4
Vida MontevidèaNA
¡Cuán felices mi bien, si arrodillado
De nuevo mi pasión te repitiera,
Y mi enferma cabeza se durmiera
Al arrullo argentino de tu voz, ’
Y al despertar de ese éxtasis sublime
Como en fuego divino arrebatada
Se encendiera en la tuya .mi mirada
Y se unieran los labios de ¡os dos!
^¡Cuan felices mi bien, si en tu cabello
Donde retrata su color la noche.
Aun se meciera el purpurino broche
De aquella rosa que en su fleco até;
Y pudiera enlazar como en un día ’
A tu mano blanquísima mi mano,
^ en un arranque de pasión profano
Jurarte Dios para entregar mi fé!
Y que au nque loco sepultar pretendo
Del olvido en el antro tenebroso,
Se eleva de las sombras, majestuoso,
transformado en imájen de mujer!
¡Pero no, por piedad! Llega oh imájen!
De'mi ilusión castísima, primera, <
La lira esta vibrando, es porque espera
Con tu arribo la ardiente inspiración;
Alma de mi alma hasta mi pecho llega,
Ven por piedad mi musa idolatrada,
Ven, que si faltas, la existencia es nada:
¡Nó se puede vivir sin corazón!!
Ubaldo Ramón GUERRA.
Las Piedras, Diciembre 11 de 1897.
¡Imposible... imposible!—No hay matices
En los jardines que el invierno ha herido,
Ha abandonado la avecilla el nido
Y no escucha la selva su cantar;
Ya no queda de! místico santuario
Más que ruina tristísima y callada,
La virgen del altar, fue derribada
Y se ha roto en pedazos el altar!
Sólo queda el recuerdo de aquep tiempo
En que soñé con alcanzar la gloria,
Verdugo que remueve en ¡a memoria
Las heridas mortales del ayer*
sd;
Para mi distinguido amigo
Cayetano It. Mendoza
os últimos rayos de luz dorando
el ocaso, nos presentaban un es
pectáculo admirable, tiñendo las
nubes que semejaban inmensos
copos de flotante espuma, es
puma de una blancura de armi
ño. Ei cuadro era seductor. El sol parecia
confundirse en un abismo de nubes, lleván
dose en pos de si, su luz templada y acari
ciadora.
Yo estaba á orilla del mar.
El vapor se balanceaba rítmicamente
sobre el espejo de las ondas, enorme y
negro, esperando la hora de la partida.
Los pasajeros se paseaban sobre cubierta,
alegres y decidores los unos, tristes y pensa
tivos los otros.
En la playa multitud de lienzos blancos
agitábanse en los aires mandando el adiós
de despedida á los viageros.
Esos albos pedazos de hilo, como intér
pretes de aquellas almas, aumentaban aún
más la belleza del crepúsculo....
La luz huía....
El sol se ocultaba. La obscuridad aparecía
cual luctuosa gasa, ó como nube de melan
colía.
Allá, en las regiones del éter, una estrella,
temblorosa, como si viniese á escuchar,
curiosa, las tristezas de la tierra, anunciaba
la llegada de la noche.
En las entrañas del vapor, cantos alegres
parecían querer auyentar las lágrimas de
despedida; y con los últimos rayos que el
1
A?
;
-Jé»
e»
íK-Vr.%
m
Un paso sobre el arroyo Cuaró Grande — ( de fotografía )
sol dejaba en las garras de la noche, esten-
dianse las primeras sombras, mudas como
un secreto y medrosas como un niño.
Una vez más todavía—la última! —lancé
una mirada pesarosa al bajel, escudriñando,
y oí en^ aquel momeríto el ruido monótono
de su vientre de hierro y el postrer silbato
que parecía decir ¡ adiós'
Agustín SOLLA.
Montevideo; Diciembre 11 de 1897
§P
¿Versos?—tres días há que lucho en vano
Por encontrarla fórmula sonora
Qne encierre el pensamiento sobrehumano
De un canto á ¡a mujer que me enamora.
Si un pasado de dichas está lejano,
La tarde de la vida, no la aurora,
Con fulgores de sol americano
De mi pasión las cúspides colora.
Muy pronto tornará!..,. Tinto en sonrojos
Su rostro de odalisca, nieve y rosa,
Ale besarán en su esplendor sus ojos.
Y, entonces, al cantar las maravillas
De los placeres de la» edad dichosa
La besaré, llorando, de rodillas!
Francisca C. ARATTA.
Montevideo, Diciemrbell de 1897
*t.rç r
1 R & B B' S g O S
mirado á través del prisma de
dicha y he contemplado allá,
lq léjós,-una sombra semejante
uña nube tempestuosa que se
¡solvía en forma de mujer.
Era la tentación del deseo y el
desengaño de la satisfacción.
* /.
* *
Enloquecido por la pasión seguí á una
mujer encantadora'con formas de diosa y
gracias de querube.
Después que su indiferencia me hizo ol
vidarla, la he contemplado en el salón de
baile y tras las gasas de su tocado, rosa he
mirado su corazón: se asemejaba á las rui
nas de un templo abandonado.
*
* *
No hay gracias en la tierra ni encantos
en la altura, cuando el alma está triste; todo
llora, hasta la luz del sol que se parece á la
de los cirios del túmulo.
*
* *
1 odo en la vida pasa y concluye como el
humo que desvanece el aire.
La amistad, el placer, los encantos de la
primera edad, las satisfacciones del éxito,
la humildad, el orgullo, todo! todo!
Sólo no pasa el cariño de la familia.
*
* *
lie soñado que en sus lábios de coral de
positaba un beso, pero, al hacerlo, he tem
blado: ellos tenían la frialdad del mármol
S