28 LOS DOS HERMANOS.
—¡Cómo! ¿quieren V. permanecer salvajes?
Cuando todos los departamentos que nos rodean
se civilizan vamos nosotros á continuar viviendo
como lobos en medio de nuestros bosques?
— Nosotros no somos más lobos que los demás,
aullaban aquellos poseídos, en el colmo de la
indignación; lo que queremos es conservar nues-
tro bienestar y que no nos roben.
Aquel día el señor Jaime no pudo lograr nada,
ni siquiera ser escuchado.
ceja y ceja llevar adelante un negocio. Además,
la idea sola de combatir á su hermano y humi-
llarle á los ojos de sus administrados, hubiera
bastado para que no retrocediese. Así pues, el
día siguiente salió para la subprefectura y de esta
para la capital del departamento, de donde re-
gresó cuatro ó cinco días después.
El domingo siguiente reunió de nuevo al con-
cejo, á cuya convocatoria no faltó un solo miem-
bro, temiendo que en su ausencia se votasen las
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Al primer golpe de vista conocí que la bestia era excelente.
Juan, al saber el resultado negativo de la se-
sión municipal, se frotó las manos de contento.
—Bravo, dijo, veo que todavía queda un poco
de sentido común en la comarca. Lo que necesi-
tamos es religión; dinero, ya tenemos bastante.
Por desgracia abundan que da grima los pillos
que venden su conciencia á cambio de un estanco,
de un destino de una cruz ó de una pensión. Ese
camino vecinal sería la ruína de la gente de bien
y la gloria de los pillos.
Y al ver entrar á su hermano Jaime todo pen-
sativo en su Casa, se reía.
Pero nuestro alcalde no era hombre que cejase
ante ninguna dificultad cuando se metía entre
gavelas. Bornic, el comerciante en maderas, decía,
al entrar en la sala capitular, que Claudel quería
un camino para que le saliesen más baratas las
mercancías; á lo que Claudel replicaba que si tal
lograba las vendería, con beneficio de sus parro-
quianos, á más bajo precio. Bornic, sin embargo,
no admilía estas razones, y repetía que lo que el
droguero haría sería embolsarse la diferencia.
. En esta disputa, el señor Jaime llegó y cada
cual ocupó su respectivo asiento en medio del
mayor silencio.
El señor Jaime me hizo seña de que escribiese
lo que iba á oír de sus labios, se puso en pié y
habló en estos términos.