PROTEO
53
Eí vaso
Toda ciencia es vana; ama tan sólo
la belleza, y que ella sea para ti la
única verdad. — Cha riles Van Lerber-
glie.
Tengo en mis manos un bello vaso griego, un lekytds áti
co, construido con la más fina tierra que hubo al pie del Mon
te Olímpico, trabajado por el más famoso de los coroplastas,
que, apartándose un poco de su tarea cotidiana, se entretuvo
en modelarle, ornándole con el sello de su gracia ateniense.
Su cuello es estrecho y recto, y en su comba tiene pinta
das dos figuritas de perfiles rojos, que resaltan sobre la blan
cura exterior como surgiendo de una aureola alba.
Y esas dos figuritas representan a Febo y a Artemisa.
Hasta la misma leyenda roja es toda luz.
Le tengo entre mis manos, que tiemblan exangües. Y es
que mi carne siente su belleza como si la absorbiera, por todos
los poros de su piel; como si la poseyese dentro de sí: mi car
ne y la materia plástica de este vas-o se confunden de tal ma
nera que parecen proceder de un mismo sitio, vivir una vida
única y uniforme. Y mi .espíritu, por el arte de esta contem
plación muda, se remonta en los siglos, y llega, portador del
fuego de su nueva vida, a la época en la que se escucharon
les cánticos de los tiernos aedas.y las notas del divino mú
sico. Y todo yo me siento transportado hacia la antiquísima
región de'la belleza eterna; y traspasando colinas y andando
por florecidos vallas y vadeando ríos,—el río de las aguas
quietas en un principio—recorro la Haca fértil, patria del
«paciente y divino Laertiada», la Lacedemonia vasta, tierra
de Menélao «grato a Ares», y, dejándome, llevar por la co-