EL ILUSTRE DOCTOR MATHEUS.
hazte:allá:para:que pueda cocer los huevos. Si el
señor doctor quiere pasar al comedor, pronto iré
allá... En que: se reza un Padre Nuestro, todo
está arreglado. Y tú, Cucu Peter, puedes ir á
abrevar al caballo del doctor, pues no está Nic-
kel en casa por haber salido esta mañana para
regar el prado grande.
—De mil amores, señora, allá voy, dijo Cucu
Peter saliendo. pd
“El ilustre filósofo. entró. en la sala. -
Jamás Frantz Matheus se había encontrado
ni más tranquilo, ni más satisfecho de sí propio
¡ni de la naturaleza; la brisa matinal había des-
pertado su apetito; oía el fuego chisporrotear en
el hogar, mayar al gato, y á la viuda barrer de-
lante de la puerta, tarareando el antiguo cantar
de Karl Ritter:
Si me amais, yo os amaré,
Yo os amaré,
Yo os amaré,
Tan pronto contemplaba el antiguo reloj de
Nuremberga, amarillo, carcomido, con su esfera
de porcelana con chillonas flores y su cuclillo de
madera que daba las horas, ingenioso mecanis-
mo que no dejaba de llamar la atención del ilus-
tre filósofo; otras veces, paseando, se detenía
frente una ventana y dirigía sus miradas sobre la
plaza de Oberbronn.
Allá y junto al pilón verdoso en el que caía un
hilo de agua cristalina á través de un largo caño
de madera, se hallaban reunidas las muchachas
de la aldea, en mangas de camisa, saya corta y
los piés desnudos. Estaban lavando sus ropas y
.Aalborotaban y se llamaban unas á otras. El doc-
tor sonreía al contemplarlas con tanto desparpajo
y en actitudes tan graciosas y desenvueltas, que
para él tenían algo de mística coquetería. :
Bruno bebía en el pilón, y de vez en cuando
volvía la cabeza como para saludar á Matheus:
Cucu Peter hacía chasquear su látigo, y tiraba flo-
res y piropos á las frescas lavanderas que reían
á más y mejor de sus gracias.
Cucu Peter quiso, sin duda por venganza, abra-
zar á la más bonita de todas; entonces las risas y
algazara crecieron de punto: todas se levantaron
y abalanzándose á Cucu Peter empezaron á gol-
pearle con las paletas y las piezas de ropa cho-
rreando agua.
A pesar de tan inopinada acometida, el muy
bribón no soltaba la- muchacha, al cuello de la
cual estaba asido, y gritaba con alegría:
—¡Ah! ¡qué bueno, qué bueno! ¡pegar, pegar
cuanto queraís! ¡Pues poquito que me gusta á mí
que me peguen!
"Y todos los vecinos salían á las ventanas, y to-.
dos reían, y las viejas chillaban, y los perros la-
draban..... y Cucu Peter mojado como una “sopa
y hecho una miseria, repetía, mientras procuraba
atraer así á lo muchacha:
+ —¡Ea, un beso,por el amor de la peregrinación
de las almas! : a
- —Ah tunante, decía Matheus, y qué discípulo
más cuco me he echado. EE
-*Por fin, al ver que los campesinos, garrote en
mano, se dirigían :á él: con la sana intención de
secárle 4-palos la mojadura, Cucu Peter cogió de:
la brida á Bruno, y saltó por encima del pilón.
entró'en lá cuadra gritando: 0. 00. 0
E
..—Qué bonitas son las muchachas de .Ober-
bronn. Son dulces como las cerezas y duras
como las avellanas. 25 EA
Quiso después echar el cerrojo, porque los
campesinos estaban furiosos. - . : Did,
Por desgracia, el hijo del guarda-bosque Ludo-
vico Spengler, á cuya novia había abrazado Cucu
Peter, llegaba á la cuadra á tiempo que éste, y
ponía su garrote entre la puerta y la pared para
impedir que se cerrara. SAA
Entonces todos se precipitaron en la cuadra, y
Cucu Peter gritando como un diablo, decía:
—Amigós míos, mis queridos amigos, todo ello
ha sido pura broma, pero broma inocente, y sin
más fin que reir un poco.
No fué floja la broma que le dieron. Le sacaron
fuera y empezaron á descargar tal nublado de ga-
rrotazos sobre sus costillas, que era una bendi-
ción de Dios.
—¿Conqué, dulces como las cerezas? le decía
uno á tiempo que le arrimaba un coscorrón.
—¿Conqué, duras como las avellanas? Y repe-
tían el porrazo.
—¡Oh qué bueno es esto! profería Ludovico re-
torciéndole los brazos con rabia.
El ilustre filósofo, testigo de aquella escena,
gritaba desde la ventana:
—i¡ Valor, valor, Cucu Peter! acepta esta prue-
ba ántropo-zoológica con la resignación de un fi-
lósofo. Da las gracias á esos guapos mozos por-
que trabajan por tu transformación moral. Hace
ya tiempo que he notado que perteneces á la fa-
milia de los pájaros de la especie voluptuosa que
se alimenta de capullos, de flores y frutos los más
delicados. Sin embargo, creo que algunas leccio-
nes como ésta acabarán por hacerte renunciar á
tus instintos sensuales. :
El pobre Cucu Peter se volvía hácia la venta-
na donde estaba el doctor, con aire compungido
y suplicante, como diciéndole.
—Quisiera verte en mi lugar, con todos tus
principios ántropo-zoológicos.
Sin embargo, el discurso de Matheus produjo
sus naturales efectos: los campesinos, admirados
del aspecto augusto y de las gesticulaciones del
filósofo, fueron aproximándose á la ventana, y
_Cucu Peter pudo aprovechar estos momentos
para escapar y esconderse en la cuadra.
Casi la mitad de la aldea se encontraba bajo la
mirada de Matheus, formando círculo, y por de- .
lante y de costado y por detrás le observaba y
examinaba con verdadera curiosidad.
Figuraos cuál no sería el entusiasmo del ilus-
tre filósofo; de buena gana les hubiera abrazado
á todos; no cabía en sí de contento. y satifac-
ción. . Sel Y GEA a
—Frantz, murmuraba éste entre dientes, hé
aquí la hora de tus predicaciones: es evidente
que el Sér de los seres, el gran Demiurgo es el
que reune este numeroso auditorio á fin de que
puedas convertirlo; es preciso estar ciego para:
no' reconocer en todo esto el dedo de Dios.
Era tal su emoción, que durante algunos minu-
tos no pudo articular palabra; se sonaba, exten=
día las manos, 'abría la boca; los argumentos se
amontonaban en:su cerebro tan atropelladamen=
le y tantos, que no sabía por dónde. empezar;
hubiera querido decirlo todo de golpe...