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COSMOS
do en vida, apasionadamente discutido y
no menos apasionadamente alabado.
En 1893, cuando sólo contaba diez y
ocho años, dióse á conocer por vez pri
mera como ilustrador. Los señores Dent
y Compañía publicaban una serie de
Bens zwí?/.r,-Beardsle}' dibujó
unos grotesch para decorar
un tomo, y llamaron tan
poderosamente la atención
que le encargaron la ilus
tración de La mort d’
Arthur. Antes de que con
cluyese obra tan importan
te, Beardsley era ya cono
cido en Inglaterra y en
América por otros trabajos.
Un artículo que publicó
The Studio, firmado por
Pennell, le abrió las puer
tas de la celebridad.
Todo lo de Beardsley
tiene un carácter originalí-
simo. Su modo de expre
sión sorprende, alarma,
inspira recelo y simpatía.
Comprendiendo que pintura
y dibujo son dos cosas di
ferentes, qüe la expresión
de una idea por pura línea,
ó por medio de tonos, son
cosas diametralmente
opuestas, supo apropiarlos
medios á la obra sin que
nunca rehuyera una difi
cultad, por grande que fue
ra, buscando amparo en
las crudezas del realismo,
cuando su obra no tenía
ninguna especie de relación
con la Naturaleza.
Mr. Pennell, al hablar de
Beardsley, hace resaltar
especialmente su modo de
expresión por medio de la
línea, reconociendo las finí
simas cualidades que ador
nan sus dibujos. La línea
igual, nerviosa, de Beards
ley, era grandiosa á su ma
nera como lo era su modo de llenar un
espacio por masas unidas.
sirven de cabecera á cada uno de ellos,
son admirables. Un misterio extraño de
leyendas medioevales, de fatalismos, de
brujas y potencias mágicas se desprende
de las ilustraciones con el encanto de la
poesía hondamente sentida; un perfume
de música soñada, una tris
teza penetrante y dulce se
escapa de toda la obra, y
desde el Rey Arthur hasta
Tristán é Isolda, de Merlín
á Viviana, los caballeros
de la Mesa Redonda se
mueven como en una atmós
fera de tiempos lejanos....
Aubrey Beardsley publi
có después la Salomé de
Oscar Wilde, que motivó
vivas discusiones. Aconti—
nuación emprendió la labor
de ilustrar un librito titu
lado El Monte de Venus,
basado en la leyenda de
Tanhaüser, y que debía
revestir la forma de los li
bros de viñetas francesas
del siglo XVIII. Era un li
bro que él anunciaba como
una obra erótica y como la
empresa más importante de
su vida, pero que hasta hoy
no se ha publicado.
A la aparición del Libro
Amarillo, sus dibujos hicie
ron el efecto de críticas
despiadadas. En muchos de
ellos el autor había impre
so, con pleno conocimien
to, un carácter repulsivo.
Parecía imposible que un
joven genial, agradable,
modelo de educación y cor
tesía británicas y de piedad
filial y fraternal, se entre
tuviera en motivos dudo
sos, casi hirientes. Y cuan
do más le criticaban, más
se complacía en refinarlos
con un excepticismo sutil y
perverso.
Un día publicó en el Libro Amarillo
una cabeza de Mantegna firmada por
Brungthon, y la reproducción de un pas
tel, retrato de una dama francesa, firman-
Forstei. Los críticos, refiriéndose á
especialmente á la cabeza
La mort d' Arthur es un modelo de
buen gusto; más de trescientas, ilustra
ciones decoran los dos volúmenes de que do
se compone. Las dds aguas fuertes que dichas obras,
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