PROTEO 41 Un poeta desconocido EUGENIO KERGAKÂ «Una de Jas impresiones más altas de respeto que yo lia- 3 a experimentado en el mundo, lia dicho Rodó, es la que me ln aduce cierto linaje de espíritus—seguramente, muy raros, • v aun que raros, difíciles de reconocer-—s;in haber llega- ( l° a su más escogida intimidad; cierto linaje de espíritus que unen al sentimiento infalible, perfecto, aristocrático, de la mIJeza, 611 ^ as cosas del aide, el absoluto desinterés con que ]»ofosan calladamente su culto, inmunes 1 de todo estímulo de vanidad, de todo propósito de crítica o de producción, de toda codicia simomíaca de fama.» A pocas almas se les podrán aplicar con más razón y justicia esas palabras del ilustre maestro que a la del inspi rado y hondo poeta Eugenio Bergara, el cual, rompiendo hoy •’U habitual silencio, honra las páginas de Proteo con una bellísima poesía. Bergara no ha querido que la plebe escuchara sus cantos apasionados, ni sus rimas de sentimentalismo triste y pro fundo. Y es que los himnos salomónicos no se escriben para a Multitud. Se escriben para las soberanas de dientes de Marfil y dedos de rosa. Los himnos orientales deben ser corea res por el crugir de la tírense púrpura y por el humear de °s perfumes núbieos. Cuando no hay una reina, con los bra bas cubiertos de anillos de oro, a quien dirigirlos puesto de 3 odillas, está la ilusión, la mujer sin cuerpo que vaga por las Mibes, la uránica virgen que enciende la estrella de la ma cana y el astro de la tarde. Y es la lira del: amor la que mejor resuena en sus manos.