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Ó LOS TITANES DEL MAR 15
—Eran D. Lorenzo y su secretario. ¡ ,
—Pues lo que es esos, no creo que puedan salir á des-
mentirnos. hi
—Por esa razón, podemos muy bien tomar sus nombres
y sus destinos. | dada |
——Ya me diréis qué es lo que yo he de hacer para re:
. presentar mi papel. | a
Cesar le indicó cuáles eran las funciones que había de
desempeñar, é igualmente llamó á Rojas, confiriéndole el
cargo de su mayordomo y á Angel que pasaría por su
criado. | A dedo
—Pero, ¿y Bernardo?—dijo Arregui.—¿Qué papel va
á representar en esta farsa? a de A
El de capitán del barco en que hemos venido, barco
que hemos dejado en la bahía de la Luz, porque á conse
cuencia del temporal que hemos pasado, no he querido
continuar más tiempo embarcado y vamos á emprender la.
marcha por tierra... 00000 000 A Ai
- —¡Por tierra! —exclamaron sorprendidos Rojas y Arre-
gui.—¿Vos sabéis lo que decís? Nos perderemos cincuenta
veces y ¡quién sabe si caeremos en manos de los indios!
—No paséis temor, —repuso Cesar sonriendo.—No nos |
“perderemos en el camino, ni éste será tan largo como 08
imagináis. Pe ARE AL AA A
| —Vos os entenderéis, —repuso Rojas. —Sois el jefe, y á
nosotros sólo nos toca obedecer. | E | DA
—O morir,—repuso Arregui;—porque no podemos des-
conocer que la empresa que vamos á acometer es bastante |
arriesgada. PR E A A
—En eso precisamente, —dijo Cesar, —esta su verdade-'
ro mérito.—Si no hubiera riesgo, carecería de impor-.
—Mo parece que, habiendo llegado á Panamá ÚnICa-
- mente con un pequeño cambio de nacionalidad, habríamos |
podido conseguir... O A
—Desde luego; pero expuestos siempre á que cualquie-
“ra nos conociese y, sobre todo, teniende que fiarnos úni
camente de lo que nos dijesen otros. Ahora ya es diferen
te. Un visitador de nuestra lo ojal Ao ee
lo todo, verlo todo y apreciar hasta el detalle más insig-
- nificante sin excitar sospechas.