Lktkàs
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A II HIJA
Flor de ini juventud, hija querida,
Alegre compañera de las horas
Más dulces de mi vida,
¿En qué región del universo moras?
Te busco en mi horfandad y no te. veo,
Te llamo y no respondes a mis cuitas,
Y sorda a mi deseo
Ante mi pena cruel no resucitas.
¿No escuchas mis palabras, no te espanta
Lo horrendo del dolor que me devora,
Hija amorosa y santa.
Ni ves al pobre mártir que te llora?
¿En dónde estás estrella luminosa
Perdida de la tumba en el arcano,
Por qué la dolorosa
Senda no alumbras en que lloro en vano?
¿En dónde estás fragancia de mi huerto,
Incienso de mi altar, lumbre encendida
En el templo boy desierto
De mi brillante juventud florida?
¿Por qué me dejas padecer la pena
Más honda y más cruel, sin que a mi llanto,
Idolatrada nena,
Respondas en la paz del camposanto?
¿Será posible que de tí no quede
Sino un poco de polvo ceniciento,
Que bajo el soplo leve
Se esparcirá del implacable viento?...
En medio de mi angustia me golpeo
La frente, en vano, por. saber lo ignoto,
Por ver lo que no veo
Del sepulcral abismo en lo remoto.
La noche nos rodea, e impenetrable •
Se interpone el Misterio en el camino,
Guardando el espantable
Enigma de la Vida y del Destino.
Pero mi Amor, más fuerte que la nada,
Y mi dolor, más grande que la muerte,
Hace hablar la callada
Tumba en que yace tu materia inerte.
Y si tu voz no escucho, hija querida,
Y si tu grata imagen no contemplo,
Cual vida de mi vida
Sobre mi propio espíritu te siento.
En las horas sin luz de mi agonía
Gravitas de mi alma en lo profundo,
Y siento que eres mía
Y que sigues mis pasos en el mundo.
En mis noches de insomnio, cuando velo.
Bajo mi pesadumbre enloquecido,
Tú bajas desde el cielo
Hasta mi corazón adolorido!
Tú me sostienes en la lucha impía,
Y cuando cedo al fin, y desfallezco,
Hija del alma mía,
En tu recuerdo me repongo y crezco...
Yo sé que en el hogar estás presente,
Que junto a mí caminas sin ventura,
Y llenas nuestro ambiente
Con los efluvios de tu alma pura.
Yo sé que mi dolor no te es extraño.
Y que al cumplir la ley de tu destino,
Heridos por un rayo
Fuimos al mismo tiempo en el camino.
Yo sé que te he de hallar, que tú me esperas,
Prolongación eterna de mi vida,
Y que en otras riberas
Entre mis brazos te veré algún día.. .
Mas ¡ay! en la horfandad de tu cariño
No hay fe que me consuele poderosa,
Y lloro como un niño
Ante la amarga realidad odiosa!
Flor de mi juventud, hija querida,
Alegre compañera de las horas
Más dulces de mi vida,
¿En qué región del universo moras?
Asunción, Julio 14 de 1915.
Juan E. O’Leary