8 24 EL MILLÓN DE ¿LA HEREDERA
que como hemos de hacer la compra con
dinero ajeno, ya comprenderás . que no po-
demos perder gran cosa.
—¿Y de dóx.de va á salir ese dinero?
—De nuestro crédito, que todavía está
. Inbacto y que tiene la autoridad de cuaren-
pa ta años sin una sola tacha. Apelando. á él,
podemos reunir cuarenta ó cincuenta mil
libras, y. con ellas, juiciosamente emplea-
das, basta. para realizar el plan.
i Y ha pensado usted en quiénes sean
esos agentes que 'se necesitan? Este es
asunto de la más capital importancia.
—Eso:es muy dificil para mí. En la es-
fera de mis conocimientos, ¿á quién voy á
proponerle un asunto semejante?
. —En cambio, yo puedo encontrar sin
buscarlos, más de veinte amigos de casino,
muy elegantes y muy correctos, que ven-
—derían su alma al diablo por cien libras.
Por supuesto que todos ellos son hombres
- de honor; pero lo tienen en tanta estima
que no hacen uso. de él pura, que no se les:
desgaste.
—Entonces tú te encargas! de bath los
dos necesarios. .
—No hace falta más que uno: el que ha
- de ir á «descubrir» las minas.
—¿Y para comprar los diamantes?
—¿Pero va usted á confiar el dinero a
un hombre, quien quiera que sea?
- —Entonces....
- —Entonces, quien irá á. comprar los dia-
mantes seré yo mismo. -
hombre que hace falta: el mayor Tobías
- Clutterbuck. Es un sujeto de poca apren-
- sión y menos dinero. La semana pasada,
precisamente, intentó un empréstito. Por
-Jodemás tiene una figura muy presentable,
una consideración social más que regular,
- trato de gentes, osadía y cuanto hace fal-
- litano, señor.
E _ba para el negocio, .
- —Pues no hay más que, hablar,
Mahora dígame, ¿cuándo - YA, O nt
- dejar de gastar dinero inútilmente en. db
- seguro de barcos? Eso: no puede, seguir así.
arcos que aque-
“No deben asegurarse puás
Mos que se vayan, Á perder,
E SEP |
———¿Y eso quién. puede, saberlo? ¿Qué :
quieres que, yo haga? .
pe Migas. Ho sencillo. e eee inlodndicn de
nada.
le. rinde?
El tres. por, ciento...
peñasco el «Aguila Negra», y en vez de se-
guir pagando pólizas, cobrar de una yez el
seguro, que ya va.siendo hora. E
—No, Ezra; eso .no puede hacerse así.
Una cosa es dejarle á él que lo haga bajo
su responsabilidad y otra es darle orden
expresa para que eche el barco á pique.
Eso sería entregarnos atados de pies y ma-
nos en poder de Miggs.
—Bueno, haga usted lo que quiera. Usted
nos ha metido en el atolladero y usted
debe sacarnos de él. En cuanto á mí, le diré
lo que pienso hacer. Si me decido á pre-
tender á Kate y me caso con ella, lavo mis
manos en los asuntos de la firma, dejo á us-
ted que se las arregle con los marineros y -
con los acreedores y me retiro con las cua-
renta mil libras.
—Pero el asunto de los diamantes...
—Eso ya está hablado. Lo intentaremos
ante todo, y lo que es por mi no ha de
ed
Y tomando el gabán y el acrmabréro salió
| del despacho sin dirigir una palabra de des-
pedida á su padre. ¡
Este, después de un rato de meditar
hizo sonar el timbre. Inmediatamente se
presentó el dependiente mayor.
—Buenos días, Job n— le quo afablemen-
te Girdlestone.
—Buenos días, señor. :
—Vamos á ver, Gilray; he slds decir
que ha tenido usted una epaocio, ¿uy
- algo de verdad en eso?
G —¡Adrairablel No me habia atrevido á A
- proponértelo. —... |
—En cuanto a ctro agente, yo tengo el
—$í, señor; un hermano de mi mujer
ha muerto y nos ha, pjado UNAS mil qui- 3
_nientas libras. |
Girdlestonesonrió con la indulgente son-
- risa de un hombre para quien semejante
cantidad no ¿AiOanRo absolutamente
—¡ Hola, hola! ¿Y qué va únáted hs hacer
con ese capitalazo?.
—Lo he puesto enel. Banoo. Metropo- |
—¿En el Mpiecpoiana? ax qué interés
- —Eso es una miseria, Ño. sé cómo. hoy
| sociedades « que abusen así de los pequeños
capitalistas, Precisamente ahora me .he
acordado de usted al admitirle 4 uno, de
mis corresponsales una, cantidad parecida,
pagándole el cinco por. ciento. Y, por usted
lo. hega con mayor. gublo. No.en, blo .. (