Full text: 1.1913,30.Sept.=Nr. 11/12 (1913001100)

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Crónica 
á propósito, ese lento andar que pa 
recia no tener nunca término. De 
sesperación de las gentes de negocios 
que llevan por lema «el tiempo es 
oro», fiel á los dichos, «al que ma 
druga, Dios le ayuda» etc. Motivos 
de terribles desazones para los eter 
nos apurados, los nerviosos, los espí 
ritus inquietos y febriles. De perillas, 
para los calmosos, graves y prudentes 
sanchos, de voluminoso abdomen y 
mirar entornado que tienen muy en 
cuenta refranes sabios como éstos: 
«no por mucho madrugar amanece 
más temprano», «el que se apura se 
ahoga» etc. etc. 
Y las buenas bestias, con la apa 
rente agilidad de sus patitas, si no 
llegaron á complacer á los apurados, 
pueden en cambio, sentirse felices 
de haber contribuido á pasar los 
buenos ratos, á los enamorados, â 
los soñadores, á los desocupados, á 
los atorrantes. . 
Fatigadas las pobres mulitas, vícti 
mas del bárbaro azote, del bárbaro 
mayoral, con cuanta inteligencia adi 
vinaban los cambios y el descarrila 
miento, parándose. 
Pronto, el chocar de los cascos en 
el empedrado, al trote diligente de 
de las muías y el silbido del conduc 
tor, con que se anunciaba el viejo 
tranvía, resonará en nuestros oídos 
como un delicioso encanto que ha 
pasado. 
* 
* * 
El triste montón de caserío con 
alero, amplios corredores y ventanas 
con reja de palo, del tipo castellano 
antiguo, y sus calles arenosas, calci 
nantes, la ciudad vieja, la capital de la 
provincia española, la del Paraguay 
de Francia y de los López, la Asun 
ción de ayer, se vá . . . 
Sí, se va, la Asunción de las carre 
tas, de las gentes emponchadas, de 
los ginetes criollos ... se vá. 
En tanto. Parémonos un rato á 
contemplar las cosas que pasan, y sa 
turémonos por última vez de ese grato 
perfume de lo rancio, de ese vaho que 
se desprende de la humedad de viejos 
jardines abandonados, que tuvo sus 
días de florescencia orgullosa, merced 
á los favores de gracias protectoras, 
de femeniles manos de hadas genero 
sas. Y no olvidemos que en su época 
gozaron su cuarto de hora de presti 
gio, y antes de saludar su paso, desde 
la cúpula de la Encarnación—monu 
mento de belleza eterna y siempre 
joven—tengamos un poco de afectuo 
sa condescendencia, de amigos bien 
amados, una sonrisa amable, para 
aquellos que se van, relegados por el 
tiempo, amablemente,suavemente em 
pujados por la civilización. 
Miguel ACEVEDO 
VIDA SEÍieiDEtA 
os habitantes déla ciudad sue- 
Yyff ñan con una casita rodeada de 
J árboles á la que no lleguen los 
prosaicos ruidos de la civili 
zación encajonada. 
A mi me envidian mis amigos 
porque vivo á diez kilómetros del 
puerto de Asunción y todos me dicen 
que feliz eres! Y tanto me lo repiten 
que he llegado á creérmelo, y todas 
las mañanas al ver pasar el tren que 
viene de San Lorenzo-, siento infinita 
compasión por lós pobres desgra 
ciados que van camino de la capital- 
Que contraste ofrece mi vida, llena
	        
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