Full text: 2.1898,23.Jan.=Nr. 30 (1898000230)

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VIDA MONTE VI DEA NA 
SUMARIO 
TEXTO: Zola, por Carlos Roerlo—Invocación, fragmen 
tos de un poema inédito, por Gaspar Nuñez de 
Arce Los Nacimientos, por Nicolás Granada 
(Conclusión)—Mi Pensamiento, poesia por la 
Señorita María II. Sabbia y Oribe—QUIERO ca 
sarme CON LA SEÑORITA DE..... por ConSÜinl e 
G. Fontan Illas— Confidencias, poesia por 
Salvador Díaz Mirón—UN episodio DEL AÑO 11, 
por Ticala—Vestal, poesia por Juan Carlos 
Menéndez— La HIPÉRBOLE del arte: Nerón, 
estudio filosófico-histórico-literario por Fran 
cisco Caraciolo Aratta~(Continuación)—Aníbal; 
Canna, Zama, sonetos inéditos por José C. Mix- 
co y 1— Recuerdos de la fiesta, por Eduar 
do López Labandera —Ella, poesia por Luis 
Chiozza—Para Vida Montevideana, por Juan 
Montulco (Continuación)—Como nació un poe 
ta, por, Edmundo D'Amicis (Conclusión). 
GRABADOS: Galería de bellezas montevideanas: se 
ñorita Marieta Machado; fotografía de Chute 
y Brooks, grabado de Emilio A. Cali y Compañía 
de Buenos Aires. 
—- 
Yo tengo la pasión de los crepúsculos 
vespertinos. 
Lo mismo en el cielo, que en el espíritu, 
pláceme los fulgores del sol que se vá, de la 
luz que se apaga, de la sombra que nace. 
El medio día, la ebu lición de las hojas 
doradas en los árboles verdes, la ebullición 
de la sustancia gris en el fondo del cráneo, 
no me apasiona tanto como las melancolías 
grises del ocaso y las melancolías grises del 
génio que decae. 
Hay que esperar á que lleguen esas pues 
tas de sol para poder decir si el dia ha sido 
hermoso y si el talento ha sido fecundo. La 
sombra engrandece; la sombra presta á to 
do una majestad solemne y desconocida; la 
sombra tiene un ala que se llama justicia y 
otra ala que se llama misericordia; en la 
sombra hay algo de glorificación, porque 
permite medir porentero el esfuerzo realiza 
do por la luz solar y por el fuego creador 
del artista. 
Por eso, hoy que empiezan á atenuarse 
los gritos de triunfo, y hoy que las multitu 
des empiezan á apartarse del coloso de hie 
rro, me parece que ha llegado la hora de 
hablar de Zola, pero no Jel Ztla secretario 
y jefe de grupo, sino del filósofo y del esti 
lista que ha dado vida á una literatura. 
Desde el principio de su carrera litera 
ria, Zola se hizo adepto de una escuela 
biológica muy en boga hoy, escuela que res 
ponde por entero al materialismo, de Mo - 
leoschol, y Buchner, que es como la médula 
de los huesos de este fin de centuria. Esa 
escuela biológica dice que la Naturaleza, la 
gran madrasta, sacrifica por entero el indi 
viduo á la especie, la parte al todo, la molé 
cula al núcleo, la abeja al colmenar. 
En todas las obras de Zola se advierte lo 
mismo; las personalidades se pierden en la 
masa; el coro ocupa toda la escena; el héroe 
casi siempre es la multitud; lo excepcional 
no existe, y el escritor nunca se manifiesta 
tan potente y tan grande como cuando se 
mezcla á los obreros de «Germinal», y se 
mezcla á los peregrinos de «Lourdes», y se 
mezcla á los soldados de «La Débacle». 
La escuela biológica de que hablamos es 
una escuela triste: es la escuela de! dolor y 
la desesperanza: es antiprovidencialista y es 
ciega como las fuerzas de que lo hace de 
pender todo, la gigantez del astro y lo invi 
sible del infusorio. 
Según esa espantable biología, el hombre, 
como el insecto y como la flor, nace sin otro 
fin que perpetuar su especie, continuand ; así 
la obra de la creación, que engendra á cie 
gas, indiferente, por el.mero placer de en 
gendrar, por odio á la inercia y por odio al 
vacio. No hay más que un bien, la muerte; 
no hay más que un consolador, el sueño; la 
vida es la excepción y por eso la vida es 
un mal. 
Desde Lajoie de vine hasta Pol Boui- 
lle, desde 7 cresa ‘Raquin hasta L’asommoir, 
prueban la influencia que esa biología ha 
ejercido sobre el espíritu y sobre el cerebro 
de Zola, explicándose asi la importancia 
dada por el novelista á todas las miserias 
de los sentidos, á todos los estremecimientos 
de la carne, á todas las bajezas de la lujúria. 
Dios no aparece en ninguna de las pá 
ginas de sus obras, como no aparece Dios 
en ninguna de las tendencia; dé la biolo 
gía que le ha hecho suyo. Mil pudría apa 
recer, dada la manera como Zola considera 
á la especie y al individuo. Dentro de esa 
biología, Dios seria un malhechor, un mons 
truo, desde, que crea para el dolor y hace 
de la muerte la gran consolatriz. 
Anulado lo providencial, la personalidad, 
con la amplitud que le han dado las escuelas 
espiritualistas, queda anulada Solo por ex 
cepción es digna de estudio* Lo que hay que 
estudiar es la masa, el núcleo, la especie, 
que es lo que perdura, lo que sobrevive, lo 
que se impone. 
Toda la obra de Zola está en eso, en lo 
que antee de. Si la obra es mala, es la obra 
de su tiempo, es la obra de las teorías filo 
sóficas predominantes. Las habrá abultado 
con su visión de artista, pero hasta su estilo 
es un reflejo de la esencia de aquellas doc 
trinas desesperadas y tristes de aprender. 
Zola, el Zola verdadero, hay que buscarlo 
en el final de Nana, en el pueblo que reco 
rre ¡as calles, ébrio de odio y lanzando es 
tridentes gritos de guerra; hay que buscarlo 
en La Débacle, en los cuerpos vencidos antes 
de luchar, arrojando sus armas sobre el 
polvo de los caminos y acechando la llegada 
de los convoyes. 
El escritor ha respondido á su tiempo: la 
democracia por una parte y la filosofía por 
otra, nivelando todo y suprimiendo á la 
providencia, han destruido al héroe en fa 
vor de la masa. Zola lo ha hecho también: 
su obra es buena, porque es la misma obra 
de su siglo. 
CÁRins ROXLO. 
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FRAGMENTOS DE UN POEMA INÉDITO ) 
Ruinas de una cartuja en el sitio más agreste 
y fragoso de La sierra—Es la caída de 
la tarde. 
EL VIAJERO 
Va la noche avanzando y la infinita 
tristeza de esta soledad adusta, 
como sueño maléfico gravita 
sobre todo mi sér. Hasta el más quedo 
murmullo de los árboles me asusta 
y oigo, al pasar, la voz con que me nombra 
entre la» ruinas escondido, el miedo 
que es hijo del silencio y de la sombra. 
Sólo contemplo en torno las señales 
del furor de los hombres. La pilastra 
volcada entre los recios matorrales 
por donde, llena de pavor, se arrastra 
rápida y undulosa la culebra; 
el siniestro perfil del muro hendido 
cuya negrura impenetrable quiebra 
de trecho en trecho, la.argentada luna 
con sus pálidos rayos; el graznido 
de agorera corneja que en alguna 
desquiciada cornisa tiene el nido, 
sola como el pesar; la cruz de piedra 
por cuyos brazos trepa y se entrelaza 
con mortífero amor lasciva hiedra, 
y cual recuerdo de extinguida raza, 
allá en el fondo, en su marmóreo lecho 
la escultura de noble castellano, 
con su heráldico escudo sobre el pecho, 
y en la espada feudal puesta la mano, 
todo en-desorden trágico se ostenta 
causando horror, como padrón de afrenta 
á la barbarie del linaje humano. 
¡Oh monjes, que en la celd i solitaria 
en tan agrios lugares escondida, 
rompisteis con el don de la plegaria 
todas las servidumbres de la vida, 
melio; la del dolor, y que sin ruido 
en ignorada sepultura, abierta 
por vuestras manos en el santo ejido, 
dormís en el regazo del olvido 
el sueño de que nunca se despierta! 
¿A qué asomáis la descarnada frente? 
No escuchareis como en aquellos dias 
llenos de vuestro espíritu creyente, 
los sacros himnos del salterio i'.e oro 
que est illando en solemnes melodías, 
desbordaban vibrantes desde el coro. 
Ni veréis ya por el espacio inmenso 
de la atrevida y portentosa nave, 
ascender la oración serena y suave, 
venida con s i túnica de incienso. 
Hl claustro en que vivisteis olvídalo;, 
como la ñor silvestre que en la grieta 
del nativo | eñón su aroma exhala; 
la campana que aún antes de la aurora 
turbaba la quietud de este desierto, 
con esa voz en que se queja y ora 
la humanidad que vive y la que ha mueito; 
el ara excelsa donde tantas veces 
en vuestras lentas horas de amargura, 
cual náufrago bajel que busca el puerto, 
los sollozos mezclados con las preces 
alzabais á región más santa y pura; 
hasta la clara fuente que en el huerto 
os brindaban las ondas cristalinas, 
¿en dónde e-tán? Con ímpetu y fracaso, 
como una inundación, de las vecinas 
cumbres bajó la turbulencia humana, 
y el sol que iluminó desde el < caso 
vuestro tranquilo hogar, á la mañana 
alumbró sólo calcinadas ruinas. 
¡Ya es más firme y segura vuestra fosa 
cubierta de orzales! Para ejemplo 
déla Intuía edad, ¡a fé grandiosa 
que alzó, tanta "basílica asombrosa, 
desplomándose va como ese templo. 
Aquel árbol de espléndido follaje 
que dilataba en tiempos más felices 
por encima del mundo su ramaje 
y en todas las conciencias sus raíces, 
so cuyo pabellón, siempre frondoso, 
la estirpe humana, en su espiral viaje, 
hallaba, sin cesar, sombra y reposo, 
del huracán, azote de la selva, 
aún sin romperse el ímpetu resiste; 
más ¡cuán herido, y deshoj ido, y triste 
hasta que Dios á renovarle vuelva!
	        
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