| LA SEÑORITA
Bruscamente fué hacia .el vizconde de
Blaisois y colocado sobre sus piernas ten-
didas, en actitud de luchador dispuesto á
tepeler el ataque de su adversario, le dijo: .
-—Has conseguido evadirte de la maz-
Morra: tanto mejor para ti. Pero, ¿me ex-
Plicarás que vienes á hacer aquí, lo que
Quieres ? SR
—¿Lo que quiero, mi buen Jim? Pues
que estoy resuelto á renunciar á nuestra
asociación tan desdichadamente rota en
23
WITT OIVI
MONTECRISTO ' ' 17
Master Joe fué quien lo impidió.
Con una agilidad de gato dió un salto
sobre su pierna y se interpuso entre los
dos adversarios dispuestos Á hacer fuego.
Ante esta intervención imprevista los ca-
ñones deljos revólveres se bajaron.
—¡ Jim'!... No me escucharás nunca. Es-
tás loco ó6 completamente ebrio.
—¡ Pero hermano!
—¡Ibas á hacer una bonita hazaña! ¡Ya
hubieras tú imatado al vizconde ó te hu-
ll
//
Ves 17
y a YN A
|
Se interpuso entre los adversarios que se disponían 4 hacer fuego.
—No estamos en Melbourne y no te-
Memos necesidad de til—gritó el gigante
ojo. |
- El vizconde respondió con una nueva son-
Usa.
Sin embargo, volvió atrás algunos pasos
imitando el ¡gesto de Jim llevó la mano
á Su' bolsillo para buscar un revolver que
empre llevaba.
Una de esas ¡escenas que solían produ-
e frecuentemente en aquellas regiones
dondela razón del más fuerte es siempre
“A mejor, iba á desarrollarse entre los an-
Mguos amigos. , Ad y |
E AN a E Ita
€n
1
biese él destrozado ¡el cráneo, quedaba yo
fresco! ,
—Dime, pues, porque este miserable fu-
gado sigue nuestros pasos, porque...
—¡ Quiéres callarte, mal muchacho!
¿Quieres callarte?.. .
Y dirigiéndose al vizconde:
—¡Yo'os pido perdón, señor de Blaisvis!
Na es de hoy que conocéis á mi hermano,
el cual tiene buen corazón y mal carácter.
Vos lo dispensáis, ¿no es esto?
El fugado'hizo un gesto que no se hubiera
podido hacerse mejor en un salón del gran
UA. e po e
t
/) MW ú Ez py j