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COSMOS
quina, “En Flandes se ha puesto el sol”,
Muñoz está dentro de su papel, dentro de su
escuela y dentro de su raza. Conócesele
cuando dice en el final:
i España y yo, somos así, señora!
El rapto valiente, el gesto impetuoso, la
acción desprendida y heroica del Diego Acu
ña de Carvajal, están bien en el porte ga
llardo de Muñoz, acentuado por el tono
cantante y altivo de los versos. Lástima
grande que los demás personajes, tan sim
páticos como Magdalena y Valdés, no tengan
intérpretes dignos de la belleza de la obra.
El poema de Marquina, juntamente con
los de Villaespesa y Valle Inclán, escénicos
también, han venido á determinar en Espa
ña un renacimiento del viejo teatro épico-lí
rico, como ha ocurrido en Francia, gracias
á Rostand y en Italia á Sem Benelli. Bien
venido si trae frutos tan preciados como és
te, en que se exaltan las glorias españolas
en los tiempos de la dominación en tierra
flamenca.
Entre lo demás, descuellan comedias de
los Quintero, obras del teatro antiguo, Cal
derón, Lope y las menos recientes de Eche-
garay, que han valido aplausos á la com
pañía.
Pero la nota verdaderamente regocijada
en la negrura de los días revolucionarios, la
ha dado Esperanza Iris. El autor de este ar
tículo deshilvanado, decía, ha tiempo, estas
palabras: Al cronista le seduce el género
opereta, por ligero, por frívolo, por suave
y convencional. La trama es elástica, La
maquinaria de juguete. La técnica infantil.
“Será, escribía Alsina, que ya no nos paga
mos del aspecto único ni de la acción
rectilínea de las cosas, ó por más prudentes
ó por más doloridos, y necesitamos fondos
evidentes de sensibilidad bajo la estruendo
sa superficie de lo cómico.” El género ope
reta, por risueño, por amoroso, por jovial
por galante, nos seduce. Hay aromas de
primavera y risas de juventud en esa músi
ca retozona que, si entristece un poco, es
para desatar en seguida el collar de una car
cajada loca.
El cuadro de Miguel Gutiérrez es un cua
dro completo. Las “operetas vienesas” su
ben á escena bien vestidas y bellamente
decoradas. “La Viuda Alegre” ha sido una
deslumbrante resurrección. “La Princesa
del Dollar” un derroche de arte fácil y su-
jestivo. Esperanza y el barítono Cabello han
compartido amigablemente los triunfos.
Claro que las entradas han sido llenos.
Este género goza de los privilegios señala
dos á la “aurea mediocritas, ” una vez que
está colocado entre las austeras dulzuras de
la ópera y los aires libertinos del género
chico. Por eso quizá ha alcanzado los favo
res del respetable, con la misma seguridad
que una mujer hermosa tiene en sus hechi
zos. La ópera es incomprensible para las
mayorías. La zarzuela repugna á los gustos
delicados. La opereta es el término medio,
la transacción, el “presidente blanco” de
las multitudes.