S VYL MARIDO DE
QU
Jo)
DOS MUJERES.
e. cd e
Ella se acercó al gentil-hombre, y le añadió
en voz baja.
. —Tened cuidado, desconfiad de Alberoni.....
jugais la cabeza en esa partida.....
—¡Callaos, callaos, en nombre del cielo!--
balbuceó Largy bastante pálido.
—Decididamente' es una bruja,--pensaba en
tanto el Vizconde de Loca-A vena. !
Viola Reni se separó al punto de la primera
fila de señores que formaban un círculo alre-
dedor de ella, y derecha se dirijió á M. de Sal-
llé, en presencia del cual ella se debuvo. Helion
* sintió que un frio glacial se apoderaba de todo
su cuerpo. : dS
—Y vos; señor Marqués, --le dijo ella;--¿nada
teneis que preguntarme?
—Nada. , Ad
—¿Qué teneis entónces?--repuso la jóven.--
Cualquiera diria que yo 05 causaba miedo.
—0s engañais, señora: es que no quiero sa-
ber nada.
—Hablaré sin embargo. ;
Ella cogió una mano que el gentil-hombre
le abandonó despues de una débil resistencia:
ella pareció, durante algunos segundos, estu-
diar sus líneas, y enseguida, con voz dura, se-
ca y metálica, ella continuó:
—Señor Marqués de Saillé, el veneno no ma-
ta siempre, y á veces el incendio no quema.
—¡Ah!--murmuró Helion dando un paso atrás
con un movimiento de horror.
Viola se tornó al lado de los cortesanos.
—Sosegáos, señores,-"repuso ella:---no se
trata de un crímen..... sino de una aventura
amorosa, y el caballero de Saillé me ha enten-
dido perfectamente.
Estupefacto por esta insensata audacia, Ge-
rardo se decia:
—¡Nos va á perder!
—¿Quién será esta mujer?--se preguntaba
Helion al mismo tiempo.
Pl
VIOLA SE ATREVE, FELIPE CREE,
GERARDO TIEMBLA.
El Regente se acercó á la adivinadora, y le
dijo: :
—Ya lo sabeis, Viola Reni; yo no he dudado
nunca...... Instintamente creia en vos, y ahora
tengo la prueba para creer mejor. Vuestra
ciencia es sin límites, como ella es sin rival.
Voy á interrogaros á mi vez, pero lo que teneis
que decirme, lo necesito vir solo. Seguidme.
El pasó el primero y abrió la puerta, dando
entrada á un salon que formaba parte de los
departamentos particúlares. z
Viola, marchando detrás de él, dijo estas
palabras al oido de Gerardo:
—Ven, y oculta cualquier sorpresa..... do-
mina toda emocion..... El momento terrible se
acerca..... Hé aquí la grandeza ó la muerte.
Ella entró. M. de Noyal entró detrás de ellos,
Y la puerta se cerró. :
—¿Quién es este hombre?--preguntó Felipe
asombrado,
—Mi dueño y mi amigo, monseñor,--respon-
dió Viola,--mi guía y mi sosten..... Caballero
de antigua estirpe..... el Conde de Noyal.....
-—Familia de Anjou, si no me engaño..,..--—-
interrumpió el Regeñte, que conocia admira-
blemente todos los blasones de las provincias
de Francia.
-—Sí, monseñor,--replicó Gerardo inclinán-
dose.
—El ha sido el primero que dirijió mis pasos
en los difíciles y oscuros senderos de la ciencia,
--replicó la jóven.—Yo no puedo pasarme sin
él. A veces mi espíritu fatigado cesa de estar
lúcido; á veces mi inteligencia se o.Curece..... él
las disipa..... él me reanima y me dá fuer-
zas... .. Suplico, por tanto, á V. A. R. de no ha-
cerle apartar de mi lado. Una tumba guardaria
menos bien que éllos secretos, cualesquiera que
ellos sean, confiados á su lealtad.
—Puede quedarse;--murmuro el Regente do-
minado.
—Viola Reni levantó su velo, descubriendo
asi susoberbia frente, cerrada de cabellos ne-
gros, y su pálido rostro de ojos profundos.
F elipe de Orleans la miraba dominado, co-
mo los creyentes de otros tiempos debian mi-
rar la pitonisa dispuesta á subir sobre el trípo-
de. Viola Reni fué la primera que usó de la pa-
labra:
—¿Qué revelacion espera vuestra Alteza de
mi?---preguntó.
- A mí toca, Viola,--respondió el Regente,--
leer en mi alma.....
—Dadme vuestra mano, monscñor.
Felipe obedeció. Viola tomó esta mano, so-
bre la que ella fijó sus ojos durante un tiempo
tan largo, que el Regente exclamó:
—¿Y bien? ;
—El pensamiento que os ocupa, monseñor,
--comenzó la jóven,--es terrible, incesante,
mezclado de dolores y remordimientos.
—Es verdad, es verdad,- - murmuró Felipe;--
continuad.
—Monseñor,--replicó Viola; —habeis poseido
muchas mujeres, habeis tenido muchos amo-
res, ó por mejor decir, muchos caprichos. Uno
solo, entre todos estos, ha dejado en vuestra
alma un recuerdo profundo, vivo inaltera-
Mba
—Si, sí,--repitió el Regente,--¡uno sólo! Vio-
la, habladme de esa mujer..... habladme de
ese ángel, cuya memoria es en mi constante.
—¡Dejadme tiempo, monseñor, dejadme
tiempo para evocar el pasado!....
Y sin esperar respuesta del Regente, Viola,
sepultando la cabeza entre sus manos, pare-
ció absorberse en una meditacion profunda.
De repente un grito sordo se escapó de sus
lábios. > :
—¿Qué teneis?--preguntó vivamente Felipe.
—Monseñor,--respondió la jóven con voz su-
plicante.--Monseñor, mandadme” callar. Man-
dadme cerrar los ojos, porque lo que estoy
viendo me horroriza.....
—Hablad, hablad.--gritó el Regente,--y de-
cid lo que veais. :
—¡En nombre del cielo, monseñor, tened
piedad de mi,--replicó la joven juntando sus
manos, --no0 me obligueis á hablar,
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