LA SEÑORITA MONTECRÍSTO | 7
/ en distancia, solicitando la intervención
de algunas piezas de artillería.
De. una manera ó de otra, estas pie-
ézas no podían llegar hasta el día si-
Los boers tenían, pues, por lo menos
Ce horas de plazo, pues los ingleses, ins-
údos por la experiencia, eran demasiado
A
identes para tratar de reducir á sus ad-
Isarios sin el concurso de los obuses y
la lyddita.
Van Berkel, confiando en el resultado
Su estratagema, se había agazapado .de-
de ún montón de malezas, y con sus
zos vigilaba los movimientos del ene-
OS boers jugaban muy filosóficamente á
PA rtas, y
€l extremo opuesto de la meseta la
a Montecristo y sus amigos, agru-
n torno del negro Benjamín Coco
el horizonte.
Su mano extendida, el hermano de
escribía el panorama que se des-
á sus piés. |
je dos, y después
uno, tres,
Mucha agua, eso es el Sabi. Pueblo -
a Veis pre. que yo si veo, ese es
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fieros de la señorita Tinas
: aban. pendientes de lo que decía el
10)
ba guían sus indicaciones: con: aten-
su ibero visual iba dirigido
de oro que brillaba allá «abajo
Ha sol. que se ge
| Van Berkel
la sangrienta batalla entre los Blackbaern,
el vizconde, Swani y el señor Josselín?
El momento no carecía de solemnidad
Profundamente emocionados los. compa-
ñeros no podían quitar sus miradas de este
lejano Sabi, donde iba quizá á librarse el
último acto del drama en que estaban mez-
clados. | |
¡Ab,
Y como para alcanzarlo hubieran queri-
cómo les fascinaba este río!
do emprender su escapatoria, por aque-
llas agujas de rocas que veían cernerse
por encima de sus cabezas.
El sol había desaparecido; sombras va-
porosas se esparcían por el paisaje y cu-
brían ya las próximas colinas. |
La. noche se aproximaba y llegó en se-
guida, casi sin crepúsculo, como sucede
aquellas regiones africanas. !
Siempre agazapado detrás de las malezas
guardaba su inmovilidad.
Arístides fué á darle en la espalda.
El anciano burgher no respondió á ésta
familiaridad y se puso á concentrar toda su
atención sobre un objeto invisible aun para,
otra vista que no fuera la suya.
“En Mi extremidad del ballecito había pe de
tinguido. un punto negro que avanzaba por.
la Planicie, A :
Bien pronto, el punto. negro aumentó y
? todo. el mundo reconoció un caballero. que e
e avanzaba á
á galope moderado en su caballo.
El caball lero atravesó el vallecito, pa- => )
_reció orientarse Y, después se dirigió hacia ps
el «Kopjo». EEE Ad AD Ea
5 dr aquí un particaláz. que para. AE
—searse escoge. este singular. tn
clamó Arístides. : e
a SO. Ye el Paseante | tiene: extraño ae
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4
—| Efectivamente!... No trae. armas que
se vean pero sí un gran cartón en. ben
—dolera, $e E