LA SEÑORITA MONTECRISTO . ' “' -2x
Los habitantes del Transvaal tuvieron
4 menudo ocasiones de ver á los explo-
radores en el trabajo.
Los hermanos Blackbaern habían, pues,
tenido feliz idea haciéndose pasar por
talos,
De esta manera, podían ir y venir, re-
correr la llanura del Sabi en todas direc-
ciones y acechar la llegada de la seño-
rita Montecristo, sin llamar la atención de
los colonos. : e
James Bridge; sonriéndose, los miraba
merchar todas las mañanas y volver por
l.s tardes muertos de fatiga.
—Y bien, señores: ¿aún nada?— — pre-
guntaba,.
—¡Nada aún! Pero hemos descubierto
cuarzo; el oro no debe estar lejos: ter-
minzremos por echarle la mano encima.
—Es lo que os deseo sinceramente.
En el fondo, el maligno covono deseaba
todo lo contrario,
Mientras más tiempo se obstinasen los
exploradores en buscar, mayores serían sus
beneficios. o
- Tantas semanas como los agentes de la
Compañía minera permaneciesen en su casa,
tantas veces diez y seis libras esterlinas
que caerían en su bolsillo.
A la larga, sería una buena suma.
Los secretos votos de James Bridge se,
realizaron.
Pasaron semanas y meses.
La guerra había estallado y los explo-
radores continuaban estudiando el terrena
de alquella región en todos sentidos.
- —Hé ahí, ciertamente, una Compañía que
no economiza el dinera de sus accionistas—
repetía James Bridge cada vez que Joe
—Blackbaern arreglaba sus gastos.
Camo se ve, el colono estaba lejos de
poner el objeto que traía á los bandi-
dos al país. |
] Varios meses habían transcurrido desde.
su llegada y, con gran sorpresa de ellos; A
la señorita Josselín y sus amigos no pare--
cían por ningún sitio,
Al vizconde comenzaba á hacérsele en
tiempo muy largo; Jim no cesaba de ju--
rar y blasfemar; Joe se inquietaba, pero"
no dejaba entrever nada. | E
—¿Sabes tú cuál es mi idea, hermano»
Joe? Es que la pequeña Josselín y sus
caballenos acompañantes han sido más su--
tiles que nosotros y que el tesoro del Ca-
fre navega en este momento hacia sus
kello país de Francia, :
Joe se encogió de hombros.
—Pierdes la tramontana, Jim ¿ cómio quie”
res ¡que hayan llegado, nuestros adver3a-
rios y que se nos hayan escapado. Com
sería difícil.
—¿Acaso no nos han adelantado?
la vigilancia que ejercemos,
aún menos probable; hemos
á New-York por el camino”
y sin perder un momento.
—Esto es
abandonado
más rápido
Mucha tenía que haber sido su prontitud
y no nos han podido adelantar mucho,
Y si nos hubieran adelantado nos los ht
hubiéramos encontrado en el camino de:
Lorenzo Márquez donde en las actuales
circunstancias, el pa por allí sería mi
notado, do E O
-—¡ Hay más caminos que el Delagoa
Bay!
Después de la declaración de la guerra
Sun impracticables y por esto yo no dudo*
que algún motivo los retiene en alguna-
parte del Sudeste de esta región.
-/ A esa cuenta, podemos resignarnos á
terminar nuestros días, en espectativa,
—¡Si la guerra continúa, síl. pero
maturales del T ransvaal, al comienzo
tariosos se baten. actualmente en retirada,
Con la paz, la circulación se. restablecerá
y bien prónto estará terminada la guer
y Nuestros pájaros. infaliblemente vendrá
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