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Letras
significar que Mr. Wilson, una ven en
el cargo, realzaría su alta investidura
con actos dignos de los más grandes
Presidentes de la Unión Americana.
Dice The Washington Post, el carac
terizado órgano de esta metrópoli:—
«La señora de Wilson tomó un activo
interés en la carrera de su esposo, en
su contienda con el Congreso sobre
legislación, y los numerosos deberes
oficiales que sobre él pesaban. Durante
toda su vida de matrimonio ella fué
su constante colaboradora y consejera.
Su claro juicio en asuntos políticos y
sus amplias vistas sobre cuestiones
educacionales lian sido, durante años,
un manantial de goces para él. Con la
colaboración de ella escribió sus libros,
y en los juicios de ella descansaba.
Su devoción a él, según aquellos que
conocieron íntimamente a la familia,
fué de remarcable intensidad. Su único
pensamiento fué él.
«Durante su enfermedad cada maña
na y tarde ella cautelosamente reco
mendaba al Dr. Grayson (pie no con
tase al Presidente que ella había pa
sado una hora de malestar. Su anhelo
era que él no fuese molestado ni per
turbado. No obstante ser doloroso su
sufrimiento, se empeñaba en evitar que
el Presidente se sintiese afectado'por la
condición de ella. Pero el Presidente
se desvelaba por ella con angustia por
semanas, y llegó a persuadirse de que
ella empeoraba. Él pasaba al lado de
ella todos los momentos que podía, y
cuando él no estaba allí, ella constan
temente requería su presencia o habla
ba de él».
Cada vez (pie él Presidente concurría
al Congreso, para leer personalmente
sus memorables Mensajes, ella asistía
invariablemente a la galería destinada
a las damas, muy cerca del sitio re
servado a los diplomáticos, y desde
allí seguía con interés las apasionadas
cantroversias de los partidos.
En 29 años de vida matrimonial
aquella adhesión y consagración a él
no se amortiguó ni se enfrió. Parecía
una perpétua luna de miel, uno de
esos afectos sin eclipse realizando el
ideal del matrimonio feliz, y que nunca
conoció el declinar de una ilusión!
De la importancia de su colabora
ción literaria dan fé las Dedicatorias
de las obras del Presidente Wilson,
en que siempre hay algunas frases de
ternura consagradas a la esposa. «La
Historia del Pueblo Americano», con
siderada como su obra maestra, está
dedicada a «E. A. W., en amoroso re
conocimiento de gentiles beneficios que
nadie puede medir ni compensar».
Cuando la gentil pareja tomó pose
sión de la Casa Blanca, el 4 de Marzo
de 1913, todo el mundo decía (pie ella
sería allí, como lo había sido en el
hogar privado, la digna consorte de
un gran Prasidente; y así ha resultado,
en verdad.
Ella ocupaba su puesto, con dignidad
e inteligencia, cual una soberana en
su trono, compartiendo con su eminen
te esposo el honor de estar a la cabeza
de la poderosa República,cuyos sorpren
dentes y prestigiosos progresos—eclip
sando las grandezas de los mejores
tiempos de Roma y de Cartago —arran
can esta exclamación a un filósofo
europeo:—«La americanización de Eu
ropa es un acontecimiento fatal; y la
antigua cultura representada por Euro
pa no está en modo alguno destinada
a perecer; porque si la Europa está en
vías de americanizarse—asimilando los
ideales americanos del progreso—la
América a su vez, es empujada por
una fuerza interna hacia la europeiza
ción».
Nada le faltaba a la Señora de M il-
son para creerse completamente feliz:
con un esposo ilustre ocupando el pues
to de los inmortales y en cuya gloria
creía ver reflejada la suya propia, se
consideraba en la plenitud del éxito y
de todos los honores, cuando lié aquí
que la. muerte reduce de improviso a
la nada sus más hermosos' sueños e
imprime el luto perdurable allí donde
hasta ayer reinó la felicidad.
Las grandezas terrestres se desva
necen cual «sombras de aves pasajeras,