamente decirse que so apoderaba en
toda su extensión del pedazo de natu
raleza que se ofrecía á su experta mira
da de acabado maestro. Por la destre
za y facilidad de la ejecución recorda
ba su factura en los terrenos a Rous
seau, á Pubigny en la transparencia de
los cielos y las aguas y á Carot en la
gracia y modo de interpretar la arbo
leda. ,,
Ese notable paisajista,—anadia,- re
vela en sus obras la sinceridad de su
carácter. Pintaba con un empaste do
color vigoroso y firme, sin caer en la
exageración á que suelen recurrir algu
nos pintores de ese género para osten
tar maestría, colocando los colores con
la espátula de tan desgraciado modo,
que el relieve pictórico á veces se con
vierte en verdaderos bajo-relieves de
color sin aire y sin verdad.
Las puestas de sol, con esos tonos
brumosos de cambiantes variadísimos
tan comunes en nuestro cielo, las pin
taba Chartrand con fidelidad y harmo
nía solo igualadas por los mas ilustres
paisajistas europeos en las regiones de
Oriente. Yo no lié podido contemplar
ninguna de sus tardes espirantes sin
sentirme invadido de dulce melanco
lía; y ante sus risueñas mañanas de in
decisos tintes azules y rosados, se me
dilataba alegre el corazón. _
Nunca se apartará de mi memoria la
variada colección de cuadros de Char
trand que, juntaniente con otros de ^di
versos autores, perdí hace pocos años
en un incendio. Representaban aquellos
todos los aspectos normales. del cielo
cubano: la mañana, el medio día, la
tarde, la noche de luna y el día bru
moso en que los rayos solares pugnan
inútilmente por abrirse paso hasta la
tierra. Ninguno de ellos era producto
de la fantasía, sino fiel trasunto todos
do paisajes escogidos por el artista y
por mí. Los vi nacer en croquis em
brionarios, crecer, desarrollarse, cobrar
vida y lozanía con pasmosa facilidad
bajo el hábil pincel, y admirábame la
poderosa facultad retentiva que permi
tía al artista reproducir en la tela, con
asombrosa exactitud de detalles y de
conjunto, los pedazos de cielo y de tie
rra que juntos habíamos contemplado,
yo para admirarlos y él para conquis
tarlos y aprisionarlos entre dorados
marcos.—Un delicioso amanecer en el
río Canímar, deslizando mansamente
sus cristalinas aguas entre un bosque
denso á la derecha, y á la izquierda
suaves colinas que en creciente ondu
lación iban á perderse en alteroso con-
fín;—-un espléndido medio día, ilumi
nando agreste paisaje, en las primeras
estribaciones de la sierra de Gonzalo,
formando artístico contraste la mages-
tuosa y corpulenta ceiba con la esbelta
palma y la humilde yagruma de pla
teadas'hojas, y al centro un toro, baña
do por un rayo de sol, aplacando su
sed en el arroyo;—una tarde anaranja
da y violácea en la serena campiña que
atraviesa y riega el «murmurante» fean
Juan; —- el famoso valle del Yumu-
rí, abarcado en todo su conjunto desde
las alturas de la Cumbre;—la imponen
te mole del Palenque, ostentando al
frente sus desnudas y horadadas^ rocas
y á un lado el bosque de sombrío \ cr-
dor, cruzado verticalmente por las blan
quecinas y rectas líneas de palmas y
ceibones que profusamente crecen des
de la liase hasta la cúspide de la mon
taña;—el Pan de Matanzas, visto desde
el lugar en que las ámplias ondulacio
nes ele su cima afectan la forma de una
mujer amortajada;—el poético valle de
Caunabaco, dominado desde la emi
nencia de Montes de Oro, presentando
en primer término un accidentado po
trero y el tortuoso camino descendente
que conduce al alegre valle donde se
levanta el batey del ingenio rodeado de
extensos cañaverales, de los que surgen
graciosos grupos de enhiestas palmas,
hasta perderse en los altos cuabales que
en último término se confunden con
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