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CANGALLO 673
Sábado, 19 de Diciembre de 19U8
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—Sácame de dudas, Pero Grullo de
mi vida. Pime por Jo que más quieras
si debo llorar á moco tendido, ó reirme
á mandíbula batiente.
-—¿De qué se trata, Reverendo?
—Se trata de un sinnúmero de co
sas. . . y no se por cual empezar.
—Por la primera.
—Tus palabras, siempre Perogru
llescas. me han convencido. Empezaré
por lo que me hace reir. Mira.
—¿Qué es eso?
—Pn ejemplar del segundo número
de Fray Verdades.
--¿Y qué significa esa. faja de pa
pel manuscrito, que está pegada bajo
ti título?
—Un desahogo, algo así como un
ernpto clerical con todo el valor del
rm'nimo y que demuestra con la evi
dencia de los hechos que Fray Verda
des no' hace cosquillas.
—¿ Y qué dice ese erupto?
—Oyelo, Grullo amigo.
“Ilojita puerca y brutal—Porqne-
] í;> sin igual — Escarabajo que chillas
—Devuelve tus pelotillas—Al lugar
del arsenal ".
—¿ Qué debo hacer, Pero Grullo,
amigo ?
—Buscar en seguida el cliché de
las cosquillas que se utilizó en ese mis
mo número, y repetirlo aquí.
—Sea como tú quieres.
Yo
; yo moía
! ¡O NADA
rAwroco
li:
£
i S TU ?
—¿Qué más lia,y. Reverendo?
—Que cada vez estoy más orgulloso
de mi mismo por haber fundado mi
agencia matrimonial.
—¿ lia venido á solicitar novia, Mon
señor Espinosa? ^
—No, hombre. Monseñor Espinosa-
está peregrinando en estos momentos y
no se ocupa de eso. Pero en cambio se
está desarrollando un furor amoroso
entre el clero secular y regular, que
para sí lo quisiera nuestro p¿ >pio di
FRAY VERDADES
rector, que es el fraile más recién ca
sado de todos los que conozco.
—■ Expliqúese vuestra paternidad
claro, porque me tiene impaciente.
—¿Tú sabes, ni tienes una idea, ele
todo lo que tengo almacenado en mis
carpetas? Mira. Dos frailes Capuchi
nos que se hacen picadillo en el locu
torio de un convento de Córdoba (Es
paña), disputándose el derecho de...
confesar á una dama de la alta aristo
cracia.
-¿ Qué me cuenta Vuestra Reve
rencia?
—Lo que oyes. Además, un curita
gallego que se evapora en unión de
una. señorita joven ella, guapa ella,
huérfana ella y ... heredera de 80.000
duros ella.
—Pues, ese curita no pertenece al
número de los que dicen: “Contigo,
pan y cebolla”.
—Aquí tienes á una. señora casada
cuyo marido hacía la América, en in
timas relaciones con el párroco de una
aldea del Ferorl.
decirlo, porque se van á escamar todos
los-maridos que están en América, y
tienen á sus esposas respectivas en el
Ferrol.
—No temas. Pero Grullo, el marido
á quien se alude ya está en España, á
donde fué, con el piadoso objeto de
roitinct-lo la tonsura al enamorado y
clerical merodeador del cercado ageno.
O O
tas amorosas escritas por nn curita;
uno de esos curas italianos que vienen
á traer la civilización católica á la Ar
gentina.
—Entonces, á Cupido le ha dado por
la gente de iglesia. ¿Y qné dicen?
HE SEDUCEN LAS 0EU>AD£S
PERO NtAL RAYO ME PARTA
Ç1 HADE LLEGAR ESTA CARTA
a manos pe’ FSAy ygflgAPff
—Están dirigidas á una mujer casa
da con quien el Padree i to ha retozado
en grande. ¿Me preguntas, qué dicen?
I Tú has estado en algún cinemató
grafo de esos de “género libre”? Pues
oye: Si en uno de ellos, ó en los inter
medios de cualquiera de las comedias
libres que representaban Massi'-Falco-
ni en el Marconi, se leyesen, interven
dría la autoridad para llevarse preso
al lector y la sección de higiene para
desinfectar á los oyentes. Conque, di-
me : ¿ qué hago ’? ¿ Lloro ó rio ?
—Encójase de hombros no más Re
verendo. Pero... ¡ahora que caigo en
la cuenta! Ahora me explico que toda
vía no haya venido ningún fraile á
utilizar los buenos servicios de nuestra
“Agencia Matrimonial”.
—¡Es natural! Mientras haya 'en él
mundo mujeres agenas. que se confie
sen, ¿qué necesidad hay de tomar mu
jer propia?
—De acuerdo. Hasta el sábado pró
ximo, Reverendo. Voy á visitar al lego
de Fray Martín. Desde que he saludo
que lee “El Paladín” me es simpático.
Voy á llevarle un número de Fray
Verdades, que puede ser que le guste.
—Que Dios te bendiga, Pero Grullo,
y hasta el sábado próximo.
—Amén.
■
REINCIDENCIA....
—IY se la rompió ?
•—No ha podido, porque el obispo de
Mondoñedo, ha puesto á 1a, sombra al.
tenorio de sotana; no sabemos si para
castigar su pasión non sancta ó para
librarlo de los furores maritales.
—¡No salgo de mi apoteosis!
—No salgas, no, porque vas á te- ar
que entrar en seguida.
—¿Más aun?
—; Y tanto! Dirige una mirada obli
cua sobre estos amarillentos papelu
chos.
—No los entiendo.
—Porque están escritos en italiano.
Me los ha enviado un amiga descono
cido.
—¿Y qné dicen?
—Te diré lo que son, pero ne me.
preguntes lo que dicen.
—¿Por qné, pues, me los mostráis?
—Para une was que son cinco car-
(Para Fray Verdades).
—¿Qué tienes, niña de fulgentes ojos,
que al confesar al padre tus amores,
ocultas en tus manos, como flores,
esa carita ardiente de sonrojos?...
Ay.padre... mi pecado causa enojos...
Alivie con piedad á mis dolores...
Yo... padre... arrebatada en mis amores
La inocencia perdí. (Cayó de hinojos).
—No llores niña, la virtud perdida
volverá envuelta en un girón de cielo,
■1 te abandonas en mi santa... vida...
(Y en r-1 silencio de la Iglesia oscura,
dicen las sombras que el mejor consuelo
es el cariño “paternal” de un cura...)
Fray Sincero.
filfa!ja Hística
(Para los borregos de Cristo)
La Iglesia y la muerte
La fiesta de la muerte debiera ser y
no es, la más solemne de las del cato
licismo romano. Este no tiene otro
medio de vivir qqe la muerte; es la
secta macabra por excelencia.
Con razón se llama “cuervo al
clérigo papista, no vive más que (le los
despojos del difunto. Suprimid el
miedo á lo que pueda ocurrir en otra
vida y el sacerdote del Papa se muere.
Mientras no haya evidencia de que
mas allá de la tumba el ser humano
ya no vive ó si y]ve no padece, ó dcs^
de aquí no se le pútclé méyYnu- ,.o
suerte, habrá sacerdotes romanos.
T IlábiT esTvivTí 5Í inventor del purga
torio. ¿Quién sería él? Acaso no exis
tió; esa idea surgiría lógicamente de
otros dogmas. Dentro de los princi
pios deí cristianismo había de impo
nerse un día ú otro.
Ella sola no constituía, sin emb ir
go. una liase comercial. Sin el estira
miento del dogma de la intercesión de
los santos y de los mismos hombres, d
purgatorio no hubiera calentado con
todo su fuego una sola olla sacerdotal.
¿.Qué mi padre está en el purgatorio?
Ya saldrá; la justicia, de Dios lo llevo
á padecer, ella lo sacara de tan triste
estado. Pero desde que él católico cre
yó (pie los santos en el cielo y el sa
cerdote desde su altar, manipulando
la hostia, podían influir en las deci
siones de la justicia divina a iavot
de las almas castigadas á pena tem
poral. estaba asegurada la industria
de la muerte. w
Ya se explotaba antes de otro modo:
vendiendo sepulturas cercanas a las
de los mártiies ó á los altares mas afa
mados. Cayeron unas-y otras en des
crédito, concluyeron las persecuciones
que tantos mártires reales ó ficticios
(más de estos que de aquellos) pro
ducían. se impuso la costumbre de los^
enterramientos en cementerios que no
regó sangro de santo ó en las propie
dades de los ricos, y ya no basto la
sepultura para sostener á la Iglesia.
El Purgatorio le resolvió-el problema
de la. cocina.
¿Qué se padece en el Purgatorio?
No se lo preguntéis á “la infalible ",
lo ignora. ¡ Ah! lo ignora,; entonces
¿cómo hace pintar en los templos a
los condenados del purgatorio entro
las llamas? ¿Quién le lia dicho que
así purgan sus leves faltas? Es una
opinión de algunos santos padres Y
teólogos, responde; pero otros teólo
gos opinan que no hay tal fuego; yo
Iglesia los dejo’ disputar, ambas opi
niones digo que son admisibles. Ya,
pero por sí ó por no, haces represen
tar las llamas que impresionando al
crédulo aflojan los cordones de su bol
sa; la otra opinión pintada no te pro
duciría tanto; así es que te inclinas
á la del fuego; entendido, entendido.
Si se pudiera acorralar a la Iglesia
y someterla á dar cuenta de esta ense
ñanza macabro-industrial, surgiría, un
diálogo como el del gran sacerdote y
Faraón en “Un milagro en Egipto”,
de Echegaray. A
—¿Dónde está el purgatorio?