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2 mj lao flaco, lo confieso,
La morocha de ojos negros
S/queé en tardes de primavera,
recostada en la tranquera, -
50-iesperaba al payador;
* 77 la leyenda del matrero
que en el pajonal vivía
5 717 ú en lejana toldería
DON: buscaba asilo mejor.
" Todo' aquello llevaron los años,
oy ni rastros! encuentra el pampero,
niren las cañas, sostén del alero,
las exlandrias se suelen posar:
esa Pampa callada es la tumba
dondé duerme una estirpe vencida,
- > lartapera” su loza impulida,
y su cruz el ombú secular:
JULIAN DE UHARRAS.
—— Conseja
; En medio de Ja -Pampa se levanta
Un vaneho de Tuínas, triste, abendanado,
Que combaten los vientos y las lluvias
Yuen las noches alumbran los relámpagos,
En Jas obscuras noches del invierno
En que vá la tormenta por los campos,
En las obseñras” noches. en. que. gime
Como uns 'én pena, el combátido rancho.
Viejos: Arboles, troncos carcomidos,
Acá-y allá, — Jos unos coronados
De sus verdes famajes, los: más viejos,
Tristes, doblando su; deshechas: ramas,
Altas malezas y rabeados cardos, —
Se alzan: entorno; y en la noche gimen
Ee alzan en torno; y en la noche gimen
* Todos ignal que el combatido rancno.
En la negrura- de la noche envueltos,
Moviendo: sus ramajes desgreñados,
Semejan almas ó fantasmas negros,
En macábrica danza; y á los rayos,
De la pálida luna, en otras noches.
Vestidos. todos de cendales: blancos,
Inmóviles, dormidos, arrebujan
En negra sombra el solitario rancho.
Lugar fatal de tétricas leyendas
Que van de boca en boca por los campos,
Con religioso horror, :desde- el camino
Lo ve al pasar signándose rel puisano
"Cuando lá tarde llega — de esas tristes
Tardes de obscuras brumas y mublados,
Desde lejos medroso, el pasajero,
Mira y se aleja del sombrío rancho.
Y dicen que en las noches más serenas,
Cuando dormita el viento entre. los pastos,
y la bruñida luna desde el cielo
Viste de plata” los silentes: campos,
Se oyen suspiros: y gemidos tristes,
De una mujer: el obligado llanto,
Y ladridos de perros invisibles,
Rembrjados enurdiane de aquel rancho.
SEGUNDO JJ. VILLAFAÑE.
MI DEBILIDA
A una chinita que conozco.
En cuestiones del querer,
soy como: laueha pa” queso;
siempre ha. sido la mujer.
Si una china llego árver
que medio me llene el ojo,
aunque me cause un enojo,
sin temor al risultáao
ya me le prendo al costao
como en la lana el abrojo.
Y ahí no níás, junto á la oreja
le vuelco mi corazón
en una declaración
más sentida que una queja.
Si al primer tiro no ceja
la ataco pa el otro flanco,
y como yo no soy manco
ni feo como tormenta,
de cien casos, en noventa,
sE qu”hé de dar en el blanco.—
JULL
El Progreso
Para “El Fogón”
, Verde, muy verde... ver de, el campo duerme ba-
Jo el azur del cielo... bajo el azur límpido, bajo
el azur sereno... El campo duerme...
Dos nubecitas muy blancas... blaneas como dos
trozos de algodón vírgen flotantes en el aire,
blancas conio dos velas flotantes en el mar ver-
de... verde, blancas como dos copos de espuma
estremecidos sobre grisácea cima de tina roca...;
N ZoDAO.
,
dos mubecitas muy blancas que tiemblan, tiem-
blan,. Dos nubecitas que duermen...
Y... como perdida entre el verde del campo,
una tapera añosa, una tapera que duerme, una
tapera que no despertará más con la tosca melo-
diosa, carcajada... de la de ojos negros y rasga-
dos, de la de senos vírgenes y voluptuosos, de la
de cabellera espesa, negra y larga, de la de cuer-
po ágil y ténuo, de la morena esbelta y graciosa y
pura de rítmico inocente balanceo... Una ta-
pera añosa, cófre de purezas antaño... que no
desper! ará más con la tosca melodiosa carcajada...
de la morena de rítmico inocente balanceo que sa-
Tudaba al Sol que Ja saludaba á Ella al desper-
tar... Una tapera que duerme...
... Y, más tarde, y allá más lejos... una car-
pa, varias. carpas más,,.; y tin clamor de frá-
guas, de fráguas enrojecidas por el reflejo de
las lamas de otras fráguas...; y un rugir in-
forme de muchos fierros que las mazas contra el
yunque aplastan...; y muchas voces que vomitan
destempladas motas guturales... Muchas voces
que enuncian Ja hora del trabajo...
=> ?
— Era muy bella la morenita de rítmico ino-
cente balanceo... Primero, una tristeza infmita
atrofió Ja sonora inocencia de su tosca melodiosá
«arcajada... Luego, su exhuberante pecho de vír-
gen griega se hundió. .. El místico erotismo de sus
ojos “desa apareció tras la tétrica melancolía... La
rústica glácil tez morena con su larga cabeller:
negra «e transformó en una como figura plás-
tica... St voz con trmos de calandria no pudo
cantar más al gaucho que tantas veces la arrulla-
se hasta la vaguedad del ensueño... y la guita-
a desapareció bajo el polvo y las telirañas. .
?
—Sí. Murió
?
o comprende?... ¿Nada le dicen ese
rugir “de hierros y ese elimar de yunques?...
—Ah!....
, FELIX ESTEBAN CICHERO
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