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Letras
a regla; una nota dominará las otras,
un color absorverá todos los matices y
al fin sabrás cuales fueron las sancio
nes fundamentales del autor. Verás si,
para él, existió realmente el mundo sen
sible o si sólo versificó el poeta con
impresiones prestadas.
Esto último a menudo acontece con
autores de tercer orden y siempre, con
los que para rimar «giran» letras sobre
sus lecturas.
Más de una vez al ordenar y com
parar tus apuntes, descubrirás con
amargura que, en vez de un poeta, lias es
cuchado aun fonógrafo; pero sabrás aque
atenerte acerca de su valor como poeta.
El hombre (y la mujer) he ahí el
segundo tema que solicitará tu aten
ción. Conocidas las sensaciones del
autor, procurarás descubrir sus senti
mientos, entrarás en su corazón, y, así
como de tus investigaciones anteriores
salió a la luz una sensibilidad especial,
con esta despejarás la incógnita de un
alma. Más de una vez habrás de leer
entre líneas. . .
Quizás, al fin y a la postre, el alma
que despejes sea «humana, demasiado
humana» y a pesar del ritmo poético
■del verso, muy prosáica.
Valiosa enseñanza será esta y te con
vencerás desde temprano de lo «cabo-
tinas» (así se llama en Francia cuanto
huele a tablas, a representación, etc.)
que son ciertas almas de poetas.
En esta parte de la investigación te
ayudará mucho el conocer de antema
no la biografía del autor. En el mo
mento menos pensado, lo sorprenderá
infraganti fingiendo amores, creando
Dulcineas que nunca fueron, gobernan
do islas Baratarias, hospedándose en
castillos soñados y departiendo con
duques y duquesas de pura imaginación.
Así podrás esbozar con mano segura,
y tal vez pintar a fondo la fisonomía
moral de tu poeta.
Pero los sentidos y el corazón no
son sino parte de un todo, el cual se
integra con la mente.
Todo poeta, aún el de menos vuelo,
tiene su sistema del inundo, o sea un
«punto de vista» filosófico en el cual
se coloca (a veces sin saberlo) para
contemplar al mundo y explicarlo.
Si has leído sus obras con ojo des
pierto, habrás apuntado aquí y allá
versos decidores que te darán luz acer
ca de su filosofía.
Y si no hallar es ni rastro de esta, poco
temerás errar declarando, al final de
tu estudio, que aquella obra es nuez
vana así como es vano todo cerebro
que no logra transformar sus sensacio
nes en ideas ni combinar a ésta en
sistema fijo de opiniones y creencias.
De todos modos, conocerás a tu poeta
y tendrás el derecho de juzgarle.
Aquilat ado el fondo, podrás, sigustas de
menudas investigaciones, analizarla for
ma del verso y la calidad del vocabulario.
Lo cual, añadido al trabajo anterior,
significará, no digo horas, sino días,
semanas, meses y hasta años.
Haz la prueba con Shakespeare y
verás que, empezada a fines de la ado
lescencia, aquella tarea te ocupará
hasta en la vejez.
Tu profesor no pide tanto; pero si, co
mo debo creerlo, exije de ti un trabajo
serio, confieso que es muy cruel o que no
ha medido el alcance de su exigencia.
Con los programas enciclopédicos que
se estilan hoy en día, ¿de dónde
sacarás tiempo para leer los cuatro o
cinco tomos de aquel poeta?
Y si pasas por sobre ellos con ra
pidez de aeroplano, leyéndolos sin de
tenerte para pensar y apuntar, ¿qué
provecho sacarás de aquella lectura?
¿Conocerás al poeta? ¿Conoce el via
jero al país que contempla desde la
plataforma de un tren expreso?
¡Pobre amigo mió! Ya que te es for
zoso complacer a tu maestro, ahí tienes
los libros del P. Blanco García, Filz-
maurice-Kelly y E. PardoJBazán. Ellos
serán para este caso tus proveedores.
Loro serás, pero loro inocente, cuan
do podías, con tiempo y método ser
hombre y hablar en tu propio nombre
expresando ideas nacidas de un con
tacto personal íntimo con aquel poeta.
Omer Emeth