Full text: 1.1915=Nr. 2 (1915000102)

Letras 
táforas, yo a mis teoremas. No sitúe 
usted nada fuera de la vida, todo es vida, 
todo colabora. ¿Que pide usted, repito? 
¿«Intensificar la vida»? Cada cual la in 
tensifica a su modo. Hay quien ama la 
sensaciones; hay quien amalas pasiones; 
hay quien ama las ideas. En los tres 
grados de abstracción, caben sufrimien 
tos y éxtasis que no tienen medida co 
mún, ni se explican los unos por los 
otros. Don Juan, Otelo, Don Quijote, 
Hamlet, el «chercheur dabso’lu» del Bal- 
zac... son tipos igualmente irreductibles 
y sagrados, cumbres del frenesí de vivir; 
¿con qué derecho le discutiremos su 
eficacia social? ¡Existen! 
¿Qué pide usted? ¿«Energía»? Y des 
precia usted el cristianismo! ¿Cree usted 
que los santos no han vivido intensa 
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mente? ¿Por qué devoró el cristianismo 
a Roma, y colonizó la tierra? ¿Por falta 
de energía? San Pablo, Cromwell y Lu- 
tero, ¿carecían de energía? ¿Carece de 
energía Tolstoi, arrastrándose a los 
ochenta y dos años, por las estepas de 
la salvaje Rusia, hacia el calvario de su 
ideal? 
Poeta, noble enamorado de los bellos 
«clichés», no diga usted, no, que se oyen 
los pasos de los sátiros y los suspiros 
de las niiifas. Tal vez nuestra época 
deje de ser cristiana, pero no será para 
volver al paganismo helénico. ¿Volver 
a Grecia? ¡Qué horror! ¿Retroceder? !Qué 
tristeza! ¡Batí! El destino tiene más ima 
ginación que Gabrielle D’Annunzio. 
. , Rafael Barret 
Arcachon. 
LA ESCUELA IDEAL 
El gran historiador Ernesto Lavisse 
presiente que al salir Francia de la 
guerra necesitará cambiar radicalmen 
te sus costumbres y establecer una 
reforma general de los métodos de en 
señanza. 
Este programa que debe prepararla 
para los más grandes deberes, lo define 
de la siguiente manera: 
«Los franceses de mañana necesita- 
íán la escuela ideal que prepare a sus 
hijos para la vida de un país libre. .. 
En la escuela ideal, las faltas contra 
la moral son juzgadas más severamen 
te que las faltas contra la gramática, 
las irreflexiones o las niñerías. Consi 
dérase más grave mentir que concor 
dar mal los participios o dejar caer 
el tintero. 
Cada alumno, se siente conocido al 
ser observado por el director; se le 
elogia o se le reprime, en efecto, con 
conocimiento de causa. El director no 
entra en las clases solamente para leer 
las notas o las composiciones. De 
tiempo en tiempo, al fin de cada tri 
mestre, por ejemplo, instruido por las 
observaciones de sus colegas y por las 
suyas, toma nota de los hechos preci 
sos conocidos por él y sus alumnos, y 
muy simplemente, como censura o como 
elogio, les presenta el balance de su 
vida moral. 
La disciplina no es dudosa de ante 
mano ni represiva sin explicaciones. 
Persuasiva, busca y llama el consenti 
miento; lo que no impide—al contrario 
que sea severa y hasta muy severa 
para el rebelde obstinado. 
La disciplina marca una distinción 
entre las edades: no es la misma para 
el pequeño escolar que para el grande 
y no vigila a este tan estrechamente 
como a aquel. Habitua poco a poco al 
escolar a andar sin andadores y a 
asumir responsabilidad por su conducta,
	        
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