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PROTEO
nueva orientación habría de ponler en ella nuevas y altas
energías de espíritu. Por aso, su frase transfigura al esperado
dominador en el campo del arte, y los períodos lapidarios lo
señalan al amor de los hombres. Escuchad:
«¡ Revelador! ¡ Profeta a quien temen los empecinados de
las fórmulas caducas y las almas nostálgicas esperan!»
«¡Revelador! ¡La hora ha llegado!... El sol muere ilu
minando en todas las frentes la misma estéril palidez, descu
bre en el fondo de todas las pupilas la misma extraña inquie
tud; el viento de la tarde recoge de todos los labios el balbu
cear de un mismo anhelo infinito, y esta es la hora en que la
«caravana de la decadencia» se detiene angustiosa y fati
gada» ...
Estas líneas, tienen para mí un especial encanto. Y acaso
esta incursión por la obra ele Rodó ha hecho bien, iniciar su
jornada transportándonos un instante a aquella hora del pen
samiento de Rodó, en que éste, apenas otra cosa todavía que
un espectador, aunque dominado, en medio del tráfago inte
lectual, señalaba la muerte de distintas escuelas literarias y
evocaba la dominación del que vendría. Acaso haya algo-de
, afectuosa curiosidad en el espíritu de todos nosotros cuando
peregrinamos un momento por las páginas delicadas y sobrias,
de Rodó, para reconocer en ellas el destello prístino ele su ta
lento, el vigor inicial e insuperable de su pluma, la prosa im
pecable, acariciadora y ágil, que debiera contener luego, en
su estructura luminosa y flexible, el hondo pensamiento filo
sófico del maestro.'
De un salto podríamos pasar, de «El que vendrá», al
prodigioso estudio que Rodó realizara sobre Rubén Darío. No
voy a detenerme. un solo instante en el aspecto puramente
crítico de la obra, pero nuestro rápido paso por aquel su se
gundo libro de «La vida nueva», nos brinda oportunidad para
Señalar una o algunas de las características esenciales de
Rodó. Y es que la tendencia filosófica del maestro armonizaba