¡00 AL MILLÓN DE estaba resuelto á dejarle abandonado en la primera ocasión. Durante toda la noche el barco navegó hacia el Este y los dos criminales perma- necieron en el. puente expuestos á la lluvia y al rocío del mar que calaba sus ropas. Por Otra parte, la mar embravecida y los ele- mentos desencadenadosles eran favorables, porque preferían todos los sufrimientos físi- cos al martirio de aquella obsesión cons- tante: Rebeca asesinada y la justicia per- siguiéndoles. y Hacia las dos de la mañana vieron la _Villade Worthing señalada por las luces de - Sus edificios Todavía antes de amanecer el barco pasó ante una población mucho más grande, sembrada de puntos lumino- sos: era Brigton. Habían hecho, pues, la mitad de la jornada. A los primeros rayos de la aurora, los criminales se examinaron recíprocamente. Estaban lívidos, los cabe: llos en desorden, los ojos rodeados de amo- ratados círculos y las facciones desfigura- das de ansiedad y de fatiga. | _—Es preciso arreglarnos un poco—dijo - HMzra.—Si Miggs nos ve aparecer en este estado sospechará alzo. ed En la cámara encontraron un trozo de - -. Jabón y un peine roto y con ellos proce-' dieron á hacerse una «toilette» elementalí sima, reparando á la vez, en lo posible, el desorden de sus trajes. A El viejo fué provisto por Sampson de un - sombrero canotier que contrastaba singu- larmente con su traje y con su aspecto. - Derepente Ezra llamó la atención de su - Padre, sobre una línea de navíos que su - Vista perspicaz había divisado desde larga A E —Padre, padre—gritó—sin poder domi- har su alegría; —aquel navío primero es el _ “Aguila Negra», ¡llegaremos á tiempo! - —8B, sí es él; lo reconozco en la forma o a a -Llévenos usted á aquel buque—dijo - Ezra, señalándolo, al pescador. Este miró atentamente. —¿A cuál? ¿Al que acaba de levar el ancla? Ya no llegaremos á tiempo. - —¡Cómo! ¿Dice usted que ba levado el ancla? ARE BR A - —Ya lo creo. Mírelo usted mismo. Mientras cruzaba estas palabras, el na- vío iba desplegando, una á una, sus gran- - des velas blancas. Mn. LA HAREDERA —No diga usted que no llegaremos, ¡ira de Dios! ¡Hay que llegar á toda costa! —Veremos á ver. Si seguimos aventa- jándoles como ahora, tal vez. —A ver, largue usted todas las velas. ¡Fuera los rizos! j Y con sus dedos temblorosos, él mismo largó la vela. El barco se inclinó sobre un costado. : —¡Atención! —gritó Sampson.—Ya no podemos apretar más. ' | —¡Lesacamos ventaja! —exclamó el vie- jo viendo acortarse la distancia. ; —Bí; pero es que el navío no ha toma- do todavía su verdadera dirección. Va á virar en este momento. ¡Poder de Dios! Si esto parece una regata. —En la que van jugadas nuestras cabe- zas—murmuró Ezra por lo bajo. —Ya lo tienen ustedes virando—obser- vó el pescador. | En el mismo instante la gran masa blan- ca se inclinó fuertemente, el barco dejó ver por entero uno de sus costados y las velas destacaron su blancura sobre el azul del cielo. e di —Si no le alcanzamos en esta bordada, no le alcanzaremos ya. La primera virada será para internarse en alta mar. —¿No hay un lienzo blanco? preguntó Ezra. ol FO | Y descendiendo al camarote reapareció con un viejo mantel. e | _— Ponte de pie, padre, y agita esto á ver si nos ven. ON | pd Girdlestone se lanzó adelante agitando lo más alto que pudo su señal. Ezra hizo lo mismo can el pañuelo. AS | —Ya no distan más de media milla. Llevamos el mismo tiempo. Y los dos hombres unieron sus voces en cadores. . 2 — Otra vez—dijo Ezra. ; Y de nuevo las voces resonaron en el un formidable grito reforzado por los pes- ar; pero el barco prosiguió súu camino - —8i tardan todavía cinco minutos en vi- rar, le alcanzamos infaliblemente—excla- . mó Sampson. e iS —¿Oyes esto, padre? hist Y con nuevas energías recomenzaron sus vigorosos llamamientos, agitando más vivamente las señales. AMAS ae: — Ya viraron—observó Sampson.— Cuestión acabada.