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LA VIDA MONTEVIDEANA
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II
Fermin y Elina continúan adorándose
con mas ardor y con mas íé que nunca.
Al par que escasean sus conferencias,
crecen, aumentan, toman mas vida y
vigor los inmarcesibles vínculos que los
unen.
Los padres de Elina se declaran im
potentes para conseguir que esta olvide á
Fermín. Todo es en vano. El amor es co
mo el fuego, cuanto mas se mueve mas se
aviva e inflama la llama.
Por último y como recurso supremo y
decisivo, de apagar la divina chipa que
vive en el corazón de los enamorados, re
suelven los padres de Elina, llevar ájesta
lejos de las miradas de su adorador.
En efecto, un dia, se embarcan, Elina y
sus padres, para un país vecino á pretesto
de cambiar de aires.
III
La tarde era lluíiosa. Parecia que hasta
el cielo se habia condolido de aquellas dos
criaturas que iban à separarse en breve y
que quien sabe si volverían ¿hallarse mas
en su paso por la vida.
Por un capricho de lo voluble suerte,
supo Fermin la inusitada partida del ángel
de sus ardientes creaciones de amante so
ñador. Compromisosde orden privado y es
pecial, impedianle ir en pos de su hechice
ra amada.
No obstante de esto, Fermin tomó pasa
je en el mismo vapor que conducía á Eli
na y en él la acompañó hasta un puerto
próximo al pais donde aquella iba á resi
dir, por voluntad de su inhumanos pa
dres.
Por el camino no se cambiaron una so
la palabra, pero si un ramillete de fra-
gancioaas flores, flores que las ardientes
lágrimas y los quemantes besos de Elina,
las habían marchitado. Flores que lleva'
ban en sus cálices, la esencia de un amor
tan casto como triste, si, pues las crista
linas perlas que rodaron de los negros y
seductores ojos de Elina, llenaban en si,
todo el sacrosanto aroma de su al-
afi 1 ma y la pálida ternura de su abatido es
píritu.
¡Cuántas cosas se dijeron los enamora
,^~,_*dos, con el dulce y misterioso lenguaje
IV
El vapor que conducía á Elina marcha-
as» ba presuroso.
Fermin lo veia alejar con la misma tris
teza que ve la cariñosa madre alejarse
para siempre al hijo que alimentó en su
seno y arrulló en su regazo.
El vapor se iba perdiendo poco á poco
en medio de la oscuridad del undoso rio.
Las luces palidecían hasta perderse del
tcdo. El pitar del vapor, al saludar á otro
que halló á su paso, apenas si llegaba
hasta Fermin, con esa indefinida vague
dad con que sale del pecho del moribun
do el postrer suspiro!...
Solo se oia como un suave rumor en
medio del solemne é imponente silencio
de la noche, el ruido lejano y confuso, que
producía el movimiento de la máquina del
monstruo de hierro. Este apenas escucha
do ruido, parecíale á Fermin el eco de
una extraña voz leyéndole la terrible sen
tencia de la eterna separación de su casta
Elina!...,
¡Cuantos suspiros se escaparon de lo
mus recóndito del alma de Fermin! ¡Cuan
tas amargas lágrimas bañaron las sedo
sas mejillas de la amorosa y púdica
Elinal....
Y
Ha transcurrido algún tiempo desde que
aquellas dos almas, nacidas la una para la
otra, viven ausentes.
Dicen que Elina continua llorando y su
friendo la mas acerba do todas las tortu
ras y que está demacraday triste. Fermin
sigue suspirando y desde aquel memora
ble y aciago dia, se le vé, melancólico y
abatido, vagar por las cercanias de la ca
sa que habitó su amada, pronunciando,
incesantemente, el para él sagrado y ben
decido nombre de su tierna y divinal
Elina!
Guzman DEL RIO.
Mercedes Oriental, Abril 6 de 1898.
* ò
°Bn el álbum de C R. ttf.
Era una chispa que vagaba errante
por el espacio azul del firmamento,
era una chispa de brillante y oro,
de dos vividos astros era un beso;
era girón de Apolo desprendido,
rútilo fleco de aurorai incendio,
era una chispa, pura y diamantina,
vagabunda en las rémiges del viento.
Y en los azules ámbitos buscaba,
para oficiar de sol, límpido cielo,
mas un cielo apartado, do pudiera
única ser y ¿esparcir su fuego,
un trozo de cendal inmaculado
donde lucir cual mágico lucero, ^
do la lnmbre de soles ardorosos
no la eclipsara con fulgorsmiestro.
Y ora el instante en que la regia altura
abandonabas por venir al suelo,
en que, arropado en gasas blanquecinas,
emprendías, querube, tu descenso,
que Dios formóte en su morada augusta
y ve hácia el mundo, balbuceó al momento,
ángeles faltan eu la tierra triste,
mi mansión quede con un ángel menos.
Y tú cruzabas la región del éter,
las blancas alas del candor batiendo,
cuando, errabunda, la dorada chispa
hasta tu lado dilató su vuelo
y vio tu frente de hermosura inmensa,
posóse en ella y penetró al cerebro
y de cielo tan puro enamorada
hizo explosión de luz... y fué talento...
Ju¿.n Carlos MENENDEZ.
San José de Mayo, Abril 8 de 1893.
Contaba yo veinte años, y sentía
tan hondo malestar,
que á un doctor muy amigo que tenia
resolví consultar.
No sé, le dije, lo que eu mi alma siento
que me hace estremecer;
ni sé si es alegría ó sufrimiento
lo que agita mi ser.
Y si un ave el espacio dilatado
ven mis ojos cruzar,
se despierta en mi espíritu angustiado
deseos de volar.
Y el sol, la nube, el bosque, la pradera,
el arroyo y la flor,
llevan á mi alma una emoción sincera
que aumenta mi dolor,
¿Cual es, doctor, la causado ese llanto
y de mi loco afán?
en vuestra ciencia, que yo admiro tanto,
¿algún nombre le dan?
Al médico, que oía silencioso,
le miré sonreír,
y dijo al fin con tono cariñoso:
son ánsias de vivir!
II
Mas pasaron diez años, y sentía
tan raro malestar,
que á aquel doctor amigo que tenía
le volví á consultar.
No sé, le dije, lo que eu mi alma siento
que me hace estremecer;
no es alegría, nó, ni sufrimiento
lo que agita mi sér.
Todo me causa enojos; el hastio
reina en mi corazón,
y ya no sueña el pensamiento mió
ni abriga una ilusión.
De mi vida la Carga bien pesada
llevaré hasta el final:
—Hoy nada espero, ni me importa nada:
¡hoy todo me es igual!
¿Cuates, doctor, la causa de ese tédio
que me sigue doquier?...
-Qué:mal es este, que ningún remedio
* G f o
' consigue ya vencer.
El módico que atento me habia oido,
pretendió sonreir,
y dijo al fin en tono conmovido:
¡son ánsias de morir!
Eukiqük RIVERA.
Montevideo, Abril 9 de 1893.
La carta, de Juanito
(Traducido del francés para «La Vida Montevideana»)
... Juanito tomó, pues, la
nación de escribir una carta a a
gen. De esta historia creereis J\
queráis; me la refirieron, y os la cuen
tó.