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«»» Una de las balas hirió 4 Mercedes
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Ñ camerika nis SCheg 7
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lima infamia de un malvado
«
EL cited i DR LOS VENCIDOS :
La Pepa A A da. por Los Ulloneha sem
| la consternación, no sólo en Lima, sino en otras. P
- ciones del interior.
Los fugitivos, que en distintas direcciones dll ma;
- ehado abandonándolo todo en poder de los vencedores,
- revistieron todavía con más terribles colores ol. «2ON tre
de que habían sido victimas. E de
. virr ? poco desp MN
por otros que iban llegando, se supo la de algunos j je:
a oficiales de gran prestigio en la ciudad.
E Como se comprenderá mi o! las. autoridade 8
reunieron inmediatamente, 1 rnadc
- del Callao para que fuese
e eRbegoal: SEA a en. nto
vs : LA BANDERA ROJA
cargo del virrey, empezó á-tomar todas las disposiciones .
- necesarias para tranquilizar los ánimos y organizar la
- defensa de la ciudad, en el caso de ser atacada por los
- piratas. ?
Pero no pensaban éstos en semejante cosa. |
Pérdidas notables había tenido el ejército Real, pero
también muy grandes las habían sufrido los Titanes. |
Entre los muertos, se contaban los dos hijos de Sancho
Ramírez, el hermano de Soledad y dos ó tres de los capi:
-tanes que más fama tenian entre los suyos. pS
El ejército colonial había tenido cuatrocientos muertos
y setecientos heridos, contándose entre estos últimos Ar-
- gúíelles, Miguel y Florencio, que estaban muy graves.
Gurrea también estaba herido, pero su lesión era de
poca importancia y podía seguir ocupándose de la gober-
- ¡ación de la colonia.
El ataque había sido rudo y no estaba mal dirigido;
los soldados del virrey eran más numerosos que los de la
colonia, y, por lo tanto, fué necesario luchar con encar-
- nizamiento para poder conseguir la victoria. N
Los piratas habían hecho quinientos prisioneros, y la
- primera medida que tomó Gurrea fué ponerles en liber-
- tad, dándoles el encargo de que condujesen á Lima los
- cadáveres del virrey, de Gaspar y de los más importantes
¡jefes que habían sucumbido en la lucha. ] |
- Al mismo tiempo, y como presumía el efecto que había
) causar en Lima la derrota de aquel ejército tan per-
ctamente pertrechado y con cuyo triunfo se contaba,
envió á las autoridades un pliego diciéndolas que procu-
rasen tranquilizar á la población, pues los Titanes no
pensaban en hostilizarles, con mayor motivo estando
ausentes muchos de los jefes principales.
- También los indios auxiliares habían sufrido pérdidas,
pues especialmente la tribu del Jaguar, dejó en el campo '
cien de sus mejores guerreros. e A
- Este jefe indio fué el que puso en libertad á las muje-
res apresadas en virtud de las indicaciones de Gaspar,
lenándole de sorpresa haber encontrado en aquella co
_marca desconocida para ellos, aún habitando en las mon-
tañas inmediatas, aquellas ruinas. ....
- La circunstancia de pretender hacerse fuerte en ellas
S
Ó LOS TITANES DEL MAR | 9
la columna que operaba por aquel. lado y á la cual iba
persiguiendo el Jaguar, le causó la muerte de gran nú-
mero de los suyos, pero se apoderó de la posición y enton-
ces, con el mayor asombro, encontró que estaban allí las
mujeres que tanto habían buscado.
z —Pero tú,—exclamó Leonor...
La primera pregunta que Leonor hizo cuando recobró
sú libertad faé:por Bernarda. 02000
- Felizmente el joven, si bien como la mayoría de los
jefes, estaba herido, fué de escasa importancia su herid.
- El joven corrió á verá su madre y á su amada, taz
luego supo lo que había pasado y él fué quien les llevó la
Noticia de la muerte del virrey y del secretario.
_ _—Pero tú,—exclamó Leonor con una expresión inde
_—Cribible,—¿has tenido parte en la muerte del virrey?
os LA BANDERA ROJA
| —No. ¡Y por Dios vivo! —repuso el mancebo,—que lo
siento. Yo había dicho á todos mis amigos que me encar-
gaba de él, y Miguel dispuso que me hiciese cargo de la
columna que se adelantaba por el centro. .. |
-— —Miguel hizo muy bien, hijo mío,—repuso Leonor
- abrazando á Bernardo.—Ahora puedo contestarte á una
pregunta que tantas veces me habías hecho. Ese desgra-
- ciado que ha muerto, era tu padre. Ese ha sido la causa
de la desgracia de toda nuestra familia. ¡Que Dios hayz
- tenido piedad de él! En q , | |
Bernardo besó la mano de su madre y solo dijo:
¡POLÍ Y Manta: madres pra? 2. o
- Después, como los, deberes de su cargo le llamaban
lejos de allí, y eran muchas las obligaciones que sobre él
pesaban, faltando tantos jefes, dijo al Jaguar que acom-
pañase á las danias y él se dirigió á Arica. po
Juana, se instaló á la cabecera del lecho de Miguel,
lo cea o Soledad tuvo que hacer con Florencio, pues
el estado de ambos, era bastante grave.
-—— Argúelles, no tuvo á su lado más que la madre y la
hermana de Angel, que al verle solo y sin familia, allí
donde todos tenían alguien que por ellos se interesara, se
dodiaaron Er caian.
- Siendo el gobernador del Callao, la primera autoridad
el virreynato, hasta que en la corte se tuviera noticia de
_lo ocurrido y se nombrase la persona que había de susti-
uir al principe de Esquilache, al recibir la comunicación
le Gurrea, se apresuró á contestarle diciendo que se con.
gratulaba con la idea de que los Titanes depondrían su
hostilidad contra la plaza, desde el momento que había
desaparecido la persona contra quien, por razones que
no era del caso recordar, 1
os jefes principales dirigían a |
Que confiaba en lo que Gurrea le decía y esperaba que o A
do regresase Cesar, las relaciones comenzadas enton-
es, se cimentarian mucho más.
Ó LOS TITANES DEL MAR
AL
UNA DESAPARICIÓN
Nadie en Panamá se había dado cuenta de lo ocurrido
la noche anterior. do Ral AE E
Unicamente Mariano, el gobernador, Vargas, Lorenzo
y Cortazar estaban enterados. NA
Este último ya vimos en el cuaderno anterior, que
había muerto á manos de Angel, que de esta manera libró
á Carlos y á su vez se libró de un rival peligroso. os
-— Pero esta última parte, la ignoraban aquellos perso-
¿AO O O a JO e p
el fué que su sorpresa no conoció límites, cuando al
amanecer, advirtieron en el puerto que el lugar que ocu-
paba la fragata Astuta, estaba vacio.
Al cerrar la noche, habían observado los marineros y
pescadores que frecuentaban el puerto, que una gran
a chalupa, llevando cincuenta soldadus, mandados por un
capitán, había abandonado la fragata y los soldados ha
bían subido al barco pero no habían salido de él.
Así fué que al ver por la mañana que el barco habí
desaparecido, se hicieron toda clase de comentarios.
Po queréis decir, D. Mariano?
Pronto llegó á noticia de Mariano, que inmediata-
mente se fué á ver al gobernador
-—. —¿Ha sido con anuencia vuestra, —dijo,—como se h:
dado á la vela la fragata de esos filibusteros?
- ¡Con anuencia mía! —exclamó el gobernador.—¿Qué
_—Que la fragata ha desaparecido.
- —¿Pues y los soldados que yo envié para que se apo
¡derasón de sar e os ido ala
-. H—Avos os toca averiguarlo, señor gobernador. .
qe yo me había encargado, que fué de coger á ese je
de los Titanes que tenía amores con la hija de D. Lore
6 ¿esca á la Circe, donde Cortazar ya le habrá colgado.
e alguna entena, todo ha salido á maravilla. De lo de-
ÍA PA MB ra | a
El gobernador se apresuró á llamar á sus
6 LA BANDERA ROJA
- supo que los cincuenta hombres que estaban en la fragata
no habían regresado á su cuartel.
Esto quería decir, desde el momento que el barco no
estaba en el puerto, ó que los habían muerto los piratas,
ó que los llevaban prisioneros.
Pero ¿cómo podían haberlo realizado cuando la tripu-
lación, según ellos habían podido juzgar al visitar la
fragata, se componía de treinta y cinco hombres y los
soldados eran cincuenta? | | ]
Fuera lo que quisiera la verdad era una sola.
Que la fragata había desaparecido sin que nadie se
diese cuenta de ello. al Y
Otros barcos había en el puerto, más ó menos próximos ,
-á donde estaba fondeada la Astuta, pero ningunc había
observado nada.
Tampoco estaba el bergantín que había echado el
ancla, en la parte más lejana y solitaria del puerto.
-— Esto era más extraño todavía. | Sr !
Aquellos dos buques, parecía que no tenían nada de'
¡OOMÚNE 00 : | ria AIR
-——Ni aun sus tripulaciones se comunicaban, y, sin em-.
- bargo, los dos buques habían desaparecido del mismo
- modo misterioso. EN | O O V
- En breve espacio corrió la voz por la ciudad.
Todo el mundo se puso en movimiento y las autorida-
des no sabían qué pensar ni qué hacer. | a
Lo peor de todo era que no tenían en el puerto nin-
guna embarcación de que poder.echar mano, para salir
E en persecución de las dos que se habían escapado.
Cuando Mariano habló con Vargas y Lorenzo y les.
dijo lo que ocurría, Vargas movió la cabeza á uno y otro
- lado con expresión de disgusto y dijo: das
Mucho me temo que la Circe sea la que tenga que
- sufrir las consecuencias. E AS ii ¡
- —¿Qué queréis decir, señor Vargas? —preguntó alar-
mado el padre de Mercedes. CIDO
—Decís que el capitán D. Carlos ha sido conducido á.
la guleta y... Po ER AS
- —Y lo que es Cortazar, no se habrá andado con con-
- templaciones, porque tenía órdenes muy severas. Antes de
- salir del puerto, si á mano viene, ya le habría ahorcado.
4
Ó LOS TITANES DEL MAR 7
—Para hacer eso,—repuso Lorenzo,—no tenía necesi-
dad de marcharse de aquí. Tal vez ese espectáculo ha-
bría servido de lección para los otros. E
. —Como que no había otro barco disponible, y todos
estábamos conformes en que la llegada de esta gente
: —¿Qué queréis decir, señor Vargas?
- podía ser anuncio de alguna otra expedición más grande,
| Ln o orden de que explorase el mar hasta la bahía de —
a Luz. racha PE Dee Atado e
-. —De todos modos, no me parecería mal,—dijo Var-
- gas, —que hiciérais presente a. Sr. Gobernador que aún
- cuando sean algunos de esos barcos costeros, que salgan
- á ver si descubren los dos que se han repens, ¡a 2
- Che. Son embarcaciones ligeras que con buen viento ca:
- minan mucho, mientras que los otros son barcos más pe-
8 LA BANDERA ROJA
sados y como saben que aquí no hay nave de poder que
pueda perjudicarles, fácil es que no apresuren la marcha.
Mariano se apresuró á ver al gobernador, porque no le
pareció desacertada la idea de Vargas y efectivamente,
poco después, abandonaban el puerto cinco ó seis lanchas
de las más ligeras y dando al viento todo,el trapo, se ale-
jaron en distinto rumbo. ette Da
108
DONDE SEEVÉfQUE REDONDO NO ERA TONTO.
Muy sorprendido quedó el segundo que llevaba Carlos |
'á bordo, cuando vió penetrar en la fragata aquellos sol-
dados, cuyo jefe le mostró la orden que llevaba del gober-
- Dador, para posesionarse del barco hasta nuevo aviso.
a La tripulación quedó sorprendida, mucho más al ver.
que el capitán decía con la mayor sumisión: dile
"No puedo explicarme en qué se funda el señor go-
- bernador para obrar así. No trato de discutir con vos,
señor capitán, pero mañana veré yo á Su Excelencia
para saber á qué obedece semejante resolución. Podéis si
es ocupar mi cámara, y vuestros oficiales las de los
mios. Sa a coda AA E A
- Los soldados fueron distribuídos entre la cubierta y el -
suente, dejando una pequeña guardia en el castillo
entrep
- de popa. A
¿Cómo desconfiar de quién obraba de este modo?
-——— Elcapitán y sus oficiales aceptaron gustosos el ofre-
- cimiento que les hizo Redondo de algunas botellas de
vinos de España, y del mismo modo también fueron aga-
sajados los soldados por los marineros de la fragata.
Dos horas después de este agasajo, lo mismo los oficia»
_les que la mayoría de los soldados dormían á pierna
colo barsa O OA a ANDES TAO
- Entonces empezaron á salir de la bodega hasta ochen-
ta Titanes que estaban escondidos allí, y guiados por Re-
- dondo empezaron por desarmar á los oficiales que seguían
; durmiendo, atándoles perfectamente, después.
Ó LOS TITANES DEL MAR 2 A
Del mismo modo hicieron con los soldados que había
en el entrepuente. )
Todo el vino con que el segundo de Carlos había obse-
quiado á la tropa del gobernador, estaba hábilmente pre-
parado, y tenía sueño aquella gente para algunas horas.
_. Ein breve espacio no quedó despierta más que la guar-
dia que había en el castillo de popa, pero no necesitaron
emplear mucho esfuerzo los piratas para desarmarla y
conducir todos los individuos de ella, al lado de sus com-
pañeros. des i ES A e
-- Una vez que todo esto estuvo hecho, Redondo mandó
soltar todos los botes, hizo amarrar algunos cabos á la
fragata y á remolque, con gran cuidado la sacaron fuera
del puerto. Entonces, recogió los botes, largó todas las
velas y al amanecer ya se encontraba á bastante distan-
cia de Panamá. he o Odo do
| Cuando empezaron á despertar los oficiales y soldados,
se encontraron con el desagradable espectáculo de ver
frente á ellos los ciento treinta piratas apuntándoles con
los fusiles, al par que Redondo les decía: e
-— —Como los Titanes del mar, no están acostumbrados
- á dejarse e he tenido más remedio
que obrar así. He podido quitaros la vida, como com»
_prenderéis, pero he preferido emplear este medio. Dentro
e poco, llegaremos á una playa donde os desembarcaré
ara que podáis decir al Sr. Gtobernador como proceden
- los Titanes. Sed prudentes y no paséis temor por vuestra
existencia que no corre peligro alguno.
- Como que cuanto hubieran tratado de. hacer, era '
inútil, pues además de estar atados y desarmados, los pi-
ratas les duplicaban en número, no tuvieron otro reme-
dio que TOSIEDAMO os o, PA er
- ¡Desde el momento que la Astuta, lo mismo que el ber-
—gantín de Angel, se habían aproximado á Panamá, el
exceso de tripulación que llevaban se había encerrado en
la bodega, quedando visible únicamente, la indispensable
Gh
- para las maniobras del buque —
Una vezfrente á la playa que Redondo había dicho
procedióse á botar al agua los botes, y la chalupa armada
con dos pedreros y se procedió al desembarque de los pri-
—Bloneros.
y h
10 ¿LA BANDERA ROJA
¿La chalupa tripulada por veinte hombres armados,
estuvo protegiendo el desembarque. de |
Una vez verificado este, los botes regresaron á bordo y
la Astuta que se había mantenido á la capa durante la,
operación, siguió su rumbo. Qu
Cuando el capitán y los soldados llegaron á Panamá,
las noticias de que fueron portadores aumentaron la in-
quietud. AS | CA. OGVIEA | | |
Los soldados especialmente, no se recataban de decir
que aquel barco, que todos habian creído sencillamente
mercante, era una formidable embarcación de guerra con
treinta y seis cañones que nadie había podido ver por lo
cero ocultos que estaban y con ciento cincuenta
emonvios de tripulación, capaces de cualquier cosa.
Esto unido á la desaparición del bergantín, al que juz-
- gaban también compañeru de la fragata, hacía presumir
| qee graves acontecimientos se aproximaban si como había
dicho Mariano, refiriéndose á lo que Isidoro había oído,
esperaban la llegada de otros barcos. RENALES 4 SERA
- —Ahora solo falta, —decía Mariano,—que estos dos
buques tropiecen en el mar á Cortazar y si este ha llevado
á cabo como me dijo la ejecución del jefe Titán, sus com-.
qe dmca quieran vengarle y perdamos también la go-
» deba :* Pi: 0 AGO DOTA ad h
- Y partiendo de esta base, se desataba en improperios
contra Gregorio que aún cuando inconscientemente, como
decía, había tacilitado el camino á los primeros piratas
qUe se presentaron allí, bajo el aspecto del Visitador ge-
- neral y su séquito. | AMO STR IDE UR
- Y continuando por esta pendiente, llegaba hasta Mer-
- cedes y Angel, cuyo afecto supo comprender y que pro»
- dujo el desafío del pirata con Cortazar. quel
La actitud en que últimamente se había puesto la jo-
ven y.su negativa tan enérgica á ser la esposa de Corta-
- zar, le hizo caer entonces, si entre aquellos piratas recién
- legados, estaría Angel, y si podría haber hablado con la
- joven, y de aquí su manera de hacerle frente. e
Como es consiguiente, dado el carácter de aquel hom-
- bre, al pensar en todo esto, se le ocurrían incidentes,
- que al ocurrir, no les dió importancia, pero que entonces
80 1d OACONULO y MUY grande: 0). 0
o.
Ó LOS TITANES DEL MAR
Y pensando en todo esto, cuando llegó á su cane; dijo
á su secretario:
—Dispon!o todo, que esta misma tarde nos vamos se
Chorrito. .
IV
EN COMPLETA REBELIÓN
Pnecdis di estaba Meviabo por su ellicastólo, ceñudo el
rostro y dominado por la cólera, murmurando:.
en que todos se han puesto. He sido débil hasta ahora,
pero en lo sucesivo ya sé lo que debo hacer. Ese indio es
malvado. El ha sido quien ha hecho malos á los otros,
- pero todos lo han de pagar bien caro. No se imaginan que
aún cuando tarde, he llegado á conocer su juego. Grego-
rio no tendrá más remedio que afirmar lo que yo diga. ¡Si
su compañero, lo mismo, pero Gregorio me ayudará á ano-
nadarlos. Mercedes se casará con Cortazar ó y si tanto se
obstina tendrá que seguir la misma suerte que siguieron
otros. Es preciso que mi camino quede despejado.
- En este momento se abrió con violencia ja puerta del »
aposento y. Mercedes apareció en ella, e
dicar Marcelino?
—Como no sé lo que to ha dicho... :
-—Que esta tarde nos vamos á la. hacienda. ,
-—Pues es verdad. | nó
-_. —Vos podéis ir solo. Yo no puedo marcharme esta tar- ua
- de,—repuso la joven resueltamente. a >
- —¿Y por qué no puedes marcharte? PA
-.. —Porque estoy comprometida con e de aa y sE
María y Azucena, para irá dar un paseo por el mar, en
? la galera que ha comprado nuestro amigo. EN
—Ni Vergara consentirá en semejante paseo y aún i
cuando AS: ES no niaota mi aa poa cas ae
oi
- —No tengo duda. Desde aquel funesto día en que Gre-
gorio trajo á mi casa aquellos hombres, data la actitud
_le tengo en mi poder! No puedo decir de Romualdo y de .
—¿Es verdad,—dijo la joven,—lo que me acaba porta. in- o
12 LA BANDERA ROJA
—Dueño sois de no demorarlo, pero yo he resuelto
acompañar á mis amigas y las acompañaré.
—Si yo Jo consiento. |
— Y sino lo consentís, lo mismo. No queréis convence-
ros de que ya han pasado los tiempos en que yo era una
masa que manejábais á vuestro capricho. Hoy quiero
hacer lo que mejor me plazca. Pap
-—Y yo en virtud del derecho que me asiste y del de.
ber que tengo, impediré que lo hagas. y
-. No hablemos de deberes, porque vos menos que otros
podéis hacerlo. SES | ;
—Basta, Mercedes. Esta discusión es inútil. En esta
- casa debe hacerse mi voluntad. | ]
-———Los que quieran sujetarse á ella.
—'Tú, la priméra. 2 |
_—¡Yo! |
—Tú, sí. Sá oda : : ren A
-__ —Pues bien, sabedlo,—repuso la joven exasperada. —
Yo menos que nadie. TALES $ deis
- —¡Mercedes! ud a RA
- —Lo que he dicho, lo repito. Y no me hagáis que ha-
- ble, porque podría decir mucho. .. E |
Mariano, no pudo menos de quedarse suspenso un mo-
- mento, mirando atentamente á la joven...
Esta, cual si comprendiera que había hablado más de
lo que debía, quedóse algo confusa... a
- — —¿Quieres explicarme: lo que has querido decir con
esas palabras?—dijo Mariano dando un paso hacia su
e eo Dblbmos eso, —repuso ésta y no hablemos más. —He
- dicho que estoy comprometida con mis amigas para esta
- tarde y mañana iré á la hacienda. EE Ea NACION
-. —¡Buenas están tus amigas también! Lo que es la hija :
de D. Lorenzo, ya podía honrarse con el amante que tenía.
Afortunadamente yo he podido evitar que ese noble ca-
allero tuviese algún disgusto muy grave.
«—Siempre Os habéis mezclado en asuntos que no os
portan, para hacer daño á personas que no os han he-
DAR QU bi o aa ri Ol ba la
sí hubiera yo descubierto antes quien era aquel
) Angel, aquel bribón digno de todos sus demás
e
A
-Ó LOS TITANES DEL MAR 13
compañeros y habría evitado la herida del pobre Cortazar
y todo lo que sobrevino después. | ]
—No sé que tenga nada que ver lo que estábamos ha-
blando con sucesos ocurridos hace tiempo. Aquellos se-
ñores podrán ser lo que quieran, pero para nosotras se
portaron como unos caballeros. | |
- + —Caballeros ladrones. Como estos que gracias á mi, se
han podido descubrir ah Ya habrá dado Cortazar
na ( | | había echado tu a:
buena cuenta del novio que se ia | IA
_¡Pluguiera al cielo que también el tal D. Angel esti
entre todos los demás que al fin caerán en nuestro pc
Iba á contestar Mercedes con alguna violen:
pudo dominarse y dando una vuelta para marcha
LA BANDERA ROJA
—Da modo que quedamos en que vos os iréis esta tar
de y yo mañana.
—He dicho que esta tardá vendrás conmigo y basta.
Cortazar habrá llegado tal vez con la goleta al surgidero
y aa de quedar conformes en algunos ate Nss para la
boda |
! —Razón de más para que yo no haga falta, porque
todo cuanto podáis acordar, es completamente inútil. Ya
os lo he dicho.
—Me in:porta poco lo que tú hayas podido ea He
dado mi palabra y ya sabes que nunca falto á ella.
—Vos podéis dar todas las palabras que queráis, pero
como yo no he dado la mía...
—Tendrás que hacer mi voluntad y nada más. ¿Acaso
pretenderás negar á tu padre la autoridad que tiene |
sobre ti? |
- —¿Y que sucedería si se la negase?—dijo resueltamen-
- te la joven.—¿Acaso creeis vos ejercer sobre mi esa auto
- ridad tan ilimitada? Recordad que... o
Y Mercedes temerosa de lo que iba á decir, cortó rápi-
- damente la contestación añadiendo: —
- —Pero es inútil que hablemos más. He dicho que no
- me caso con Cortazar y no me casaré.
Y sin añadir más palabras salió del aposento.
Mariano se quedó durante un buen espacio mirando la
- puerta, por donde había desaparecido su hija. |
Su rostro tomó una EApronoa. terrible y con voz sorda
: murmuró:
- —Dos veces ha estado á púnto de decir algo que no le
ha convenido sin duda. Ese algo ha de referirse á hechos
- pasados. ¿Quién se los ha dicho? Los que tenían conoci-
miento ds ellos y que me habían prometido callar. ¡Necio
de mi, que no he sabido destruir cuanto se relacionaba
con ese pasado. ¡Oh! Pero nunca es tarde, — prosiguió
con una expresión espantosa, —y juro por quien sOy, que
ninguno de ellos me ha de asustar más..
Aquella tarde, Mariano marchó á la hacienda dels”.
Chorrito, quedándose Noroedes en la Nasca hasta % si.
PRO día, ; | | EL
Ó LOS TITANES DEL MAR
Vv
LOS DEFENSORES DE MERCEDES
- Antes de salir de Panamá Mariano, tuvo una larga
conferencia con Marcelino... ) ] 3 a
- El ayuda de cámara, ya recordará. el lector que era
hombre abonado para todo y sin duda debieron quedar
conformes Mendoza y Marcelino, porque al separarse, dijo
el primero al segundo, entregándole un puñado de onzas:
—No escatimes nada con tal de que resulte todo como
deseo. a nat i E
¡ Cuando D. Mariano Mendoza llegó á la hacienda, lo
] rogar que preguntó á Basilio Moreno, su mayordomo,
—¿No ha venido Gregorio por la hacienda? j
- —No, señor. Y por cierto,—añadió el interpelado,—
que no quisiera que se acercara por aquí, hasta que su
hija haya bajado de las Peñas Negras.
-— —Ya sabes que ella se empeñó enir. A
—Pero también debéis recordar, que Gregorio al dejar
en la hacienda á Luz para dar gusto á la niña Mercedes,
-lo primero que dijo fué que cuidado como dejásemos que
fuera á las Peñas Negras. Ella como es natural quiere á
Isidra, la india que la sirvió de madre, pero los hijos de -
Isidra tienen tan mala fama y tales cosas han hecho...
—Yo no puedo hacer más de lo que hice para evitarlo. .
- —Sin embargo, todo pudo evitarse con que hubiera
ido á Panamá con niña: Mercedes. 00
—¡Quita de ahí! Basilio. Sin,duda que mi hija podía
presentarse con una compañera como Luz.
.—Es la hija de un hombre, que no podéis negar que Os
ha servido muy bien. E
-—También yo le he pagado...
-—Mucho menos de lo que merecia. ..
_—Vamos, bueno, —dijo Mariano frunciendo el entre-
- cejo,—lo mejor es que vayas tú á. las Peñas Negras y te
traigas da Dd A A
-—- —¿Y por qué no puede ir Leonardo, señor?
—Porque Leonardo tiene que ir al lago de las Perlas. .
cae Y LA BANDERA ROJA
| == Peligroso es el viaje, —dijo Basilio mirando Sjamen- de
_tolá su amo. . /
—Otras veces lo ha hecho. |
” —Pero siempre con exposición. Ya lo sabéis.
—Leonardo es valiente y tú sabes que. ha salido
—Tantas veces puede ir el cántaro 4 la“fuente, «
fin ze e una en que se quiebre. , 10
us No sucederá asi por ahora, Dios mediante. Que
mos en que tú irás á las Peñas Negras. | sy
_—¿Cuando? ]
—Cuando quieras. Mañana.
'—¿Y no fuera mejor, que pues taislllo vos quien llevó
á La á la casa de Isidra acompañado por vuestro ayuda
de cámara, diéseis á este el encargo de ir á buscarla? |
Marcelino se ha quedado en Panamá al frente de
otros asuntos que hacen necesaria mi presencia ó la suya. -
- No muy satisfecho quedó Basilio con la orden de su
amo. | id
Y cuando tuvo ocasión, dijo á Leonardo: !
- —¿Sabes lo que sospecho? E
ia dh á qué? —preguntó el reía sorprendido, de
- —¿No te ha dicho nada el amo? 5, a
A e.
—Puos quiere enviarte á la Laguna de bt Porlas..
—¿Otra vez? |
yo he de ir á las Peñas Negras. ADA A
Ea la niña? ¿Vaá quedarse aquí sin ninguno. de nos-
; otros? |
-—— —Así parece. Sin duda durante nuestra ausencia que:
rrá obligarla á que se case con Cortazar. |
: o creo más que y0d9: 980, amigo. ¿Dónde está Mar-
celino
-. —El amo ha dicho que se ha quedado en Panamá dom ña |
de hace falta su presencia. :]
- —Todo eso lo veo py OSCULO, Basilio. To lo digo fran-
camente. e |
-- —También . á mí me ha: parecido lo. mismo. No sé como :
-no ha venido Gregorio ya. Desde que nos dió aviso de que
iban con D. Angel á Panamá, y le dijimos que Luz estaba
en las Peñas Negras, no le hemos vuelto á ver. De e. ca
| aneras yO o una Em: y EE td
Ó LOS TITANES DEL MAR | a 17
—¿Qué? k e
—En primer lugar que tú y yo estamos muy amena-
zados. PA | Ant: | ñ
— —Hace años que lo estamos, amigo Basilio. AS
-_. —Pero hoy presumo que lo estamos más que nunca.
Mendoza quiere privar á la niña de sus guardianes. Le
eatorbamos; no ha podido darnos muerte las veces que lo
ha intentado y ahora ha ideado algo, que sin duda le pa»
recerá que ha de darle resultado seguro. cae |
—Puede que así sea. 1... O
—Por lo tanto,—añadió Basilio, —soy de opinión que
ninguno de los dos vayamos solos á esas dos expedicioneé.
- Dos hombres como nosotros bien pueden hacer frente á.
ocho asesinos, mientras que uno solo concluiría por dejar
la piel en sus manos. Oda eE
- —¿Y crees que debemos esperarnos en un sitio conve-
ma ios ll seda lo de las Peñas Negras que lo del
_—Desde luego, de ese modo daremos tiempo á que
venga Gregorio y se haga cargo de su hija.
—Pues así lo hemos de hacer.
Durante todo aquel día, no regresó Mercedes á la ha-
o ra o ES Ue
Su padre, después de la incomodidad que habían teni-
do AO an DUO o ÓN
-. —Ya que no quieres obedecer á tu padre, yo me mar-
cho como he dicho esta tarde, pero mañana por la noche
te espero en la hacienda. No me obligues á que venga á
- buscarte, porque entonces te costaría muy caru.
... Deesta manera tenía tiempo para que Leonardo y
- Basilio hubiesen marchado ya, para los destinos que había
pensado. E O AO
i Pero Mercedes,” por lo mismo que la había exigido
; rre rad 0 bso día por la noche, no quiso ha-
O at PA e A ORO A TA A Di
Basilio, por más que su amo le dijo que podía aprove-
- Char aquella tarde para marchar en busca de Luz, dij
- que hasta el día siguiente no saldría. ——.—.
Leonardo, no debía partir para el Lago de las Perlas
hasta aquel día y ya habían quedado donde se reu
di LA BANDERA ROJA
Mendoza estaba contrariado porque no quería que la
joven encontrase todavía 4 los dos en casa y no pudo
menos de felicitarse cuando vió que aquélla no iba.
vI
ANGEL DESEMBARCA
No le costó gran trabajo á la Astuta, encontrar al
Osado. | a ONEO !
- — Angel y Carlos una vez dueños de la Circe como que
tenía necesidad de algunas reparaciones, y debían llevar-
- la á remolque, disminuyeron la marcha para llegar á un
| Er parole que precisamente estaba á espaldas
de la hacienda del Chorrito, un poco más lejos de donde
-, terminaban las tierras de Mendoza. | |
Merced: á esta circunstancia y al mucho andar que
- tenía la fragata que iba con todo el trapo y favorecida
por el viento, pudo el vigía anunciar alegremente:
-——¡El Osado á estribor! .... a 00 |
-—— Deigual manera también Carlos y Angel reconocie-
ron la fragata; y ambos barcos se pusieron al habla y
Redondo pudo explicarles todo lo que había pasado.
-- Los marineros y soldados que habían quedado de la
Circe, todos desarmados y sujetos en la cala del buque,
Carlos pensó en dejarlos en tierra para que se marcharan
á Panamá si querían. o
-— Pero Angel se opuso y Gregorio le secundó. A
-'—Por ningún estilo, —dijo.—Esta gente no debe por
ahora ir á la ciudad. Es necesario que se ignore que ha
sido de la goleta. Esto aumentará el temor en la plaza.
- —¿Entonces que hemos de hacer con esos prisioneros?—
progunto Carlog: 4. 0 A ES!
--—Lleváoslos en la fragata,—repuso el indio,—y en la
bahía de la Luz, ya encontraréis medio de dejarlos. Dice
bien D. Angel. Cuanto más tarden en Panamá en conocer
la suerte de la corbeta mucho mejor. Podéis llevaros
también la corbeta y allí hacerle todas las reparacio-
ÍÑ necesarias. Precisamente ya creo que deben haber -
y
E E
Ó LOS TITANES DEL MAR . 19
llegado 6 estarán para llegar, lós barcos de la Tortuga y
de los, Titanes. - ye de
Carlos comprendió que tenían razón sus amigos y lle-
_vándose consigo la corbeta, abandonó aquellas aguas ha-
ciendo rumbo para la bahía de la Luz.
Solos ya Angel y Gregorio, dijo éste: dd
— Ahora ya ha llegado el momento de que yo me ocupe
- de mí. Es necesario que hable con Mendoza para saber
Porque razón acompañó á mi hija álas Peñas Negras,
donde le tenía expresamente prohibido que la dejase ir.
La niña Mercedes me lo dijo en Panamá y no he podido - :
hablarle antes porque no quería dejaros abandonado.
—Yo os acompañaré Gregorio,-—repuso Angal.—Aho:-
ra ya podemos respirar con alguna tranquilidad porque
hemos conseguido librarnos de un enemigo peligroso y
Carlos ha recobrado la libertad. De modo que iremos por
tierra á Panamá. | | ER A A E
—Antes tocaremos en las tierras de la hacienda para
saber si Mendoza está en el Chorrito. ARE
-—No lo creo. Seguirá en la ciudad. o AE
_. —Si así fuera, no me disgustaría tampoco porque po-
dríamos hablar con Basilio y Leonardo para acordar de-
finitivamente lo que hemos de hacer. Ya está próximo el
día en que todo se aclare y es menester que no se esuape
don Mariano. o O ] eS
| Precisamente esta resolución la tomaron el indio y
Angel el mismo día en que Basilio y Leonardo salieron de —
la hacienda para desempeñar las dos comisiones que su
amo les confiara. A O
También aquella misma mañana, llegó Mercedes dd
hacienda. a e
Mucho la sorprendió no encontrar á Basilio como
siempre, para recibirla y preguntó por él... Up
- —Él amo le ha enviado lejos de aquí, —la contestó
uno de los criados. A A pue E
—Y Leonardo, ¿dónde está? Ad
— También se ha ido hoy al Lago de las Perlas.
Mercedes frunció el entrecejo. Ad
| Y se marchó inmediatamente á las habitaciones de
¿Md A A a
Este no la dijo nada á pesar de que había llegado d
,
AN
20 LA BANDERA ROJA
pués del día que la ordenara, y dió orden á dos de sus
- criados para que se dispusieran á acompañarle para ir á
- recorrer la hacienda, | | )
| Precisamente cuando estaba ciñéndose la espada y
- colgándose del cinto dos pistolas, entró la joven.
Al verle, le dijo:
—¿Qué? ¿Váis á salir?
—Sí,—contestó secamente.
— ¿Dónde está Basilio, guc no le he visto?
_—Lo he tenido que enviar á las Peñas Negras. |
- —Yo creí que seríais vos quien iría á buscar á la hija
- de Gregorio. ll Pe y nd
- —¿Y que culpa tengo yo de que se quisiera quedar
con la 1Isidra? e io acid ]
- —Ya sabéis que os dije que no la dejárais. No sé qué
le diréis á Gregorio cuando venga. te ein
- —HEsas no son cuentas tuyas. a CN e
-. —Es verdad. Pero enviar á Basilio á las Peñas Negras,
donde sabéis que no le A A
- —Mira, Mercedes, déjame en paz y no te mezcles para
nada en mis asuntos. NO Ae a
- —Debo mezclarme, porque sl á Basilio 6 á Leonardo,
los dos criados antiguos de mi casa que tanto me quieren
les sucediese una desgracia, por causa. vuestra, podría
creerse que... ...00:. Oo
O NA Rd
- —Pues que lo habíais hecho con intención. Demasiado
1
comprendo que no les queréis bien. 00
-. —Entonces ¿por qué les tengo tantos años á mi -servi-
cio? —repuso Mariano con violencia. 0 lis. AM,
- —¿Por qué los tenéis?... Porque algo media entre vos
ellos, que tal vez os obligue. oa aid pra
Mercedes, eres sobrado audaz y ya estoy cansado
e todas esas audacias. Bn mi casa dueño soy de obrar
como mejor me plazca y disponer de mis criados según.
me convenga. Tú, lo mismo que todos, no tenéis más Deo
remedio que hacer. mi voluntad.
_—Pues recordad bien lo que os di go, —contestó la joven
on entereza;—si á, Leonardo ó á Basilio les ocurre algo
r culpa vuestra, entonces seré yo quien os diga lo que RS
W
podéis esperar.
Ó LOS TITANFS DEL MAR : A:
Y la joven abandonó el aposento. . ]
Mendoza concluyó de ceñirse las armas y sonriendo E
de un modo más amenazador que cuanto hubiera eras: E
decir, salió poJe después de la hacienda. A
VII
EL ENCUENTRO
Cumido desembarcaron Gregorio y pe por más
que la ensenada donde se hallaba el barco estaba perfec-
tamente escondida, el indio había dicho al joven que
hiciera desembarcar veinte hombres de los suyos, los cua-
les podrían estar ocultos en un bosque lindante con las
ds presion de la pisada; por. sl de ellos tenía necesidad
- Angel |
Por si este caso aba al joven se había provisto de
media docena de cohetes y en caso que hubiera de ques.
- rir el auxilio de su gente, les daría. Mago io |
-——Blindio conocía muy bien la gente con quien trataba
- y sabía lo que era Mendoza. !
Quedaron en que si éste se encontraba en la hacienda, |
era lo más posible que estuviese también Mercedes y en
| este caso, él la daria aviso para que fuese ¿ encontrarle.
Acordado esto, Angel se detuvo en un punto que le
indicó Gregorio, donde había un manantial con cuyas
aguas se regaban parte de las tierras y que para distin-
guirle de otros, se le denominaba el Manantial Grande. -
-— Elindio siguió hacia la hacienda y pronto encontr
lus trabajadores de Mendoza, á Sra preguntó si es
se AmO estaba en el Chorrito.
¿Com la. contestación Afrmativa. se. dirigió hacia. la
caga. e de E
de Mercedes, como. pas en hdd: ocasiones poco" don
pués. que abandonó las habitaciones de Mendoza, ordenó
que' la preparasen su caballo y armada con un fusil, como
siempre hacía cuando se lanzaba á aquellas excursiones
| e marchó sin tomar una dirección determinada.
Sin embarg ! hubo ado momento: en me algo" se |
99
22 LA BANDERA ROJA
-— rrió á su mente que la obligó á refrenar el caballo y que
- la hizo decir: | | .
: —¿Por qué no he de ir yo á las Peñas Negras? Es
Y llamando á uno de los trabajadores que había por
allí, le preguntó: | :
—¿Hace mucho que ha marchado Leonardo?
—Todavía no hará dos horas que ha pasado por aquí
- diciéndonos lo que se había de hacer hoy durante toda la
- jornada. At |
-*. —¿De modo que no volverá hasta la noche?
-————Ya sabe, la niña, la distancia que hay hasta las
- Piedras Negras. eE
- —¿Iba solo, Leonardo? |
- —¡Yalo creo! El mayoral Leonardo no tiene miedo á
los indios de las Peñas ni á los bandidos, sus compañeros.
- Ya le conocen éstos. A e
Mercedes continuó su camino un buen rato y después
- cambió la dirección. et OR
—Voy á ver si alcanzo á Leonardo,—dijo.
¿Y puso el caballo á galope. . A dia,
Pero de pronto apareció, en la pequeña plazoleta del
- Manantial Grande, Angel que había visto desde lejos á
- la joven y la reconoció. AS o 8n
"Mercedes, sorprendida al ver al joven, detuvo el caba-
- llo exclamando: | dE : pe
- —¡Vos aquí!
On
—Ya lo véis. ¿Vísteis 4 Gregorio?
No. ¿Ha venido con vos? E DO Lil
-— —A vuestra casa se ha dirigido para daros aviso de
mi llegada. ¡Tenía el pobre tantos deseos de saber algo
o AA o pS, E
O 0 A de |
-— —Si no hubiese sido por vosotros ya habría ido á ver
á Mendoza para reprenderle por haber dejado á Luz en
Fingar que Es a a
- —Pues no le habrá encontrado en la hacienda,
_—¿De modo que únicamente á la casualidad debo el |
IO A O a AS
- —Y tan á la casualidad. Como que á no haberos
encontrado, ya estaría en el camino de las Peñas Negras.
—¡Vos! —exclamó Angel sorprendido.
Ó LOS TITANES DEL MAR | 23
—Sí. No puedo negaros que hoy. me encuentro uy.
peo omo
or qué, si es que puedo saberlo? - e
—Porque tengo el presentimiento de/que se fraguajun
crimen cerca de nosotros.
Pero de pronto apareció 0
AR
Ñ
Qué decía! ¡Un criment ¿Toméis, Acaso, que Cor-
bazar, vi?
—¡Oh! Betlonada que no os he preguntado por vuestro ES
amigo, que según : dijo Gregorio, ae caido. en. sus
manos. os
—Ya está libro Carlos, y Cortazar n no o ha de molestar= |
nos más. oa
—¡ Cómo!
24 : LA BANDERA ROJA
e En breves palabras refirió Angel «lo ocurrido--en la
Circe, SR
Al menos no volverá Mendoza á martirizarme con
- la amenaza de ese matrimonio. nao
—¿Pero ese crimen que decíais...? ia !
Es verdad. Tal vez no se realice, tal vez los temores
- que me agitan no tengan razón de ser, pero como que ya
tengo tantos antecedentes... | |
- —Decid, Mercedes, decid qué es lo que teméis.. i
-——¿Os ha dicho algo Gregorio de esas Peñas Negras
- donde está su hija? o V
- — —Me ha hablado de Ja nodriza de Luz que es una
india, cuya familia es muy mala; de unos bandidos que
se ocultan en esas Peñas y que forman causa común con
los indios; que sospecha que esos bandidos son cómplices
ó temen á Mendoza, y que por todas esas razones no que-
ría que su hija fuese á ver á su nodriza. NE
-—— —Pues bien, los temores de Gregorio están justifica»
dos. Yo no sé, porque no es fácil leer en el malvado pen-
4 .
samiento de mi pariente Mendoza, qué idea se le ocurrió
'é hablar á Luz de su nodriza diciéndola los deseos que 50d
tenía de verla. La pobre niña se conmovió, y cuando.
Mendoza dijo un día que iba á ir á las Peñas Negras,
estuvo rogándole que la llevase consigo. Así lo hizo y DN
cuando volvió dijo que Luz había querido quedarse unos
ae 00m las TMdión. ia A a a
-— —¡Oh! Pues Gregorio querrá ir al momento á buscarla,
orque si no lo hizo cuando se lo dijísteis en Panamá, fué
or no separarse de nosotros. e OS
- —Ya ha ido Basilio á buscarla hoy mismo, —repuso
Morbalal: 0 o La e a ii ad
- —Entonces el pobre Gregorio estará satisfecho.
- —¿Y si yo os dijera una cosa, Angel? Eo A
ue esa marcha de Basilio á las Peñas Negras y de
l vez que sea un lazo.
e Un lago! ¡DA QUe seDLdO?: 0 AO
—Los dos, ya sabéis que velan por mi, que se han im-
to por lo que saben á D. Mariano y no ha tenido más
edio que respetarme. Varias veces, en un sitio yen
Leonardo, al mismo tiempo, á Lago de las Perlas, puede
Ó LOS TITANES DEL MAR A
otro han estado Basilio y Leonardo á punto de perecer, y
si han salvado la vida ha sido á costa de esfuerzos de su
valor y de su previsión. Pero hoy, me ha; chocado que
Marcelino, su famoso ayuda de cámara, desapareció en
Panamá y aquí tampoco le he encontrado, y ese empeño
en que mis dos amigos fueran á emprender esas eii
ciones peligrosas... !
—No continuéis, Moroedes, pila el joven. interrum-
A por donde se va á esas Peñas y parto a
en seguida. - 7
o iba A dirigirme á ellas cuando os he encontrado.
po marchemos al punto. Tal vez tengáis razón.
-—No puedo aceptar vuestra Ayajsio ra REN qa: cau: e
saría vuestra muerte también. Ea | me
- —¿No váis á arrostrarla vos?.
-—No, Conmigo no se atreverán. |
- —Tengo cerca de aquí gente que nos. acompaño.
- —¿De veras? |
- —Abhora lo versis. Esperad un momento. Ari
- "Y el joven no quiso hacer uso de los cohetes por no
nt Mamnale la atención, pero como el bosque estaba tan pró-
Ximo, echó á correr y peo después vagreshla. acompis
E _ñado de sus hombres.
No hay necesidad de tantos, —dijo Mercedes. —Pero
lo malo es, que Basilio iba á caballo, yo también y...
—Y nosotros estamos á pie. ¿No es eso?—dijo Angel.
Guiad y ya veréis como no nos quedamos atrás. X
-——Doblemente animada con aquel refuerzo, Mercedes,
poniendo el caballo al paso ó lo más á un pequeño trote,
-. se alejó del Manantial Grande para entrar rol
at bus En Serritorio rocas pd es: Teñas mien Mr
ab
y mn
FRENTE Á FRENTE
Ad ei tablé ¡Holgado e la. Je ls dida todo |
¿de criados le recibieron con la afabilidad de costumbre.
Al saber que no: estaba red |
a li su y contrariedad: y
0% y PA -LA BANDERA ROJA
e ésta aumentó al decirle que tampoco estaba Mer-
cedes. ¡ A
E —El amo no tardará, —dijo uno de los criados. —Según
ha dicho iba á dar una vuelta por los prados del ganado,
ds porque como el Sr. Leonardo se ha ido con una comisión
el amo al Lago de las Perlas... | qe |
—¡Cómo! ¿Otra vez ha ido Leonardo allí? “¿No está
escarmentado con lo que le pasó últimamente?
—El amo se lo ha dicho... |
- —Y él no ha debido ir,—repuso Gregorio. —¿Dónde
está Basilio? EAT |
—El Sr. Basilio ha ido á las Piedras Negras.
—¿Qué estás diciendo?—exclamó el indio con acento
- descompuesto. —¿Que Basilio ha ido á las Piedras Negras?
-. —Si, señor. Hará ya más de tres horas que se marchó.
El semblante del indio expresó algo que no pudieron
- Comprender los criados. ) As ?
- - Empezó á pasearse por la galería que rodeaba la
hacienda, murmurando: Sed A
-— —Este hombre quiere que la catástrole venga antes
- de lo que pudiera creer. ¿A qué ha ido Basilio á las Peñas
Negras, donde sabe que le esperan para darle muerte?
¿Es que ha ido á buscar á mi hija? ¿Y es Mendoza quien
- le ha enviado...? ¡Oh! Aquí hay algo muy grave que temo
adivinar. ¡Leonardo y Basilio ir á lugares donde ya han
querido asesinarles otras veces!... ¡Y Mercedes no está
Aquíí... ¿Québago oyo Ahora? 0 0 a bei
: Y Gregorio daba vueltas y más vueltas á la galería,
cuando de pronto se le ocurrió algo y preguntó á otro de
los criados: ; E
- —Y Marcelino ¿está en la hacienda? CAR
- —No, señor,—contestó el criado.—En Panamá estaba,
pero según han dicho Ortiz y Casas, que son los que esta:
an con el amo en la ciudad, tampoeo estaba allí. '
_ Gregorio se separó del criado con el entrecejo más
runcido y revelando en su semblante los pensamientos
jue se le ocurrían. o Pd a
8 preciso, —dijo de pronto,—que yo vaya á las
O e o po
pa llamando á uno de los mozos que andaban por allí,
A
AIN
Ó LOS TITANES DEL MAR : A
—Anda, hijo, ensilla uno de los caballos que voy á
buscar al amo. | | |
— Allí viene, Sr. Gregorio,—dijo otro de los criados.
Efectivamente, en aquel momento regresaba Mendo-
—¿A Basilio habéis enviado.;.?
za visiblemente satisfecho porque había presenciado la
marcha del mayordomo y'del mayoral. .
—Ahora,—dijo, después de haberles visto que cada uno
se alejaba por distinto camino, —Marcelino me librará de
los dos. También le llegará á éste su turno, pero será más
tarde. En cuanto á Gregorio, á ése le tengo bien cogido.
- Bien empleado se le está por haberme confiado su bija.
Y el miserable, tan satisfecho por aquellas infamias
que contaba realizar, se dirigió hacia la hacienda.
17%
28 2d LA BANDERA tds
Al ver al indio, no dll menos de inmutarse.
- Sin embargo, hábil comediante como era, se repuso al
punto y dijo: /
e de sea Dios que te dejas ver, Gregorio! ¿Dónde
diablos te has metido? |
- —He tenido mucho que hacer, D. Mariano. Hoy ya no
he querido dejar pasar más tiempo y aquí me tenéis.
| —Entra, hombre, entra y hablaremos. ¿Has visto á
Mercedes?
--———No, señor,—repuso el indio entrando en el despacho
de Méndoza.—Niña Mercedes no está tampoco en la
hacienda.
- —No tardará mucho.
; —Tal vez yo no la vea, porque tengo mucho que
hacer. Antes de todo quiero haceros una pregunta.
-.' —¿No más que una? —dijo pelis Ano oeL080
es. Hazla, hombre, hazla. | |
¿Dónde está mi hija? Je
-. —Pregúntaselo á ella ¿edo ha veas. Ta hija es una
- criatura desobediente acostumbrada. sin duda á hacer su E
santa voluntad. E
2. No ra trata de eso, Sr. Mendoza, dónde está. mi
a hija es lo ¡ue pregunto. : |
|. —En las Peñas Negras. Se empeñó en ir conmigo el
día que fuí, y á pesar de mi negativa, me Sy encontré e |
- enelcamino. E
o —¿Y qué más? —preguntó. el indio. con un , acento en
ds dal se advertía el esfuerzo que hacía para dominar Mos
00 era. |
-—¡Toma! Que no Aire. más seimedto: que dalmata.
| iuindo quise volver á traerla se me cuadró a ere ci
a Isidra y los tunos de sus hijos, y allí se quedó do
—¿Y no iaa darme aviso entonces de .n que A
asaba? A
—Esporaba que vinieses. Hoy. mismo. ho. enviado Xy SE
Basilio á buscarla. Sa
- Al oir esto, Gregorio no , pudo pontenorss AlR da E
- [Abandonó su asiento y mirando con amenazadora e
e presión á Mariano, le dijo: ¿de
asilio habéis enviado: á las Poñas s Nogras. Para ca
a el camino? e | | pd
PELO a
muerto Cortadlro. e e o A
za —¡Oh! ¡Miserables! ¿Y has sido tú quien has guiadoá
Ó LOS! TITANES DEL MAR 29.
— ¡Gregorio! Mira lo que hablas.
—Del mismo modo que habéis enviado á Leonardo al
Lago de las Perlas, sabiendo que allí le esperan para
darle muerte. D. Mariano Mendoza, —prosiguió Gregorio
con voz de trueno,—estáis jugando un ¡juego muy peli-
groso que puede costaros muy caro. . Md
—¡Ha!—gritó á su vez Mendoza.—Ya estoy harto de
imposiciones y amenazas. Peligroso para todos vosotros
era el juego que jugábais porque le habéis perdido por
completo. Pretendiais estorbar el matrimonio de Merce-
des con Cortazar, y tanto Leonardo, como Basilio y como
tú mismo, me habéis estado amenazando si se efectuaba.
Pues bien, ese matrimonio se efectuará.
—Ese matrimonio, —repuso Gregorio con voz vibrante,
no puede tener lugar, D. Mariano. Ya véis como habéis
pensado mal. Cortazar no será el esposo de Mercedes.
— ¿Quién do impedirá. o E
-. TLa muerte. Cortazar ha sido alcanzado por el barco
de los titanes, y la Circe ha quedado en poder de ellos y
los tibatrén?:o: 01 A e O a ól OS
-. —¿Por qué lo he de negar? Si, señor. Yo he sido por-
que ya estoy resuelto á decir la verdad, á decir que Mer.
ea dao no es hija vuestra, que habéis sido el asesino de su
5 pe —¡Basta! —gritó Mendoza con voz rugiente.—Tú no
- dirás eso, porque tu hija perderá la vida en cuanto hables
“una palabra más Uco IA on ta ne AAA
- —¡Mi hija!... ¡Mi Luz!...—exclamó Gregorio aterrado
- —|Insensato!—dijo Mendoza, reflejando en su sem
- blante el gozo cruel que experimentaba.—Crelas tú y tu
- compañeros que me teníais en vuestro poder y yo entre-
tanto estaba preparando los medios para librarme de él.
- Leonardo habrá caído acribillado de heridas en el cami-
_ no del Lago. Basilio estará colgado ya de un árbol por
- los bandidos de las Peñas Negras y tu hija, tu hija est
en poder de los mismos bandidos que sólo esperan para
- Pobrar mal mandato. 0 A o E
-- —Que no le darás, ¡miserable! —gritó G, gorio, sacan
- do el cuchillo y lanzándose sobre Mendoza
30 LA BANDERA ROJA
Pero éste, sin perder su serenidad, le apuntó los dos
pistoletes que descolgó de su cintura, diciéndole:
- —|¡Insensato! Esto vale más que eso. Y aun cuando
me hubieras dado muerte, ¿habrías por elly salvado la
vida de tu hija? Los bandidos están prevenidos y la noti-
cia de mi muerte sería la señal para la de Luz.
- —¡Oh! ¡Infame! ¡Infame! |
—Créeme. Ahora ya estás solo. Tus compañeros han
muerto sin duda. Entendámonos tú y yo.
Gregorio inclinó la cabeza, murmurando:
—¡Pobre!... ¡Pobre hija mía!
1X
EL CASTIGO
) En e momento sintióse un PEL Bic LGS rumor
en la plazoleta que se extendía ante la hacienda.
Gritos, imprecaciones, vivas y aclamaciones, hicieron
eS la. cabeza á vaegoro y PR: las nep á Men-
OZa. he P
—¿Qué es eso?—dijo.. E e
Pero la contestación no se q... esperar. She? i
La puerta del despacho se abrió violentamente y Luz,
| de hija de Gregorio, se arrojó en los brazos de su padre.
Al lado de ella entró Mercedes acompañada de Angel. -
-— Leonardo sin sombrero y Basilio con un sao en
cabestrillo entraron también.
O detrás de tea Marcelino entre los marineros es iS
Angel. | E
Mercedes fué la. primera que re rd La
, _Dirigióse á Mariano, que desde el momento que vió :s
- todos los que llegabán había palidecido y estaba júugie-
_ teando con los dos pistoletes que tenía en A
los que antes amenazó á Gregorio. |
-. —Ya véis, —dijo la joven,—como todas vuestras EOS
Ea mias paa AuSaadO: destruidas. Queríais privarmo. de mis
$ manos y con
Ó LOS TITANES DEL MAR | E
defeusores y de acuerdo con vuestro digno ayuda de
cámara, urdisteis la trama donde debían encontrar la
muerte Leonardo y Basilio. Y no ha faltado mucho para
ue tal sucediera, pero hemos llegado á tiempo y don
ngel, el hombre á quien mi corazón ha elegido, ha sal-
vado á Luz dando muerte al bandido que la llevaba y ha
libertado al mayordomo y al mayoral de la hacienda.
Ahora ya puedo hablar libremente. Vos no sois mi padre
_ y no tenéis derecho alguno sobre mí. Gregorio,—prosi-
¿guió la joven dirigiéndose al indio,—di á ese hombre don-
de está mi madre. Angel, —continuó, volviéndose aljoven, * '
_—repetid lo que dijísteis á la pobre reclusa de la bahía
de la -Lda eN MAA E RÁ
- . T¡Basta!—gritó Mendoza ciego de ira.—¿Os habéis
creído intimidarme con todo eso?... ¡Imbéciles! ¡Si tengo
todavía el medio de vengarme! Matadme después, pero
antes me precederéis algunos. e E
. Y al mismo tiempo y sin que nadie pudiera preverlo.
disparó 168 pistoletes. 0 oa, e |
Una de las balas hirió á Mercedes, que cayó al suelo
lanzando un grito, | e Aa
La otra pasó raspando la cabeza de Angel. os
Pero éste, lanzando un “yd como fiera herida, se
arrojó sobre él y le hundió en el pecho su cuchillo.
Mendoza cayó para no levantarse más.
Su postrera infamia había quedado castigada.
d Se > ns ¿
e Ay “e il
1
En el próximo cuaderno:
LA TOMA DE PANAMA
- ENCARGADOS DE LA VENTA
Madrid. — José Lerin, Abada, a A AS
Valencia. — — Vicente Pastor, Victoria, núm. dd: principal.
Bilbao. —Irala y Compañia, Plaza Nueva, núm. 7.
_ Zaragoza. —Angel Villamarin, San Miguel, núms. 20 y 22.
CHA JUNTOA LA TUN
EL VENGADOR DE $U HONRA
POR
F. DE SANTA CRUZ
p ; DIRA il ACA Pa y , 1 e 0 $ No 15? S y NN
con magnificas. ttustraciones en cromoltiografías Ge" LOS. ma reputados artistas
2 : 25 A . ,
Os una 5
-semanale;
en la manera
primoroso ¿a lo an 41
tempestades del alme aut Or va ver=
tiendo en diálogos se han apu-
rado, dolores
Si 4.8 la bi leza. material de esta -
_ publicación, la. 500 da de las más selectas y esc ogidas ,
bi bliotecas, será inútil que le recomendemos la ad quisición
tante Obra. ] ca 0
PIDA detal les y pr A A librerías, centros de 1
suscripciones y! sico: á: ap AO AS
de tan impor
DE: ME JURRE OS, 88 -- CALLE DE LAs: CORTES, 695
- BARCELONA
APARTADO
_CALLISOL DAWIS
xexrite colorchecker TES
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