.j-yt, vi
^ . i.
204
Crónica
rân Orleos. Haced que la tormenta
ronque y nacerán Napoleones.
López muerto es más grande que
López vivo. Molestaba al destino y a
la historia. Vivo; se codeaba de muy
cerca con la tumba. Muerto; se alejó
de la tierra para soñar mejor.
Hay grandezas que no caben en la
tierra. Y hay momentos en que Dios se
irrita. Damián Churruca en Trafalgar
se acercó demasiado .a la cumbre
donde existe el rayo. Lo mismo hizo
Bonnparte en Waterloo y López en
Cerro Corá. Y Dios hizo justicia: ni
velar.
Y cayeron. Pero una caída inversa.
De hombres se convierten en gigan
tes. De gigantes se convierten en
dioses.
En el destino las ironías se llaman
genios. Las equivocaciones crean
abismos.
Dante, Shakespeare, Cervantes, Hu
go son ironías perpetúasele la muerte.
Mueren para vivir.
Alejandro os un abismo. Una equi
vocación de las estrellas. Encerrar
en cuerpo de hombre el alma del
océano es un absurdo. Y sin embargo
esos absurdos viven. Y llenan la tie
rra. Son embriones de manicomios
para una humanidad que come y
razona.
Querer tapar un cráter no eslocura,
es ridiculez. Mitre es lo ridículo. Es
el cero que quiere ser algo. Vió al
coloso }' se estremeció; corno la víbora
que eriza su piel repugnante cuando
algo le molesta.
Mitre solo, se vió muy pequeño.
Buscó un complemento. Ese comple
mento se llama Pedro II Ambos se
dieron la mano y juntaron sus almas.
El crimen necesita de la sombra, como
el reptil del fango: para arrastrarse.
Mitre ante López es lo infinitamen
te pequeño ante la inmensidad. Es la
chispa ante la hoguera. Lo absurdo
ante .lo inexorable. Lo opaco ante lo
luminoso.
Es el traidor de melodrama que gri
ta a la oreja del cómplice: ¡Es el mo
mento! Ese cómplice se llama Pe
dro II.
No conviene molestar a los muer
tos. ¿Pero es que mueren? No. Se
transforman. El lodo se convierte en
fango. U'e la unión nace el producto.
El fango se transforma en miasma. Y
la miasma mata. Esa miasma se llama
el general Cámara. Es la obra de
Pedro II, retocada por Mitré.
Un crimen muchas veces es hermo
so si le acompaña el pudor. Un asesi
no siempre es repugnante. Pero cuan
do llora se dulcifica. Las lágrimas
borran la sangre y lavan la concien
cia. Es una chispa de luz en las tinie
blas. Una estrella que brilla en una
noche tenebrosa.
El cinismo en el crimen es lo re
pugnante. La putrefacción completa.
Es la sonrisa de lupanar en un sem
blante de cárcel.
El crimen necesita un velo, una os
curidad, una fosa. La tragedia es her
mana de las tinieblas.
El crimen de Cerro Corá no tuvo ni
oscuridad ni fosa.
Lópéz herido, cansado, lleno de san
gre cayó cerca de un árbol. Un sol"
dado le intimó rendición. El león ru
gió. ¡Oh! Cambronne donde está tu
sucia frase.
Ante aquel rugido el miserable se
estremeció. Tenia el alma negra como
su cuerpo. Y lo negro es el tinte pre
dilecto del crimen. Y consumó.
El general Cámara contempló el ho
rrible cuadro. Meditó una frase eter
na, una frase que retratase toda su
alma llena de fermentaciones. La
serpiente después de morder arroja
baba. Cámara escribió:
«El tirano no quiso rendirse. Fué
muerto en mi presencia».
¿Quién fué el criminal? ¿Cámara o
el soldado? ¿Es culpable la noche de
engendrar vampiros?
La piedra que hiere no merece cas
tigo, pero sí la mano que la arroja.