PROTEO
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Con Tancrédulo
IMálogos de oportunidad
—Sin embargo...
—Esa es una frase coja, Tancrédulo.
—No entiendo.
—¡ Qué has de entender!... Tú no profundizas ni cuan
do miras al fondo de un pozo.
—Sigo no entendiendo.
—Las frases cojas dejan algo de su espíritu en el aire,
tal y como deja algo de su materia la extremidad corta del
rengo... Sin embargo—(mueca al caso)—¿entiendes ahora?
—Sí... pero el sin embargo mío no cojeaba. Con esa eos-
tumbrecita inveterada de no dejarme terminar.
—Son otros López... Prosigue.
—Sin embargo—decía—yo encuentro sublime basta Ha
cerme llorar la filantropía de los que mandan su limosna a
Rusia desde Montevideo.
—¿De veras?... ¿Aunque ese emocionante sentir salte
por encima del Cerro para no descomponerse con la ambrosía
maloliente de esos desperdicios que van al banquete de los
ITdiogábalos desarrapados y descalzos ?...
—¡ Dejsplerdicáos qué 'van a bajnquetes!... ^Expliqúese,
magister...
—Claro que me explicaré para complacerlo, ilustre dis
cípulo ...
—¿No me tuteas?
—Seguía tu ejemplo... Voy al asunto. Igual que en Ru-
sm ’l 08 tusos, pobres infelices que despiertan nuestros afanes