MONTEVIDEO
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Año i. Diciembre 1921. N.° 1.
^ SUMARIO ^rr=
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\ii(‘slros motivos, por la Dirección
lió cuestión mejicana, por el doctor José Sienra
Carranza .
Meditación, por el doctor Joaquín de Salterain .
A dos poetas "nuevos", por Juan Antonio Zubillaga
lias estrellas, por el doctor Víctor Pérez Petit .
Desde mi mansarda, por Gabriel A. de León .
l T n poeta dcscouoc'do, por Ariosto D. González
Suprema cita, por Eugenio Bergara
■*a gran farsa, por Roberto Alejandro Talice . .
listos versos, por Juan Mario Magallanes . . •
lina estrofa inédita, por la Dirección ....
llalila un poco más bajo, por Mario Esteban Crespi
Tres cisnes negros, por Mario Esteban Crespi
líos locos, por Mario Esteban Crespi ....
Madre nuestra, por Edovico Revello ....
Aoclie en ci alma, por Armando Gallo . . .
Oasis, por Armando Gallo
La palabra, por Alceo Revello
“Tlorcncio Mánchese*’, por Ariosto D. González
Origen «le la “Revista .Yacíonal", por Danie
Martínez Vigil
Con Tancréduio, por Alfredo Varzi
FAGS.
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Administrador:
OSCAR 1. TOLEDO
Redacción y Administración:
LIMA 1443
Precio del ejemplar: $ 0.50
Talleres urálicos, U BUENA PRENSA, Ciudadela 14C9
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LETRAS, HISTORIA, ARTE Y CIENCIAS SOCIALES
DIRECTORES:
Ariosfo í>. González
■Roberto Alejandro Tálice
Raúl E. Caravia
MONTEVIDEO
1921
TALLERES GRÁFICOS: ClUDADELA 1469 — MONTEVIDEO
Año I
Dicieaibre 1921.
N.o 1.
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Nuestros motivos
El espíritu literario sufre actualmente una lionda des
moralización, y las publicaciones periódicas que con distinto
mérito exteriorizan algunos aspectos de la vida estudiosa y
literaria en nuestro ambiente, no recogen la producción de
muchas de las personalidades mas sólidamente acreditauas en
los países del Plata, ni la de gran número de los hombres
nuevos que han revelado dotes de inteligencia, ilustración y
laboriosidad que cumple al patriotismo estimular. La honesta
invocación de esta realidad notoria no podría ser atribuida,
con justicia, a otros móviles que al ideal de ampliar y elevar,
con el valioso concurso de muchos de aquellos elementos sobre
salientes, las actividades intelectuales y artísticas de nuestro
país. Y es esa la verdad. Nos proponemos hacer todo lo posible
por sacudir el marasmo en que viven no pocos de los hombres
de pensamiento y de letras.
Para eso hemos fundado esta revista que titulamos
Proteo porque queremos que sea como la concebimos: cam
biante, multiforme y libre cual el dios mitológico, es decir,
sin exclusivismos de géneros, escuelas, ni estilos en liteiatura;
4
PROTEO
sin el criterio de las pasiones políticas en historia; con la más
dilatada amplitud de tolerancia y de respeto para todas las
ideas, para todos los sentimientos, para todas las doctrinas.
En ella siempre estaremos fuera de cenáculos o logias de
intransigencia ante los ajenos principios y las opuestas ban
deras; siempre atentos y leales para con todas las conviccio
nes y sinceridades que por las nuestras ¡no podamos acompa
ñar ni defender.
Proteo viene a la lid con el santo propósito de que sus
páginas irradien la luz de mucho amor al estudio, de muy
hondo culto al arte, del más íntimo y fervoroso anhelo de
perfeccionamiento y de dignificación. Y asimismo procurare
mos estudiar con la mayor probidad intelectual la obra de
nuestros principales autores consagrados, para contribuir con
el más honesto examen, sino precisamente a revisar nuestros
valores literarios, a preparar, en la medida de nuestro amor
a la verdad y de nuestro sentido moral, algunos elementes
más de crítica, sólo destinados a aproximar el advenimiento
efectivo de la justicia a que todos tienen derecho y que e;i el
ambiente del pensamiento y de las letras nacionales un día
deberá ser realidad para honor del país.
Letras, Historia, Ciencias sociales, Artes, ocuparan, pre
ferentemente, las páginas de Proteo, fomentando así el amor
a la labor y la lectura serias, promoviendo la atención a las
más fecundas actividades del pensamiento, y el culto a todo
lo que deja luz en el espíritu y estimula la vocación a las más
elevadas especulaciones intelectuales.
Para realizar esto no confiamos, como es de suponer, sólo
en nuestras fuerzas, cuya debilidad conocemos, sino en el
precioso contingente de la cooperación de aquellos hombres
de letras y publicistas a que nos referimos en los primeros
párrafos de estas páginas preliminares y cuyas dotes superio
res son la mejor prenda de meritísima labor y constante mo
tivo de emulación para nosotros. Y cabe agregar aquí que el
PROTEO
5
material literario de Proteo -será INEDITO, aunque la Di
rección) se reserva el derecho de salir dé esta regla en favor
de alguna producción a la cual considere de sumo interés dar
nueva publicidad.
Además 1 quedan excluidos de estas páginas los seudóni
mos y eliminado todo asunto que tenga origen en el persona
lismo y en las rivalidades de sectas; así como toda polémica
política, porque una triste experiencia nos ha enseñado poi
qué son perjudiciales esas discusiones que agrian los ánimos,
llevándoles a la injusticia que aleja y encona a las personas
con agravios que empañan el brillo de las armas de combate.
No ignoramos 'que la lucha será ruda, que el camino a
recorrer está sembrado de obstáculos, que el porvenir nos
depara más de un desengaño, pero son muy grandes nuestra
voluntad de trabajo y nuestra fe en el esfuerzo perseverante;
mucho el amor a nuestros ideales; fuerte y entusiasta nuestro
sentimiento del deber de honrarles. Sabemos que es obra de
abnegación la que nos espera en la palestra a que venimos a
luchar, pero la modestia del único triunfo anhelado puede
hacerle posible, pues sólo aspiramos a que desde todas las
etapas de la vida satisfaga nuestras conciencias la seguridad
de haberle dedicado todas las energías de nuestra juventud.
Antes de terminar séanos permitido dejar aquí expre
sado el mayor agradecimiento a todos los que nos lian estimu
lado en esta empresa, favoreciéndonos desinteresadamente
con sus producciones y prometiéndonos colaborar con fre
cuencia en adelante; y reciban nuestro afectuoso saludo todos
los colegas de la prensa nacional y extranjera.
La Dirección.
PROTEO
La cuestión mejicana
Estados Unidos, el A. B. ti.
y el Congreso Hispano-Americano
La actual reunión de las grandes potencias pro
movida por el Presidente Harding, en Washington,
ha dado lugar a múltiples manifestaciones más o
menos propias de la naturaleza de tan gran acon
tecimiento.
Los Estados Unidos y sus asociados de gran
magnitud, tienen por qué sentirse no sollámente
satisfechos, sino orgullosos de su posición. ¿Qué
más pueden pedir a la suerte? Son los. árbitros
del mundo civilizado.
En su sentido, los demás están reducidos a la
calidad de testigos.
Nadie puede oponerse, ni pretender otra ccc-a.
¿La Liga de las Naciones? Las naciones que
'la componen están autorizadas a todo lo que
pueda caber dentro de ¡as resoluciones, o sin opo
sición a las resoluciones de esas grandes po
tencias.
Bien. Y se comprende que Chile y cualquier oiro
país les dirija sus felicitaciones y sus augurios
por los admirables resultados que se preven. Tal
vez mejor sería, para la altivez de Chile, no consi
derarse obligada a ninguna congratulación por el
acontecimiento a que nadie lo invitó.
Algunas otras representaciones nacionales, igual
mente distinguidas con la no invitación que no
les correspondia, saludan a Mr. Harding y a
Mr. Hughes, llegando alguna a manifestarles qué
tras de ellas tienen los votos de las veinte repú
blicas a quienes tampoco les corresponde tener
vela en tal entierro.
Las repúblicas hispanas procederían tal vez
con más conciencia guardando silencio ante los
sucesos a que son ajenas.
Pero si algo haiy qiue hablar es lo quie recuerde
los antecedentes de la respectiva marcha de unos
PROTEO
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y otros en el pasado, entre los unos y los otros:
entre los Estados Unidos y los hispanoameri
canos.
Ahora, y siempre, la América hispana tiene que
ocuparse de lo que le pertenece para no servir de
paje a las grandes potencias, como Maura dijo de
España en la gran guerlra en que sabiamente es
quivó su participación.
En los disturbios de Méjico (guerra civil y con
flictos de 1913 y 1914) la acción de los Estados
Unidos era objeto de estudio en varios artículos
publicados en “Hispania”, revista dirigida por el
eminente escritor colombiano doctor Pérez Triaría..
Para ayudar a discernir lo que ahora corno
siempre incumbe a las Repúblicas Hispano-Ame
ricanas, al pueblo hispano-americano, hemos ob
tenido de'l doctor Sienra Carranza, los materiales
que en 1914 quedaron inéditos por la suspensión
de “Hispania” con motivo' de la gran guerra mun
dial, y que pueden dar mucho que aprovechar pa
ira la actualidad y para ell futuro, por lo que el
pasado tiene siempre de lección para el porvenir.
Con este preámbulo, damos lugar en nuestras
columnas a las brillantes y sustanciosas páginas
retrospectivas de nuestra referencia.
i,—LA FINALIDAD DE LA INTERVENCION
Lo que debía suceder lia sucedido.
Las amias, los ejércitos y las escuadras, de Jos Estados.
Unidos, han empezado a operar dentro de las fronteras y
sobre las costas mejicanas. Difícil es decir cuál haya de ser
el precio que Méjico pagará por la terminación de su guerra
civil, pero ese precio habrá de ser satisfecho a los Estados
Unidos, cuyo dinero y cuya sangre no quedarán derramados
sin compensación, en exclusivo beneficio de la nación pacifi
cada a tanto costo.
; Qué inmensa calamidad la de esa tragedia señalada con
tantas ruinas, con tantos crímenes, con tan perversas prepo
tencias, con tanta desolación y tanto oprobio!
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PROTEO
1L —LA ACTITUD DE LAS POTENCIAS EUROPEAS
El mundo entero se encuentra conmovido. No lmy país
alguno que no participe en mayor o menor grado de los per-
juicios y de las emociones de esa lucha. Tres o cuatro nacio
nes europeas, habrían intervenido ya, si hubiesen sido capaces
de seguir los impulsos de su sentimiento y su interés.
Pero el águila yankee tiene clavada allá su garra, la
cuestión es eminentemente suya, es cuestión americana. Sólo
"Washington puede resolverla.
En ella está, en estos momentos concentrada toda el alma
del Capitolio.
Los tiempos cambian, sin embargo.
En 1847 podía hacerse en Méjico lo que se quisiera. Las
escuadras europeas sólo sabían por entonces lo ¡que costaban
las expediciones en el Plata, y los cañonazos de Obligado,
obligaban a pensar que mejores rutas ofrecían los mares de
la China y del Japón.
También ahora se abstienen de estorbar directamente en
Méjico; pero tal vez espían la oportunidad de aprovechar la
obsesión de ese problema, y ha habido ya momento en que se
supuso a la Alemania dispuesta a tirar en Haití un zarpazo
cuya agresión había tal vez de devorar la soberbia yankee,
i orzada, a aplazar el desagravio para horas menos agitadas de
su política, bien que sin perder la seguridad con que esperó
el fin de la guerra de secesión para limpiar a Méjico de la
intervención francesa.
1' tal género de zozobras es ya un principio de la expia
ción, reservada acaso a toda la América, cuyos errores,—del
Norte y del Sud—, pueden estar destinados a atraerle más
pronunciados avances de las ambiciones europeas.
III.—DURA PRUEBA
El monroísmo de Washington no lia podido obstar a que
en las ciudades de Méjico las legaciones y consulados euro-
PROTEO
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peos sean amartillados con guardias de los buques de guerra,
y con armamentos preparados para hacer fuego sobre bis
fuerzas mejicanas rebeldes o legales, con quienes hayan de 1
tener que batirse sus respectivos nacionales. En Vera üruz,
al requerimiento de la autoridad mejicana para que el con
sulado alemán le entregase las armas allí almacenadas contes
tó en términos semejantes a los empleados por Leónidas en
su respuesta al Rey Persa «que fuese a tomarlas a balazos».
Hasta ahora están oficialmente conformes en que la obra
de la pacificación pertenece sólo a los Estados Unidos, pero
para su propia defensa ponen sus armas en el suelo meji
cano. Por las reglas generales del derecho de gentes, ningún
armamento extranjero puede emplazarse en punto alguno
comprendido dentro de las fronteras de una nación soberana.
Las casas de los extranjeros, los consulados y las legaciones
extranjeras, se encuentran bajo la protección del soberano
que los acoge en sus estados. No pueden traer fuerzas, ni ele
mentos de fuerza propios, para su seguridad. Los que no en
cuentran bastante la garantía que les ofrece una nación, no
deben ir a su territorio, o deben retirarse de él.
Importar otra cosa es menospreciar, es agredir la sobera
nía de esa nación.
La doctrina de Moriroe no lo permite, en doctrina, de
parte de una potencia europea sobre un país americano.
El inonroísmo yankee no lia sostenido, sin embargo, tal
rigor en Méjico actualmente. Antes de entrar en guerra con
Huerta, los Estados Unidos hicieron desembarcar armamento
para su Legación en la capital mejicana. Y lo qne hicieron
ellos no han podido impedirlo a las naciones europeas.
Es que lo que en ese punto hicieron no era atributo del
monamísimo, de donde naturalmente resultó que no podían in
vocar monroísmo para vedarlo a los demás.
¿Es un detalle?
Pero en las doctrinas sucede lo mismo que en los ccm-
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PROTEO
promisos bilaterales, que en los tratados internacionales. In
fringida una cláusula, el todo es rescindible.
Es un detalle. Sin duda los Estados Unidos esperarían
reparar a su tiempo tan minúsculo desliz.
Entre tanto, los pueblos europeos aprovechan las venta
jas que las claudicaciones yankees les ofrecen. Y cada día se
abre una brecha en la doctrina de Monroe.
Desde las horas eje la guerra coa España duran para los
.Estados Unidos los refunfuños de antagonismo germánico.
Ahora tras de los preámbulos de Haití se produce el vio
lento conflicto de los vapores «Ipiranga» y «Bavaria» arran
cados del puerto de Vera Cruz por los acorazados alemanes,
violando el embargo impuesto por los yankees.
Es un verdadero casus ielli, de complicaciones y conse
cuencias inlealcull ables.
¿Nada tendrían que hacer en ello los otros componentes
■de la Tríplice europea?
La Elisia es, por su lado, otro antagonista de los Estados
Unidos, pendiente la cuestión del tratamiento de los judíos
naturalizados en Norte América.
La Francia misma tasca el freno, en la inacción a que el
águila yankee la tiene sujeta contemplando las ruinas de sus
•capitales colocados en Méjico.
Y la misma Inglaterra, impaciente con las lentitudes de
la reforma de la ley sobre los derechos ele navegación en el
Canal de Panamá, y desazonada por todo lo que puede haber
de sacrificio de intereses mercantiles y de susceptibilidades
británicas en lo que afecta a las cuestiones relacionadas con
los nombres de Lord Coudray y Sir Edward Carden, bien
dudoso es que esta vez prestase el mismo servicio decisivo
rendido un día por la política de Canning ante las combina
ciones de la histórica Santa AQainza. Témpora mutantur!
La hora es, pues, de ruda prueba para la América del
Norte, para toda la América tal vez, Y no es a los pueblos, ni
PROTEO
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a los estadistas inspirados por la Biblia, a quienes debe extra
ñar que los que siembran vientos recojan tempestades.
IV. —VELEIDADES Y CONTRADICCIONES
PELIGROSAS
Les Estados Unidos no se contraen al hernioso rol de sin
ceros sostenedores de la doctrina de Monroe,—©ambiin los
téi mines de esta doctrina, haciendo de ella, eni vez de una
garantía contra las agresiones europeas, un título para tute
lar la suerte, lo que* quiere decir para disponer de los desti
nos, de las demás naciones americanas—, y asumen para ello
las más excéntricas actitudes
Ante la trágica muerte del Presidente Madero declara
ron no reconocer al gobierno de Huerta.
Es verdad que una resistencia armada había sobrevenido
con la acción de los constitucionalistas acaudillados por el
general Carranza. Pero esta revolución se mantuvo sólo lán
guidamente en su principio, y aun llegó a parecer que, a
tardar poco tiempo más la revocación de la prohibición de
exportar armas para su campo, la muerte de esa causa era
ya cuestión de breves días; sin perjuicio de que más tarde
resurgiese evocada nuevamente por la iniquidad de las domi
naciones partidarias, que originan las perpetuas reacciones
de la guerra civil.
La prohibición del comercio de armas en Méjico lvabía
sido una providencia adoptada para favorecer al Gobierno
de Madero contra la rebelión que lo combatía. La exaltación
del Gobierno de Huerta convertía aquella medida de neutra
lidad en una desventaja para los vengadores de Madero,
constituidos en rebeldes a su tumo.
Los-deberes de la neutralidad, las reglas que rigen la
conducta de una nación en los conflictos internos de otra
nación, son independientes de las simpatías o antipatías que
12
PROTEO
•so profesen a uno u otro de los contendientes de la guerra
( Adopt É? ima vez como tal regla la prohibición, de ven-
01 0 trasladar armas por las fronteras para los combatientes
< e país vecino, no es lícito alterar esa resolución por los
caminos, o en medio a los cambios, que las alternativas de la
ludia produzcan 'en la respectiva posición de los conten
dientes;
La instabilidad de las reglas de la neutralidad en esas
circunstancias es simplemente un asombroso escándalo inter
nacional.
-1 ero si la jurisprudencia yankee no cambiaba en un mo
mento dado, la causa que se había querido proteger iba a
sumergirse en la derrota. Y el escándalo del cambio se pro
dujo resueltamente.
V. — PROPOSITO INFLEXIBLE. — ROOSEVELT
Y WILSON
La interdicción del comercio de armas adoptada en hos
tilidad a los adversarios de Madero, fue revocada en benefi
cio de los enemigos de Huerta.
La austera fisonomía del Presidente Wilson no sufrió la.
menor contracción que denunciara turbación alguna produ
cida por tal suceso en.su conciencia puritana.
Desde el primero hasta el último día de sus actuales
gestiones, no se lian alterado en un, ápice tampoco las pala
bras de su rígida moral.
Hablando con un periodista que había de divulgar sus
aseitos. decía, hace muy poco, que su posición respecto a
Méjico había sido grandemente ardua, porque después de su
decisión desconociendo al gobierno de Huerta, la situación
que se desarrollaba tenía que concluir por forzarlo a ejercer
una acción enérgica (an active movement) contra Méjico o
PROTEO
13
sea el llamado Gobierno mejicano de Huerta («the alleged
Huerta Government of México»), Y para eso necesitaba es
triar el momento en que ese desarrollo de los sucosos se pre
sentase como a aquel objeto convenía (such developements os
might be). Durante mes® esperó que tal cosa, sucediese por
que de hecho era inevitable, y su solo anhelo fué que no con
sistiese en una calamidad, aspiración que el cielo escuchó, sin
duda, puesto que, en realidad, el incidente de la detención de
les marinos americanos en Tampico, oportunamente aprove
chado por el almirante Mayen con la inmediata aprobación
del Presidente y su gabinete, estuvo lejos de ser un desastre
comparable con el del Maine que sirvió de base para la gue
rra con España, (This ivas no great desaster like the sinking
of the Maine.)
Mr. Roosevelt ha dicho rudamente (¿no sería también
cómicamente?) : «Yo agarré a Panamá» («I took Panamá»),
El doctor Wilson manifiesta pudorosamente las circuns
tancias con que preparó la oportunidad de acometer con sus
fuerzas «al llamado Gobierno de Méjico» («the alleged Huer
ta ’s Government of México»),
VI.—LA HOSTILIDAD ENIGMATICA
En e! presente caso, pues, los Estados Unidos ,no han
hecho otra cosa que negarse a reconocer al Gobierno de
Huerta. Era un agravio de carácter negativo, consistente sólo
en la anteposición de su juicio propio contra el de la nación
extraña, cuyos poderes públicos habían resuelto lo opuesto
en una cuestión de su privativa competencia, en la cuestión,
privativamente suya, de su régimen interno. Agravio de tal
naturaleza podría dar lugar a represalias análogas de parte
de la nación injuriada, si ésta se considerase en-aptitud de
tomarlas.
14
PROTEO
Méjico solo le opuso la satisfacción del reconocimiento
< on que las demás naciones, habían favorecido a su Gobernó.
Los Estados Unidos declararon entonces que ellos no po-
< nin consentir la erección de Gobiernos creados por el crimen
en una república americana: que no querían intervenir en
- ' Jico, pero que no admitían que en Méjico prevaleciese el
o íeino de Huerta cimentado sobre el asesinato de Madero.
i, Comprendéis el embolismo ?
S °bre el asesinato de Madero, o mediando el asesinato
de Madero, el Gobierno de Huerta era, ei hecho creado en
Méjico, el hecho que prevalecería en Méjico, y cuya destruc
ción los Estados Unidos no podían pretender sin combatirle,
sin intervenir en Méjico.
í Qué significaría no consentir la existencia de un he
cho, y adoptar al mismo tiempo la resolución de no hacer
nada contra él, de no intervenir, de no accionar, en el teatro,
en el terreno en que ese hecho mantiene su presencia, ejerce
su fuerza, y sostiene su existencia real»
La política que se expresa en declaraciones de tal géne
ro, es hermana de la pedagogía con que Mefistófeles entretie
ne al discípulo de Fausto: «estudiaréis ante todo, eil curso de
» lógica... se os enseñará durante todo el día que para lo
» que hacéis en un abrir y cerrar de ojos, como beber y eo-
» uier, uno, dos, tres, es indispensable. Luego la filosofía os
» demuestra que ello debe ser-así: lo primero es esto, lo se-
» guiido estotro; luego lo tercero y lo cuarto es también esto:
» y que si lo primero y lo segundo no existiesen, lo tercero y
» lo cuarto tampoco existirían... La química llamará eso
» enchrisin naturoe,—ella se burla así de sí misma, y lo
» ignora...
« Que eso marche de un modo u otro, tened siempre a
» vuestra disposición una palabra técnica... “Por fin de
» cuentas ateneos siempre a las palabras” y llegaréis enton-
» ces por el camino más seguro al templo de la certidumbre».
PROTEO
15
El -galimatías de la no intervención del doctor Wilson se
resuelve en la imaginación de los extraños como la expresión
de un propósito confuso destinado a escollar en los obstáculos
con que la realidad disipa siempre las peregrinas concepcio
nes de un espíritu vanamente visionario.
VII.—LAS FASES DE LA LUNA BOREAL
En el primer día aquella política dijo que era necesario,
ante todo, establecer que la Presidencia de Huerta fuese eli
minada, y que se formase un gobierno provisional que proce
diese a dirigir las actos de la nueva organización legal de los
poderes públicos, por el voto libre de la nación.
La respuesta de Huerta fue el llamamiento a los comicios
para que el pueblo ejerciese, bajo el amparo de las garantías,
que él le aseguraba, los actos del sufragio, y la libre forma
ción del Congreso que designaría al Presidiente con arreglo
a la Constitución.
Así fracasaba , el primer ensayo fiado a la misión de
Mr. Lind.
Bajo la dirección del general Carranza y los esfuerzos
de los generales Villa y Zapata, la revolución concitaba a sus
partidarios, estimulando sus entusiasmos con acciones auda
ces, que. sin embargo, nada terminante producían, especial
mente coartados sus esfuerzos por la inferioridad y la esca
sez de su armamento.
La segunda decisión de la política de la Casa Blanca fué
la de la revocación de la prohibición del comercio de anuas,
que habilitó a los revolucionamos para medirse con los fede
rales en condiciones de aproximada igualdad.
Algún órgano de la prensa francesa que seguía humorís
ticamente los giros del pensamiento y de la acción de aquella
16
PROTEO
política, calificaba alegremente de tercera actitud «troisiéme
maniere» inofensiva, la solícita premura con que Mr. Wilson
üe interponía entre la irritada jibión y el sañudo general
Villa, al día siguiente de la inmolación de Mr. Benthon.
KI Gobierno de Wáshington obstaculizaba la acción bri
tánica que habría querido aplastar inmediatamente ál caudi
llo revolucionario, y a los ingleses, y a los alemanes, y a la
Francia, les prometía que él, por sí solo, por cuenta de
la doctrina de Monroe, les haría obtener la debida justicia,
Ja necesaria garantía de los intereses de sus nacionales, y la
•condigna reparación de los agravios o los perjuicios que
la situación mejicana les infiriese.
El parlamento inglés preguntaba qué razón había para
•que la muerte de un súbdito de su Majestad. Británica perma
neciese impune, o qué clase de satisfacción constituían las
promesas verbales de los Estados Unidos sobre tal materia.
En Francia, en Alemania, en Italia y en la misma Es
paña, se clamaba contra la inacción, contra el absurdo de la
política expectante adoptada por los Estados Unidos, que
nada hacían para salir de tan ruinosa situación.
Pero, ¿qué otra cosa que aquélla noble conducta del
perro del hortelano «que ni come ni deja comer al amo»
podía pedirse al gabinete de Washington, obligado por la
Doctrina de Monroe a no permitir la intrusión europea en
una república americana, y decidido por su propia honesti
dad a no intervenir en Méjico por la fuerza, según sus más
formales declaraciones 1
Era natural que la Europa vacilase entre la tentación
de romper contra toda consideración hacia la obstrucción.yan
kee, y la tentación de reirse a carcajadas ante aquella extra
vagante situación,—y la sección de la «América latina» del
«Figaro» iba ya a producir su ameno párrafo sobre la qua
triênio maniere (!) ele Mr. Wilson, cuando he aquí que, el
2
PROTEO
17
más inesperado suceso se presenta llenando de confusión a
todos los impacientes o divertidos espectadores.
Fué el momento sensacional en que el Presidente Wilson
exigió al Gobierno de Huerta la satisfacción instantánea, a
plazo fijo y perentorio, del ejemplar castigo de sus militares,
y del saludo en honor de la bandera yankee, todo ello en ta
les. condiciones que el dictador mejicano debiera resistirlo; y
que, aceptado por el mismo dictador, debiera regravarse en
términos cuya aceptación fuese otra vez imposible. Primero
saludo de veintiún cañonazos en honor de la bandera por
haber molestado durante algunos momentos, y por manifiesto
ei'ror, a unos marineros yankees paseantes en uní sitioi fortifi
cado de Méjico; y, luego de generosamente concedida la reci
procidad de la contestación a ese saludo, la condición de que
tal reciprocidad no tendrá el carácter propio de la igualdad
internacional, o sea de la cortesía que exige que, iniciado por
mía parte el saludo, se conteste por el otro, cañonazo a caño
nazo. Huerta en esta segunda imposición había de someterse
a rendir a la bandera yankee los veintiún cañonazos, uno
tras otro, desde el primero hasta el último, sin que la bandera
de Méjico viese la reciprocidad de uno solo de sus tiros hasta
después que el pabellón de las estrellas hubiese recibido la
totalidad del homenaje de la salva mejicana. Y si a eso se
hubiese Huerta resignado, nio habría tardado en aparecer la
otra condición que imposibilitase el arreglo, porque ya eran
demasiados los meses que el Presidente Wilson había pasado
sabiendo que aquel momento debía venir, y esperando tal deis-
envolvimiento de los sucesos «such developments as wül be»,
según las palabras del mismo Presidente en su interview
(The Record of a conversation with Présidemt Wilson, by
Samuel G. Blythe.—«The Saturday Eveniñg Post».—Phila-
delphia.—-May 23¡1914.)
18
PROTEO
VIH.—INFALIBILIDAD YANKEE
Entonces se supo que, en presencia de las palabras de
los Estados Unidos, todo puede hacerse menos tornarlos a
broma como simples baladronadas.
Que el mundo no lo entienda, que la lógica quede mal
parada, que triunfe el mayor absurdo, todo eso es posible.
-Pero qeu la .seriedad de una. determinación, de uní plan polí
tico, solemnemente notificado al mundo por los Estados Uni
dos concluyen el ridículo de las cosas tontamente ¿Lidias, he
ahí lo que no debe nunca ser imaginado, por extraña que
haya sido la forma en que el poderío yankee hubiese presen
tado sus propósitos.
Sólo un completo desconocimiento del carácter y de la
fuerza del gran cuerpo y de la grande alma del pueblo norte
americano, puede hacer incurrir en el error de creer que una
grave actitud de su política internacional corra el riesgo de
evaporarse en la inanidad de una simple fanfarronada.
Que para algunos de los extraños sea ininteligible, puede
acaecer fácilmente, pero que esté destinada a fracasar en el
ridículo, no cabe en las posibles contingencias.
La Europa que se hallaba casi toda dispuesta a burlarse,
llegando las ironías hasta el punto de excitarlos a salir de
su inacción ofreciéndoles la cooperación que precisasen de la
Francia o la Alemania o la Inglaterra, resultó desconcertada
de pronto, sin acertar a otra cosa que a estallar en, un grito
de indignación ante la arbitrariedad con que se aprovechaba
un incidente tan nimio como el de la detención momentánea
de los marineros en Tampico, para poner a Méjico en¡ el diss
paradero del conflicto internacional inexorablemente plan
teado por esa sola causa, mientras en tanto tiempo se había
estado tolerando la serie de atentados de que los europeos
se quejaban y cuya represión nunca bailaban los Estados
PROTEO
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Unidos el momento de hacer efectiva en cumplimiento de su
misión de providencia entre el viejo y el nuevo mundo.
La impotencia o la inepcia yankee causaban antes con
miseración y risa a Ja opinión europea, extremada en aquel
ofrecimiento de acudir a socorrerlos para que la humanidad
no pereciese desamparada en el incendio de la barbarie meji
cana. Cuando los Estados Unidos hallaron madura su obra
preliminar de organización y concentración de elementos bé
licos terrest res y navales, p rontas sus t ropas para i a inicia
ción de sus operaciones con la ocupación de Viera Cruz y su
escuadra para el bloqueo de los puertos mejicanos, producido
en Tampico el incid ante de los marineros que debía sustituir
a Ja voladura del «Mame» en Cuba,—al primer golpe d)e su
cambio de conducta, saliendo de las palabras y entrando al
barreno de los hechos—, la risueña expresión de la. crítica
europea y de la burla hacia las vacilaciones y pusilanimida
des. del lirismo yankee, trocóse en una exclamación de sor
presa que traducía tanto el enojo como eil estupor de la des
ilusión y la derrota en los cálculos sobre el fracaso deil pan
americanismo. ’
Todo eso quiere decir que cuando los Estados Unidos
hablan la acción positiva es una consecuencia irremediable.
Los europeos, los mejicanos, las otras repúblicas de. Amé
rica, no pueden incurrir en mayor desacierto, que el. de oir
las palabras que en Washington' anuncian una determinación
política cualquiera, y echarse a hacer cálculos sobre la posi
bilidad de que todo ello vaya a quedar en agua d'e borrajas.
Las fórmulas enigmáticas, o confusas, o desatinadas, de
Jas declaraciones norteamericanas, no pueden sensatamente
entenderse sino como la expresión de cosas serias que han de
cumplirse en tanto que no cambien las circunstancias que las
han originado.
El galimatías del no reconocimiento del Gobierno de
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PROTEO
Huerta y de la no intervención norteamericana en Méjico,
no puede racionalmente descifrarse -por nadie que no vea en
eüo el artificioso propósito de no decir lo que se dice, de no
decir io que virtualmente se anuncia, siendo claro que lo que
únicamente se quiere es hacer creer que no se quiere inter
venir, y que, por consiguiere, si la intervención se produce
sera porque no ha habido más remedio, pues que así lo exi
gen la¡s circunstancias que motivaron el no reconocimiento del
Gobierno de Huerta, y cuya persistencia no ha dejado más
solución que la de que los Estados Unidos, contra' sus más
públicos deseos, se vean forzados a intervenir!
^ J' a opinión de Sud América, y la opinión europea, po
drían, escandalizarse de lo que no entra en su razón y su lógi
ca, y el criterio norteamericano regirá inalterablemente los
sucesos de su resorte, sin consideración a los extraños que no
comprenden su lógica y su razón.
El apoyo disimulado a la revolución, la protección des
cubiertamente concedida con la revocación de los edictos pro
hibitivos de exportación de armamentos, no bastan para una
pacificación basada en la caída de Huerta. Eso quiere decir
que se necesita algo más contundente;—y la intervención
queda resuelta.
El incidente de los marineros en Tampieo, se produce
en debido momento. Lo mismo daría que no se hubiese pro
ducido; en su lugar habría habido otro suceso. Es lo acceso
rio, que no puede faltar cuando así se necesita para el cum
plimiento de lo que está escrito.
Claro es que no todas las circunstancias favorecen a los
mismos propósitos- En unas condiciones los efectos de los su
cesos pueden Ser distintos que en otras.
Las pretensiones de los Estados Unidos pueden tener
una limitación en sus relaciones con el gobierno de Madero,
sucesor de Porfirio Díaz,—y otras miras ante el caso de la
PROTEO
21
guerra civil provocada por la dictadura de Huerta—, y otra
moderación ante un arreglo con que los contendientes de esa
guerra hubiesen prevenido la intervención extranjera, y otras
exigencias cuando los cañones de esa intervención hubiesen
sido los que sobre las ruinas de Méjico estableciesen ia paz
de Varsóvia.
Ciertamente, en todos los casos, la verdadera raíz del mal
esta en la anarquía mejicana. Dado este mal, no es posible que
el interés del gran vecino deje de aprovechar las ventajas
que él le ofrece.
Hay también cuestión de épocas.
A mediados del siglo XIX el Canal de Panamá era una
nebulosa, o una confusa perspectiva sin rasgos 1 casi de pro
yecciones yankees. Aquella fué la era de Tejas, y California
y Nuevo Méjico.
Ahora Panamá lia sido otra hazaña, y otra complicación,
cuyo estrépito se procura aplacar con la negociación del tra
tado en trámite con Colombia.
El Presidente Wilson llevándose ambas manos a los
oídos para no aturdirse con las voces de los gabinetes euro
peos excitados por el continuo conflicto, interviene en Méjico,
donde, como en toda la América debe prevalecer su control.
A estar a las más significativas apariencias, la acción
será, por las circunstancias, limitada en este caso, al dominio
de los privilegios y eomeeSioens de ferrocarriles y petróleos,
en rivalidad con los inglesas,' y. a las ventajas bursátiles y co
merciales en Oposición eon el capital y la industria francesa
y alemana.
Pero, virtualmente, la cuestión es de sometimiento de la
República de Méjico a la hegemonía de los Estados Unidos.
Ea cuestión es de dominio, es de ingerencia en el régimen in
terno, en lo más esencial de la independencia d'e una nación,
en la formación de sus poderes públicos.
Tal es la humillación que eu el mejor de los casos sigui-
22
PROTEO
fica para Méjico la política actual del doctor Wilson la inter
vención norteamericana.
La causa está en la anarquía mejicana, en el mismo
Méjico, tal vez también en la imprevisión hispano-americana,
en la América del Sud:
París, 1914.
José S LENE A CARRANZA. *
( Continuará.)
(*) El doctor José M. Sienra Carranza, estadista y tribuno, e.s
un orador de elegantes períodos, un literato de atildada fraseología,
un poeta de alta inspiración y un jurisconsulto de nota.
N'ació en Montevideo el 4 de julio de 1843, y se graduó de doc
tor en leyes al cumplir los Veinte años.
Es un hombre público que, aunque sacrificado por su principis-
mo, corno otras personalidades sistemáticamente excluidas por los
gobiernos de fuerza, ha desempeñado algunos altos puestos.
Ha sido ministro diplomático, diputado y miembro del Consejo
de Estado en 1898.
Ha colaborado en casi todos los diarios independientes de Mon-
tevicíeo, siendo los principales “La Democracia”, “El Pueblo”, “La
Tribuna Popular’’ y “El Plata”, cuya dirección compartió con el
(doctor Canos M. Ramírez, dejando en • todos ellos la huella de su
talento fuerte y robusto, distinguiéndose sus producciones por la vi
rilidad d;e sus convicciones políticas, la profundidad de- los concep
tos y la elegancia de la forma.
Su canto “A una paraguaya” le valió la popularidad por la ar
dentía de su lirismo y por la sonoridad de algunas de s-us estrofas.
En las batallas del Ateneo, trató de sublimar la fe de los comba
tientes con el recuerdo de las virtudes de los tiempos legendarios,
recitando las cuartetas de su poema épico “La caída”.
Es autor, también, de folletos y libros de temas jurídicos y po
líticos, mereciendo citarse, entre otros, “La cuestión presidencial”
y “Cuestiones americanas”, En esta última obra, con un dominio ab
soluto de la condición internacional de los pueblos de estirpe his-
ipano-americana, sé eleva en’su concepto de las más benéficas solu
ciones a una altura donde otros no llegaron antes.
PROTEO
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Meditación *
Eternamente acariciar un sueño,
Verlo desvanecido
Y volver a soñar el bien perdido
Con acendrado empeño;
Sentir que la esperanza languidece,
Como en la bruma el arrebol del día,
Que todo lo que fue desaparece,
Y esperar todavía...
«
¿Qué somos, dónde iremos? ¡El mañana
Es una lumbre de fulgores yertos,
En pos de cuya vaguedad lejana,
Soñamos vivos, y vivimos muertos!
Joaquín de SALTERAIN.
'(*) EJI doctor Joaquín de Salterain es un poeta de tierna inspi
ración. Sus poesías son de un sentimentalismo profundo y tranquilo.
Nació em 1S56, se recibió de médico siendo joven aun, y se dis
tinguió en Piarís come Jefe de la Olínica del célebre doctor G-alezo -
wiski, cargo que desempeñó durante cuatro años.
Ha sido colaborador de casi todas las revistas nacionales y de
muchas publicaciones extranjeras. Entre sus trabajos merecen men
cionarse : «Profilaxia epidémica», «Notas sobre cirujía», «Oftalmía
purulenta de 'los recién nacidos», «Técnica microscópica del ojo»,
«Tuberculosis pulmonar en el Uruguay», «La Liga de la Tuberculo
sis en Florida», «Demografía del Salto», «Apuntes de Demografía
Uruguaya», «La mortalidad en Montevideo», etc.
Es fundador d'e «La Liga Uruguaya contra 'la Tuberculosis», «La
Sociedad de Medicina» y «El Museo Histórico .del Uruguay».
Publicó en París un libro de poesías titulado «Intimidades», q,ue
prologó Rodó.
Desde hace tiempo, la musa del distinguido médico callaba. Hoy
podrán apreciar de nuevo, los lectores, la belleza y la hondura de
sus rimas.
24
PROTEO
A dos poetas “nuevos” *
Montevideo, 16 de octubre 1921.
• Señor Carlos César Lenzi.
He mi mayor estima:
Sus «Poemas» consagran un nuevo poeta.
Es «eguro que a muchos parecerán raros eses versos lie-
1 iios fuera de los moldes empleados comunmente. Poco im
porta lo que les exceptúe si tales como son tienten belleza.
} 0 no P°d r ' a decir que todas sus composiciones me pare
cen igualmente bellas, ni que muchas para mí lo sean desde
el principio hasta el fin. Pero sí que en todas—hasta en las
mas leves, aladas e imprecisas—hay algo, una estrofa, un
■verso, que revela la sensibilidad, la imaginación y el gusto de
un artista. Tiene esa colección mucha poesía de juventud,
hecha, con sensaciones de la vida. Por ello en esas páginas de
confesión desfilan tantas sinceridades' del temperamento. Y
asi alternan en ella los sueños de la fantasía y-las evocaciones
sensitivas, la emoción del paisaje y el amor del retiro, el re
cuerdo de las almas grotescas y el orgullo de la propia calidad
psíquica.
ttvJlrs! rtfT I a hondura del Pensamiento, la erudición literaria y la
i(]p ' Vc a form a, se ha conquistado Juan Antonio Zubiílaga uno
Jf P ., 1 . me f. os Prestos en las letras nacionales,
trk-emne» t „ ln °- y Su . ti ' 1 ’ crftic0 sereno y penetrante, admira sin res-
. ’ y corri se su acritudes en sus juicios sobre libros, ideas y
eu crUwio ^ nru eq " aibrio de sus facultades y ¡a ecuanimidad de
U cuterio, las notas dominantes de su labor intelectual.
PROTEO
25
Todo eso es triunfal, aunque en ello, por lo que eterna
mente hace imperfecta a la labor humana, puedan con fre
cuencia hallar dónde morder los que gustan saborear pecados
en los «nuevos». Pero esos instigadores implacables de toda
sinceridad personal que importa innovación, siempre fueron
calificados por palabras de conciencia y de juicio definitivos:
desde que aparecieran en la antigüedad hasta cuando en
nuestros días llamábales Menéndez y Pelayo «fanáticos secta-
nos que, alardeando de independencia literaria, son los pri
meros en no respetar la legitimidad de todas las formas que
en el proceso histórico del arte ,se han sucedido, distinguiendo
en ellas lo bello y permanente de lo accidental y transitorio».
Si se sienten ustedes «nuevos», ¿cómo no serlo? Ya es
vieja conquista universal la noción de que el primer deber del
artista es el de la consecuencia al propio sentimiento. Y su
derecho a la sinceridad es sagrado. ¿ Creen ustedes, pues, ser
«nuevos»? Muy bien: sólo cabe desear que muchos sean de los
qne quedan y pocos de los que pasan. Porque, como Vd. sabe,
entre los que aparecen y se suceden desde hace siglos, hay
que distinguir los. que realmente no pueden ser de otro modo
y necesitan producir la manera que traen al arte, y los que
sin motivo en sus condiciones suponen posible ser lo que quie
ren. .. y ] 0 intentan hasta que al fin se van sin hacer ni fun
dai 1 lo que no podía depender sólo de sus propósitos.
¿Recuerda los 1 «nuevos» del gongorismo? Ya entonces
decían, como lo puso Le"Sage en labios de aquel Fabricío Nú-
ñez que los representa en ,su «Gil Blas», contestándole a éste
cuando le pedía claridad hasta para un soneto: «Tanto mejor
si el soneto no es inteligible. Todo lo que exige sublimidad
no puede tener expresión natural y sencilla. Su mayor mérito
es la obscuridad: basta que el autor crea entenderlo. Somos
cinco o seis los innovadores que nos liemos propuesto trans
formar la lengua, haciendo lo blanco negro, y lo hemos de
conseguir a pesar de Lope de Vega y de Cervantes.»
26
PROTEO
¿Y los «nuevos» del romanticismof Formaron legiones
Fasta en Améiiea, donde sólo pocos dejaron nombre impere
cedero, y sabe Vd. que casi en su totalidad esos de nuestro
continente apenas eran como lo dijera aquella gran concien
cia del arte literario citada antes: «gente que tomaba por
inspiración el desorden, por bizarría la incorrección, por muy
profundas las cosas a medio decir, y por rasgos de genio des
bordado las más incoherentes extravagancias».
Así también los del decadentismo. Esos se reprodujeron
apenas ayer en estas tierras americanas y los hemos alcanza
do nosotros. Todos recordarnos cómo, desde que Darío, adop
tando los artificios de aquel neoromantieismo, puso una so
noridad suya en la lírica castellana, fueron innumerables los
que se lanzaron a ensayar la imitación de sus procedimientos
y sus formas, suponiendo que sólo esas exterioridades hacían
a aquel poeta. Pero, precisamente de los que en Europa ha
bían creado la novedad que Darío trasplantaba a nuestro
suelo y nuestro idioma, ya había, explicado Guyau coni visión
honda: «Para cubrir con una ilusión la esterilidad del fondo
es que los decadentes se afanan en el trabajo de la forma:
piensan que es posible suplir el genio por el talento que le
imite los procedimientos. Pero, si las obras geniales son las
más sugerentes y las más capaces de suscitar otras como
ellas, son también las más difíciles de analizar y de imitar.
Están muy unidas a la vida, a la cual no es posible reprodu
cir artificialmente.»
Como en los de otras veces, pues, en los «nuevos» de hoy
—que no serán los últimos—habrá espíritus aptos para la
emoción inspiradora del arte creador de la belleza, y almas
inertes, apenas capaces de simulaciones de la vida y de artís
ticos remedos. Bienvenidos todos, bienvenidos siempre, para
que realicen su labor como la realizaron otros, con vario des
tino, en diferentes tiempos y países. Y hagan su arte, como
sea, que ahora como antes y después sólo dejarán obra peren-
PROTEO
27
ne aquellos que, nacidos para oir y obedecer la voz inconfun
dible de la naturaleza propia, fueran llevados por él instinto
a recoger del corazón todas las repercusiones de la vida. Pues
aspirar a ser original por la adopción de métodos, maneras y
singularidades artificiales, .es suponer que ello es posible por
voluntario capricho de simular rarezas. El origen de la ver
dadera genialidad en el arte no es electivo ni antojadizo:
obedece a necesidades psicológicas; lo producen fuerzas irre
sistibles, facultades de vocación en que convergen todas las
energías morales para engendrar la obra que lleva el sello
personal por el cual se distingue y perdura.
Vd., pues, que bien demuestra entenderlo así, en el libro
con que se inicia, continúe fiel a sí mismo, haciendo la obra
de su sinceridad. Y con todo el entusiasmo poético cuyo poder
imaginativo ya tanto dilata las perspectivas de su "espíritu,
deje que el vuelo de su numen le lleve sobre horizontes inde
finidamente renovados, siempre libre y sin más norma que
la de aquel supremo esteta que triunfa hasta en las más dis
cutidas obras del mago Thibault: «En el arte, todo lo que no
es bello es falso».
Lo saluda atte.
Juan Antonio ZUBILLAGA.
Montevideo, 23 de octubre 1921.
Señor Federico Morador.
Apreciable poeta:
Indudablemente su obra es todo eso que en su concepto
infinito y luminoso dice la palabra con que Vd. la llama:
28
PROTEO
«Poesía». Y poesía casi siempre muy sentida, a veces honda.
Por ello, más que cuando el autor quiere que sea nueva es
mas nueva cuando es más suya. Y ello aunque no se la halle
en algunas composiciones y haya prosa entre sus versos. Pero
el estro que eleva esa poesía donde es espontánea su realiza
ción. revela que en la fuente de que emana hay una corriente
incorruptible. Está allí el alma sensitiva y radiante, estreme
cida por todo lo que sacude los nervios, sonora por todo lo
que golpea en el corazón. Eso eis el poeta; el de todos los
tiempos; el que perdura al través de escuelas, maneras y
nombres; clásico, romántico o decadente: siempre imperece
dero.
Comprobada, pues, la existencia de ese poeta, que es lo
esencial, las preocupaciones de capillas, procedimientos y de
nominaciones son insignificantes... mientras no sofoquen el
fuego sagrado. Pues el numen poético sólo puede vivir en la
libertad moral, intelectual y artística. Todo lo artificial que
se imponga a su espontaneidad creadora, primero la estorba,
después la marchita, y al fin la extingue.
Por eso es inútil proponerse ser original con ardides, y
es error abrigar la esperanza de alcanzar originalidad por
descubrimiento de rarezas. Cuando es posible, cuando es fun
damental en un espíritu, no aparece más que por la compla
cencia en la producción de la belleza, sin buscar exprofeso
exterioridades diferenciales. Y como lo recuerda Bourget:
«lia quedado el ejemplo de todos los siglos para probar que
la gran obrera de las producciones geniales es la inconscien
cia, y que el mejor modo de componer obras bellas es traba
jar mientras en ello se sienta placer». Ley natural de la crea
ción artística de todos los tiempos, también era con la noción
de ella que ya en sus días enseñaba Laprade que «toda obra
de la. inteligencia se debiera ofrecer como fruto necesario del
espíritu que la concibe; que el libro debiera siempre demos
trar que el autor no ha sido dueño de hablar otro lenguaje;
PROTEO
29
que ha sido poeta, filósofo, historiador, fatalmente, por virtud
ele la obsesión interior que, como ejercida por Dios, sintié
ramos en nosotros».
No es fácil adivinar quiénes entre los que llegan en la
falange de su generación, impedidos para esa consecuencia
al dictado del alma, vengan destinados a concluir en el pecado
de la equivocación estética, y quienes por el sentimiento de
la belleza que Vd. muestra en las mejores composiciones de
su opúsculo ofrezcan la seguridad de perdurar sobre los ex
travíos de la labor inicial en las horas juveniles. Pero, indu
dablemente, ese renacer que ustedes anuncian con tanta exu
berancia, trae en sus obras fe y dotes bastantes paira dejar
una promesa y fundar una esperanza, evocadoras de otras
renovaciones y otros triunfadores definitivos... que ya
pasaron.
Hoy por hoy: de esa poesía nueva—toda curiosidad y
ensayo llenos de optimismo afirmativo y confiado—que fre
cuentemente llega tan sin encanto para muchos oídos como
seductora por la sutilísima complejidad de las sensaciones
que la inspiran y de las imágenes que la expresan, no es posi
ble prever la evolución y los destinos. Siempre sabrá más de
ella el- que en ella se complace, que los que no la pueden gus
tar con deleite en la totalidad de los elementos que la
integran.
Saluda a Vd. atte.
■Jijan Antonio ZUBILLAGA.
30
PROTEO
Las estrellas *
Era una noche azul, toda cuajada de astros,
Calma, serena, extática—tal que un encantamiento.
Como lirios de plata las fúlgidas estrellas
Temblaban en el combo imponente del cielo.
Sobre el campo dormido en la calma nocturna
Majestuoso y solemne se agravaba el silencio,
Y un sudario nivoso, transparente y hialino,
Envolvía las cosas de un aire de misterio.
■(*) El doctor Víctor Pérez Petit es un escritor de intensa per
sonalidad. Desdo joven se destacó en nuestro mundo intelectual por
sus acertadas críticas, su vigoroso drama «Cobarde» y su erudición
literaria.
Redactó en compañía de Rodó, Daniel y Carlos Martínez Vigil la
«Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales», que ha sido
una de las mejores que ha tenido e'l país. Abandonó entonces la crí
tica militante, dedicándose a escribir estudios de mayor aliento y da
mej órete gallas.
' Publicó la novela titulada «Un Amor», y dió a luz, en 1908, su
aplaudido volumen sobre «Los Modernistas». En 1905 apareció «Gil»,
completando el libro, que le contiene, dos series de cuentos: «Acua
relas» y «Aguafuertes». Más tarde, en 1907, publicó el tomo de «Jo
yeles Bárbaros» y nos dió' a conocer el poema simbólico que se de
nomina «El Parque de los Ciervos», En 1914 publicó «Civilización y
Barbarie», y e n 1918 vio la luz su libro «Rodó». Un concurso organi
zado por «El Plata», premió su novela «Entre ]o« Bastos». Ha colec
cionado sus obras de teatro en do® volúmenes. Imprimió dos confe
rencias dadas en el «Club Vida Nueva», una sobre «Cervantes» y
otra sobre «Zoila». Ha actuado en política, dirigiendo «El Orden» y
«El Tiempo». Actualmente, con el seudónimo «El Otro», escribe sus
tanciosas críticas teatrales en «La Defensa».
La labor literaria de Víctor Pérez Petit es tan extensa como poli-
forme. Tiene un bello estilo retórico, un criterio amplio, una erudi
ción vastísima y una verba inagotable.
Ha tratado, siempre con éxito, casi todos los géneros literarios.
PROTEO
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Allá l-ejos el muro de una casita blanca
Entre un grupo de árboles se hipnotizaba quedo,
En tanto que el arroyo, en medio a la pradera
Parecía plasmarse en un zig zag de ensueño.
Mi un soplo en la arboleda; ni un canto entre los nidos;.
Y en la vasta llanura ni un solo movimiento:
Augusta, sacrosanta, la Natura dormía
Sobre el cojín nocturno de blando terciopelo.
Y allá arriba cual lirios de plata, las estrellas.
Escondido en la noche, emocionado el pecho
Como un ave azorada, las veía a millares
Tachonar la amplitud del hondo firmamento;
Amontonarse como innúmeras abejas
Que entran en su colmena en furioso entrevero;
O espaciándose altivas en soledades torvas
Por lucir solitarias sus prismáticos fuegos.
Yo las veía blancas, azurinas, violetas,
Como .luces temblantes de un sacro baptisterio,
Y tras sus rastros vivos, en la noche callada
Se iba amorosamente mi raudo pensamiento.
i Oh, estrellas de la noche! ¡-Jazmines luminosos
De un verjel encantado en el espacio eterno!
i Lágrimas encendidas en el altar deil mundo!
¡ Cirios del infinito sobre un enorme duelo!
i Oh, estrellas etérnales, cuya lumbre serena
Ha cruzado la augusta majestad de los tiempos!
¡ Oh, estrellas que habéis visto pasar hombres y razas,'.
Surgir instituciones y derrumbarse imperiores!
32
PROTEO
¡ Estrellas milenarias, testigos silenciosos
De luchas y combates, de afanes y denuedos,
Con que el hombre la tierra ha manchado liviano
Con un irrefrenable ardor funambulesco!
Decid! ¿sois impasibles?, ¿sois de diamante, acaso?
¿Nuestros grandes dolores no hieren vuestro seno?
¿Nuestros gritos que claman, que rugen, que protestan,
-No turban vuestro grave, letal recogimiento?
¡ Oh, estrellas augustales! Ha siglos habéis visto
Al hombre abandonado y desnudo en el suelo,
Luchar sin esperanza contra el hambre y las fieras,
•Con altiva pujanza, bravamente resuelto.
Luego, en otras edades, más serenas y bellas,
Habéis visto del arte surgir los monumentos,
Los mármoles preclaros, las estatuas de nieve,
Los arcos triunfales, los majestuosos templos.
Y junto a las cisternas, en las calles y plazas,
O en los jardines áticos, rodeados por el pueblo,
Habéis visto en los tiempos remotos a los vates
Cantar sus tradiciones en inmortales versos.
Más tarde, todavía, habéis visto a los hombres,
Como dementes trágicos en un loco torneo,
Destrozarse en combates y guerras sanguinarias.
Por la soberanía de fabulosos reinos.
¡ Oh, las guerras del hombre! ¡Las guerras maldecidas!
La ambición, el orgullo, la crueldad, el desprecio
Por las vidas ajenas, la locura, la infamia,
La sórdida avaricia por lo propio y lo ajeno.
3
PROTEO
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Todas las miserables pasiones que se albergan
En el seno del hombre trajeron el espectro
He las guerras sangrientas, de las guerras injustas
Que lian trocado la tierra en un rojizo infierno.
i Olí, estrellas de faz blanca como ángeles dormidos!
Vosotras habéis visto en un fulgor siniestro
1 asai las espectrales figuras de Alejandro,
De Atila y Tamerlán. en los vencidos tiempos.
1 en otros más recientes, con Felipe II,
En un desborde rojo de aparato frailesco,
Sobre las grises tierras de Flandes y de España
Pulular las hogueras en un hervor horrendo.
^ eu oHos más recientes aún, en nuestros días,
1 ara vergüenza eterna de los hombres modernos,
Habéis visto matanzas, traiciones, felonías,
Robos, pillajes, furias, violaciones e incendios.
^ ante esos espantables cuadros de horror y sangre
¿Os quedáis impasibles, luminarias del cielo?
i Es que nada os conmueve, porque sois la mirada
Que se ha. helado mirando los abismos eternos?
^ entonces, ¿para qué, en las horas de angustia,
Suplicantes los ojos a vosotras volvemos?
¿Por qué en las horas tristes, en los mudos dolores,
Con ardiente plegaria os pedimos consuelo?
i Oh, estrella de la tardé, blanca, lilial, querida,
¡Cuántos hermanos míos que en otros siglos fueron,
Habrán puesto sus ojos sobre tu faz helada
Cual yo los pongo ahora con un afán supremo!
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RROTEO
¡No existen ya en el mundo los que te contemplaron
Y tú ardes todavía en tu rincón electo!
Los que hoy te miran pronto bajarán a la huesa,
Otras generaciones ocuparán su puesto...
ú al mirarte, extasiados, tal vez si son poetas,
Como bajo el conjuro de un raro sortilegio,
Pensarán que nosotros, los que te vimos antes,
Sobre tu sien plateada los contemplamos a ellos.
¡Oh, estrellas vigilantes! Pupilas que del fondo
Del abismo insondable estáis como en acecho,
¡ Cuántos enamorados desde esta baja tierra
Se amaron contemplando vuestro claror intenso!
¡ Cuántas veces, tremantes, os dieron por testigos
De sus encantadores y tiernos juramentos!
¡Y cuántas todavía, en la calma nocturna,
Sorprendisteis la fuga de un anhelante beso!
¡ Cuántas lágrimas tristes mirasteis como hermanas!
¡ Y cuántas desventuras os clamaron consuelo!
¿Las habéis olvidado, estrellas de la noche,
En vuestro interminable y fugaz parpadeo?
Nosotros, los que un día, heridos por la pena
O iluminados todos por íntimo contento
Os buscamos en lo alto, flores de luz eterna,
Hasta el postrer instante nunca os olvidaremos!
En horas inmortales, de esas que no se olvidan,
Nos habéis rodeado de un sagrado misterio;
Por vosotras asoma el altar de la noche;
Es también por vosotras más dulce nuestro ensueño.
PROTEO
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Os debemos un poco de eternidad solemne....
Un poco de quietud en nuestro desconcierto;
Vuestra lumbre lia vestido de blanco nuestro espíritu,
De azahares luminosos la miseria del cuerpo...
Sois el guía celoso del arriesgado nauta ;
Al corazón transido marcáis el derrotero;
Sois en la inmensidad los puntos suspensivos
Que prosiguen la Vida más allá de lo eterno...
Sois la luz. la alegría, el canto y el perfume
Que tiemblan y se expanden en el jardín del cielo;
Sois el polvo hialino que en rutas fabulosas
Va levantando el carro olímpico de Febo.
Sois el enigma oculto en la vaga distancia,
Dos «por qués» formidables que nos llenan de miedo;
Sois las letras arcanas de la sabiduría,
De la Razón Eterna el gigante alfabeto.
¡Oh, estrellas milenarias! ¡Estrellas que extasiado
Dn mis noches creadoras con amistad contemplo!
Vestid de resplandores mis sienes cuando llegue
Para mi alma cansada su postrer ensueño!
Víctor PEREZ PETIT.
36
PROTEO
Desde mi mansarda*
EL SILENCIO
Al doctor Horacio Maldonado.
«Cuando los labios duermen, las almas
se despiertan».—Maeterlinck.
No es en el tumultuario bullido ele la vida, en el estrepi
toso tráfago de los intereses o de las pasiones, donde se gestan
y nacen los grandes pensamientos, simientes de admirables
empresas. No es la pleamar embravecida y turbulenta, la que
ha de deslumbrar vuestra retina con la impresión de lo infini
to o majestuoso. No es la floresta poblada por los mil rumo
res de les paseantes, la que pueda despertar vuestra sensibili
dad de panteísta y atraeros con el serano encanto de la natu
raleza, eternamente silenciosa en su eterna fecundidad!
Sólo en el silencio obra profundamente el pensamiento y
de él se nutre y vigoriza, incubando La acción futura. Así
surge la labor del sabio que, en eil apartado retiro de su gabi
nete y en múltiples horas de callada investigación, ha vencido
el misterio de la ciencia y os ofrece luego, con los beneficios
de su enseñanza, una nueva verdad que equivale a una orien-
* Gabriel A. de León maneja e'l castellano con soltura y con
corrección. Su prosa es cincelada, pulida, armoniosa, llena de borda
dos y muy rica en ideas.
Quizá le falte algo de la mota de descuido y aire de .abandono que
pide a los prosistas el preclaro Azorín. Pero eso no obsta para que
pueda figurar entre los primeros escritores de su generación.
Tiene una sólida ilustración literaria y lm gTan talento-, q.ue le
permiten tratar todos los géneros y sobresalir en todos ellos.
Así. ,es autor de poesías, de comedias y de artículos de índole
filosófica.
PROTE©
37
taeióii mejor en el intrincado dédalo de vuestras ineentidum-
br'es. He aquí el «silencio activo» de que nos habla el maestro
belga.
Y no menos activo, en orden diferente., es ese silencio
ante el cual y por él misino se abren las almas en muda comu
nicación de una sublime elocuencia. Preguntad a los enamo
rados cuáles son los instantes de mayor deleite pasados junto
a! ser objeto de su cariño, y os dirán! todos que cuando cesan
las palabras,—aun en el lenguaje del amor, siempre rudas y
vulgares—, y un silencio inexplicado los envuelve como en
una caricia extraterrena, siéntense transportados a las cimas
<le la más pura idealidad en alas de un arrobamiento inefa
ble. Y de todos los recuerdos que el tiempo,—Leteo en el que
abrevan las almas fatalmente—, respeta en la integridad de
su bien marcada belleza, el de esos instantes es siempre el que
con más nitidez se destaca y el que con más frecuencia acude
a la mente del enamorado evocador de las dulces horas que
fueron.
Sufre vuestro espíritu un dolor tan intenso como contu-
maz, y as en el augusto silencio de la tarde o en la sereníd'ad
silente de la noche cuando el peso de vuestro mal se aligera;
.Y de la quietud de égloga que en el paisaje duerme, sentiréis
<tue es llega el bálsamo sedante que os reconcilia con la vida,
advirtiéndoos de que vuestro dolor,—si imposible de extir
par-—, puede aplacarse y reducirse en los límites de lo sopor
table, cual una fatig-a más en las fatigas del humano existir.
Honda la muerte implacable vuestro hogar querido o hace
presa en él a uno de sus miembros, y uní silencio solemne,
preñado de misterio, descenderá sobre la casa en duelo. Mien
tras veláis al enfermo, imponéis el silencio como una medici
na más, acaso con la postrera esperanza de quei en la quietud
rallada, aquel espíritu desfalleciente se reconforte y anime,
bu ando la Intrusa* ha cerrado para siempre los ojos de su
elegido, no osáis interrumpir todavía el silencio que os en-
38
PROTEO
vuelve, y permanecéis, aunque adolorido y lloroso, mudo, cual
si vuestra palabra fuera, como dijo el poeta, «una blasfemia
entre una oración». Todos los momentos solemnes parecen
exigir un augusto silencio, acatamiento sumiso de las almas
a la grandiosidad inmaterial de esos instantes. Y de éstos, el
más solemne, el que más es avasalla y os rinde, es el mo
mento,—eterno en el recuerdo—, de la muerte cuando pasa
muy cerca de vosotros y a su paso troncha una existencia liga
da a la vuestra por vínculos de afectos.
Si ante la obra artística de rara perfección o ante la Be
lleza en cualesquiera de sus formas o manifestaciones, es sen
tís dominado por esa admiración, mezcla de jaculatoria y
éxtasis, que enajena el alma del esteta, a buen seguro que no
habréis de exteriorizarla en una frase vaula, imposible siem
pre de traducir vuestro arrobo o emotividad. Un prolongado
silencio, en circunstancias tales, expresará con más elocuen
cia vuestro estado de ánimo que lo que pudiera hacerlo la
palabra más cálida y donosa.
Es el silencio la prueba máxima en la repulsa o atracción
de los espíritus. En tanto que con las personas desconocidas,
en ningún modo simpáticas, o con aquellas que por un no ex
plicado antagonismo os fuera harto difícil intimar, el silencio
habrá de separaros cual si en él os hubierais trasmitido cla
ramente el secreto sentimiento de inevitable hostilidad, con
los predilectos, de vuestro cariño será como un nuevo nexo que
fortalece y solidifica la .ya existente vinculación afectiva. Y
en este último caso, no por frecuentemente repetida será es'a
prueba menos eficaz. En cada instante de silencio transcu
rrido entre vosotros, se acrecerá la mutua simpatía, ya que
en ese tiempo habrán dialogado las almas en el divino len
guaje de sus ternuras y, en la reciprocidad de sus confiden
cias, habrán descubierto o confirmado la afinidad que las
hermana. v
Ved al hombre verboso, en incansable plática siempre,
PROTEO
39
asombrando a su auditorio con la enumeración de sus vastos
planes, uno solo de los cuales bastaría para producir una
honda revolución en el orden de lo establecido; y observad
que nunca lia llevado ni logrará llevar jamás a una práctica
ejecución el más sencillo y factible de sus planes. Toda su
obra se diluye en sus palabras, y son sus palabras expresiones
hueras arrancadas al lugar común, pues no se ha detenido a
meditar en el silencio creador de las grandes ideas, y carece,
por lo tanto, de la fuerza básica de la acción, que sólo se
adquiere en el pensar recogido.
Ved al orador de fácil dicción, haciendo gala de su facun
dia extraordinaria,—si abundante en palabras, pobre en con
ceptos—, y leed más tarde una página escrita por el mismo,
y habréis de notar, entonces, su incapacidad para el ejercicio
de las letras, pues, amén de su evidente desconocimiento de
las reglas gramaticales, se echará de ver la ausencia de toda
substancia ideológica en ;su producción escrita, como se obser
vara también en su discurso, aunque, por razones circuns
tanciales de explicación fácil, en forma menos notable. Es
que el escribir exige una meditación previa, una preliminar
elaboración silenciosa, a las que no está avezado el facundo
orador de fácil palabra siempre presta a surgir de sus labios
para tratar los temas más diversos, cualesquiera sean las oca
siones y por distinta que sea en cada una de ellas la calidad
de sus oyentes.
«Más se piensa en un 'día de soledad que en ciento de
sociedad», dice el viejo adagio. Adunad a este aforismo aquel
°tro que dice: «Parca es la palabra cuando el corazón es pró
digo» ; y si habéis desentrañado de ellos la innegable verdad
de su sentencia, por haberos facilitado esa tarea la propia
observación cotidiana de lo que a vuestro derredor sucede,
rendid al silencio fecundo que prepara la acción, que acerca
y une las almas, que solemniza, los momentos inolvidables de
vuestra vida, el culto merecido, y habréis logrado para el
u PROTEO
espíritu,—que sabrá de un nuevo goce imperecedero—, el
más alto dictado de selección.
Y entonces, sólo entonces, «en el jardín en sombras, bajo
el terciopelo azul de un cielo estival» y en medio del nocturno
silencio, que es el reino de las almas, podréis oir con el poeta
Ja inefable voz
«de los que murieron amando en silencio;
de los que callaron muriendo de amor!»
Gabriel A. DE LEON.
PROTEO
41
Un poeta desconocido
EUGENIO KERGAKÂ
«Una de Jas impresiones más altas de respeto que yo lia-
3 a experimentado en el mundo, lia dicho Rodó, es la que me
ln aduce cierto linaje de espíritus—seguramente, muy raros,
• v aun que raros, difíciles de reconocer-—s;in haber llega-
( l° a su más escogida intimidad; cierto linaje de espíritus que
unen al sentimiento infalible, perfecto, aristocrático, de la
mIJeza, 611 ^ as cosas del aide, el absoluto desinterés con que
]»ofosan calladamente su culto, inmunes 1 de todo estímulo de
vanidad, de todo propósito de crítica o de producción, de toda
codicia simomíaca de fama.»
A pocas almas se les podrán aplicar con más razón y
justicia esas palabras del ilustre maestro que a la del inspi
rado y hondo poeta Eugenio Bergara, el cual, rompiendo hoy
•’U habitual silencio, honra las páginas de Proteo con una
bellísima poesía.
Bergara no ha querido que la plebe escuchara sus cantos
apasionados, ni sus rimas de sentimentalismo triste y pro
fundo. Y es que los himnos salomónicos no se escriben para
a Multitud. Se escriben para las soberanas de dientes de
Marfil y dedos de rosa. Los himnos orientales deben ser corea
res por el crugir de la tírense púrpura y por el humear de
°s perfumes núbieos. Cuando no hay una reina, con los bra
bas cubiertos de anillos de oro, a quien dirigirlos puesto de
3 odillas, está la ilusión, la mujer sin cuerpo que vaga por las
Mibes, la uránica virgen que enciende la estrella de la ma
cana y el astro de la tarde.
Y es la lira del: amor la que mejor resuena en sus manos.
42
PROTEO
Es ardiente, melancólico, suplicante, muy castizo y muy
correcto.
El amor que nos canta, a pesar de su excelsitud, es un
amor humano que muere de congojas, que sabe de celos, que
finge desvíos, y al que no satisface la irrealidad.
A este poeta, que abunda en ardentías incendia cloras,
que tiene una imaginación sensual, le gusta la Venus del
amor carnal, la nacida m nacáreo coche marino. La Venus a
quien regocija el arrullo de las torcazas, y la que preside la
orgía de fresas y el banquete de miel en las bodas accidenta
les, entre ninfas y sátiros.
Pero en las poesías de Bergara no se halla un solo deseo
que no sea excelso. Sabe que la eterindad quiere que las mu
sas no enloden sus alas con el lino negruzco en las honduras
del sensorio ciego. Su numen no ignora que el alma del poeta
debe ser escogida y soñadora. Soñar con lo azul y desear lo
azul, es y será el destino y la ley de la poesía. Bergara. sabe
. que lo inmortal ha de ser noble y honestamente hermoso. Y
sus versos vivirán, porque son inspirados, porque están bien
vestidos y porque son traducción de muy honda vida espi
ritual.
«La poesía, ha escrito don Nicolás de Avellaneda, es con
centración, es reflexión, es poder dado a la palabra por su
sentido infinito.» En «Triunfal», Bergara llena todas las
condiciones que exige de los poetas el sabio Avellaneda en su
precepto. La estrofa última, en la que se exhibe el alma del
poeta en toda su plenitud, dice así:
«Que soy raro!
Los hombres no supieron
Sentir mis soledades.
Que soy oscuro!
Los hombres no sintieron la savia de mi abismo;
Que soy triste!
PROTEO
43
Yo supe tener sueños de luz, pero ios hombres
Creyeron que eran vanas locuras y se rieron.
Y al reirse mataron
Los gérmenes del verso
Hlás colosal, aquel donde una novia
Se viste de imposibles...
Que soy huraño!
Amén por los que nunca lloraron ni sintieron!...
Y así pesadamente, sin alma y" sin cariño,
Lo mismo que las rocas, lo mismo que los vientos:
Indiferentes, solos, arcaicos y sombríos
yin rumbo marcharemos.
Sembrando las espinas de nuestro desencanto,
Yertiendo las ponzoñas de nuestro desconsuelo!...
«Sabia es la duda, yo te invito a dudar...
Dudando a lo imposible triunfante llegaremos...
Yo te invito a estar sola,
Yo te invito a ser triste
Y huraña
Y entonces, para, siempre... por siempre triunfaremos!»
En las rimas de Bergara no hay nada de artificioso y
de no espontáneo. Colora y cincela, describe y compara mag
níficamente, con exactitud, con, hermosura, sin que huela a
sudores Su habitual corrección.
Ariosto D. GONZALEZ.
44
PROTEO
Suprema cita
Yo fui tu Encantador; con mis ensueños
Aprendiste a sentir la forma vaga,
Las tiernas sinfonías de los sueños
Y el dolor de una vida que se apaga.
En el corcel alado de una nota
Supiste cabalgar tu fantasía.;
Luego cruzar una región reimota
Sobre la chispa azul de mi poesía.
Impregnada de todos mis sentires
La Grecia te dió mármoles y arpegios.
Y el Asia con sus líricos fakires •
lia sensación de los palacios regios.
Leyendo mis cantares aprendiste
La cálida nostalgia de la luna...
Y el secreto ancestral del cisne triste
Que agoniza bogando en la laguna...
Todo pudo mi amor en tu destino!
Como una mano misteriosa y tierna
Te libertó del fango del camino
Y entre los astros te depuso eterna.
Jamás el roce de tu carne suave
Le hizo torcer su "luminosa huella;
Mi amor iba a la altura como el ave
Que se enamora de una audaz estrella.
PROTEO
45
Mi amor no era el placer del sensualismo
Que se rebaja hasta tocar el suelo...
Mi amor era un pedazo de idealismo
Que iba a incrustarse en el azul del cielo.
Mi amor no era una antorcha que latía
Empapada de mística amargura;
Mi amor era un planeta que ascendía
Buscando a sus hermanos en la altura.
Todo pudo mi amor porque era bueno,
Noble y genial imp roían able y fuerte;
Tenía la savia de algún dios heleno
Y el inmutable gesto de la muerte!
Y fué el milagro azul de la poesía
Surgiendo, Diosa, de la blanca roca;
Diana de pie sobre una pampa fría,
Y recogiendo estrellas 1 en la boca!...
Contorsiones de danzas orientales
Fingidas ante un grupo de leopardos;
Pitonisas que ensayan sus rituales
Con una leve inmolación de nardos!
Y fué el milagro azul de la belleza
Brotando heroica de la puma esquiva...
Damayanti rugiendo de tristeza,
O encendiendo una lámpara votiva!
Visión que pasa su fuga silenciosa
Por el cerebro de un eximio artista ..
O Salomé mostrando temblorosa
Da cabeza truncada del Bautista!...
PROTEO
Virgen que bajo un pórtico radiante
Recuerda al ilusorio prometido, ,
En tanto que su mano agonizante
Despertaba las rosas del olvido!
Y tú fuiste la dueña de ese Impeirio
Tan hondo, tan egregio y tan arcano!
De ese mundo tan lleno del misterio
Que encierra el grave palpitar humano!
, Y en medio de una erótica armonía
Llena de luz, de sueños y colores,
Tú fuiste la suprema fantasía
Que llega augusta y derramando flores!
Nunca jamás se apagará la nota
Vibrada en tu interior supremamente;
Mustia la carne, la existencia rota
Te hará surgir maravillosamente !
i Qué importa que hoy te apartes de mi vía
Yo fui el encendedor de tu penumbra
Y tu alma insigne para siempre es mía,
Mía como la luz que en eilla alumbra!
Profanará la mano palpitante
La carne tibia de jazmín y rosa,
Pero mi luz continuará brillante
Como una enorme estrella milagrosa!
Marcharemos opuestos por el mundo,
De toda nuestra vida blasfemando;
Pero tu alma y la mía en lo profundo
De un cielo azul se juntarán llorando!
PROTEO
Nuestra es la última cita... Cuando inerte
Mi cuerpo quede ante el más tosco invierno,
Tu alma que es mía le hurtará a la muerte
El privilegio de forjarme eterno...
47
Eugenio BERGARA.
m
I
i
I íü ;i
48
PROTEO
La gran farsa
Comedia de fantoches, en tres actos y un prólogo
(Comentarios musicales por Francisco Alfaro)
PERSONAJES
COLOMBINA
SRA. POLICHINELA
PAYASO
PIERROT
MEFISTÓFELES
SANSÓN
ARLEQUIN
SR. POLICHINELA
PANTALÓN
TITIRITERO
AUTOR
POETA
BAILARINA
HOM'BjRES, MUJERES Y NIÑOS DE PUEBLO
PROLOGO
DECORACION.—En primer término representando el tin
glado de la farándula.
AUTOR Y TITIRITERO
AUTOR
Ese es mi proyecto.
TITIRITERO
Señor Autor : para complaceros estoy. Excelente es vues
tro propósito y muy graneles son mis anhelos por serviros, a
PROTEO
49
trueíqne del honor que me hacéis, pidiendo a mi imaginación
el argumento para vuestra obra. Mas, he de advertiros...
AUTOR
Dueño y Señor de da farándula: contestad a fuer de sin-
cero ’ corazón en mano, falsía a, un lado; si lo que es hoy pen
samiento, se realiza, ¿auguráis justicia para rni lucubración,
recompensa a mis esfuerzos, aplausos para mi obra?
TITIRITERO
De eso quería precisamente hablaros. Yo he encanecido
tras el telón de abigarrados colorines; nadie conoce como yo
los secretos de Talía ¡ni tan bien al público; soy algo así como
1,11 psicólogo de muchedumbres, y sé de las turbas que no cono
cen ni aprecian otro arte como no sea aquel halagador a sus
instintos feroces... Nada os importe, señor Autor, de los
aplausos que atruenan el corral; aplaudir lo hace cualquiera;
ningún caso hagáis de elogios, pues son interesados... ¡ala
banzas ponzoñosas! El aplaudir y el elogiar a conciencia,
Privilegio es de los menos; no busquéis las palmas de la Glo-
lla en ^ os aplausos de los imbéciles... Si yo fuera crítico de.
^Dte, dejaría a un lado las obras aplaudidas para analizar
con detenimiento mayor las provocadoras del silbido, pues en
eo ellas podría hallar alguna palpitación artística que no hu
biera llegado a las masas. Y "esas multitudes idiotas, frente
a aquella manifestación para ellas incomprensible, pregona-
clora valiente de su maldad, de su ignorancia, creyendo juz
garla, ponen toda su vileza en un silbido que consideran un
insulto y una sanción... (Pausa.)
AUTOR
i Creéis, por ventura, que, en vuestros fantoches, grotes
cos muñecos de trapo y cartón, cuerpos entecos ataviados con
4
50
PROTEO
acanillados trajes de vivos colores, encontraré personajes de
carne y hueso, humanos personajes con sus pasiones, con sus
zozobras de.alma, con sus tormentos, con sus tristezas, angus
tias y alegrías.. .1
TITIRITERO
Nada temáis; malabares juegos’ realizo con mis «mario-
nettes». Ahora les veréis accionar en el tablado de mi carreta
thespisiana, esa carreta que en su cansina marcha de pueblo
en pueblo, de villorrio en villorrio, lleva tesoros de alegrías
para los. ¡extraños, abismos de 'tristezas- para los míseros sal
timbanquis. ¿No oís bulliciosos gritos impacientes, acordes de
•música ensordecedora? Es la eterna farándula, la cruzada
farandulesca que, con su gárrula inlquieta, sus abalorios, con
el falso brillo de sus oropeles y suls engañosos boatos, va ha
ciendo sonar las trompetas de la Fama, arrancando palabras
da admiración, provocando suspiros- en las almas románticas
de los enamorados, despertando acedosas envidias en las rui
nes almas de los villanos. Esta noche tiraré de los invisi
bles hilos de mis muñecos; bajo sus estucadas cabezas baila
réis palpitaciones de'pensamiento; -dentro de sus acartonados
pechos bullirán pasiones y germinarán sentimientos; sus ex
tremidades accioniarán acompasada, rítmicamente... Por el
tinglado pasarán hálitos de vida, soplos de humanidad... En
esta farsa, mis fantoches tendrán conciencia y tendrán co
razón. ..
AUTOR
Y, decidme, señor Titiritero- ¿no os engañáis al preten
der darles conciencia y corazón a vuestros atrabiliarios mu
ñecos, exóticos personajes de vuestra farsa?
PROTEO
51
TITIRITERO
Señor Autor: si, como vos intentáis darme a entender,
eso sólo fuera una mera alucinación de mi espíritu, una fan
tasmagoría de mi cerebro, -más humana sería la farsa. ¿ Olvi
dáis, por acaso, que nosotros, los hombres, ordinariamente, no
tenemos conciencia ni tenemos corazón ?
AUTOR
Razón lleváis; con la preocupación de la obra—
TITIRITERO
Vuelvo a repetiros que no hagáis hincapié en ella. Mis
muñecos os darán tema suficiente; el argumento de mi farsa
sera argumento de vuestra farsa. Y no digáis más, señor
Autor: poned atención, esucliad... Todo está dispuesto. Una
so ' a orden mía bastará para que se reanude el cascabeleo de
ia farándula...
AUTOR
Comenzad -desde ahora, señor Titiritero.
TITIRITERO
Al instante, insigne amigo."Seréis complacido en vuestros
deseos; vuestras aspiraciones se verán colmadas y vuestros
anhelos se verán realizados... Una sola cosa os advierto: m
& sta farsa, como en la de la vida, se verán rostros aunque no
corazones. Dicho esto, los artificiales intérpretes comienzan
a accionar. Abarse, señor Autor... ¿Escucháis?... El aman-
fe Pierrot entona su canción... ¡ Arriba, arriba el telón!
52
PROTEO
!L
ACTO PRIMERO
DECORACION.—Calle de la villa donde se realiza la acción
de la farsa. Varias casas de artística construcción; entre
ellas se destaca el palacio del sr. polichinela. Lo. demás
se deja al libre arbitrio del escenógrafo; éste procurará
que el decorado dé la impresión de algo deslumbrador y
fantástico.
PIERROT Y COLOMBINA
PIERROT
i Colombina! ; Colombina! Mi corazón místicamente te
anliela; toda la lnz de mi poesía, todos mis versos apasiona
dos son para ti; a tu prístina hermosura los ofrendo... Ellos
alumbran mi camino de poeta con fúlgidos resplandores de
aladinesca lámpara votiva. Colombina: etscueha mi canción:
(Pierrot canta.—En la partitura N.‘ 1.)
%
Colombina.: en la noche silenciosa
interrogas el cielo por saber,
si ha de tardar la hora venturosa
en qne a tu dulce amado vas a ver.
No suspires ansiosa y anhelante;
tu amado que esperabas, ya llegó,
divina Colombina. Palpitante
¿no te dice el alma que soy yo?
¡Yo soy el esperado! Traigo llena
el alma de ilusiones aun en flor;
bajo la Luna pálida y serena,
Colombina, te cantaré mi amor!
PROTEO
53
COLOMBINA
1
Pierrot, tus estrofas repiquetean en mi corazón... Ama-
Pierrot, bésame y dime dulces e inefables palabras de
amor.
PIERROT
¡Nuestros corazones se unen a la conjunción de nuestros
labios! Nuestras almas se elevan y el silencio reina en tomo
nuestro. Seamos eternamente jóvenes, Colombina,; la juven
tud es amor y el amor es vida! Soñemos apaciblemente nues-
ti° sueño de enamorados y no despertemos nunca; nuestro
eatítico sueño perdurará hasta la eternidad... eterna nues-
P a juventud,.. eterno nuestro amor!
COLOMBINA
j Pierrot, mi poeta, mi santa realización!
PIERROT
¡Colombina, la ardiente inspiradora de mis cantares; la
’iue en mis noches de nostalgias y de ensoñaciones me acom-
I>ana siempre con su grato recuerdo, la que me. ha cautivado
eon sus ni ágicos hechizos, co,n sus brillantes ojos como estre-
aS ‘ ■ • estrellas que deshojan "sus irradiateiones luminosas
sobre mi cabeza de doncel soñador y sobre mi corazón que
s ° a dormcce al rítmico compás ele sus conmovedoras palpita
ciones !...
COLOMBINA
el
Amémonos reanimando nuastros espíritus abatidos por
<"'ontinuo batallar con la vida, arrullando nuestros pensa-
54
PROTEO
mientas con la celestial música de nuestro himno al Amor,
salmodiando nuestro canto a la Juventud y entonando ale
gres, ufanos, dichosos, estrofas milenarias de Pierrots y Co
lombinas ...
PIERROT
¡ De pierrots y colombinas! De pierrots, los vehementes
amantes; de colombinas, .las por sus exquisiteces amadas...
(Pequeño silencio.) Mírame, déjame llegar hasta tu 'alma, dé
jame descubrir en esa vaga sombra de tus ojos los misterios
de tus noches de amor. ..
COLOMBINA
M
¡Noches de amor! Contemplar extática a la pálida luna,
mientras Pierrot canta su serenata y desahoga en cuitas el
amor por su adoradla Colombina.
• j |
PIERROT
Dormitar bajo las frondas en la hora suavemente melan
cólica de los crepúsculos, cerrar nuestros párpados mientras
las estrellas abren los suyos para velar nuestro sueño, con
sus ojos rutilantes y fosforecentes. Deppçrtar luego con la
brillante aurora de la mañana y recibir en nuestras inmacu
ladas frentes, como caricias de madre bondadosa al hijo de
sus entrañas, los dorados rayos del So! que es alegría, luz,
despertar de vida, anunciación gloriosa... Colombina: de
rodillas 1 ante tu fascinadora y acrisolada belleza, pídote fer
vorosamente tu santa bendición de amor.
COLOMBINA
Pierrot, en el silencio de. este instante en que todas las
cosas despiertan de su letargo y reviven de su desvaiteci-
PROTEO
55
miento, cu este supremo instante ele celestial arrobamiento, ele
nostálgico embeleso, recibe santamente, inmaculadamente, la
bendición efe tu amada Colombina.
f
VOZ DEL SR. POLICHINELA
i Colombina, hija mía!
COLOMBINA
¡Mi padre!
PIERROT
¡El terrible señor Polichinela!
VOZ DEL SR. POLICHINELA
i Colombina!... ¡ Hija mía!...
COLOMBINA
Padre: acudo presurosa... ¡Adiós, Pierrot!
PIERROT
i Colombina, adiós!... Tu recuerdo me acompaña en to
dos los momentos.
COLOMBINA
¡Hasta después!
56
PROTEO
PIERROT
i Hasta siempre, Colombina!
(Colombina desaparece.)
PIERROT Y PAYASO
PAYASO
¡Hasta nunca, amigo Pierrot!
PIERROT
¡Amigo. Payaso!
PAYASO
¡Pobre enamorado! ¡El eternamente engañado por Co
lombina! Ja! ja! ja!
PIERROT
¡ Calla, Payaso! No profanes con tu estúpida risa los
sentires de mi amada. Búrlate de tu imbecilidad, ridículo
bufón de los villanos, hazmerreír de tus semejantes... El
amor santifica nuestras vidas, Payaso; el <pnor ennoblece
nuestras ansias y endulza nuestro existir. Nosotros, los pie-
rrots, nunca reímos mediocremente como ustedes que vinie
ron al mundo desprovistos de todo sentimiento, de toda pa
sión, de todo fuego, de todo vigor... Enclenque de natura
leza, no te burles del amor; ere's Payaso, reconoce tu impo
tencia para mofarte de Pierrot.
PROTEO
57
PAYASO
¡Pobreeito! ¡ja! ¡ja! ¡ja! Cándido de alma, incauto de
corazón!... ¡Payaso ríe porque amó como Piemxt!... ; Paya
so ríe de dolor!... ¡Payaso ríe por no llorar! ¡Ja! ¡ja! ¡ja!
Escucha, Pierrot: revolotean en mi imaginación añoranzas
de mi juventud. Yo fui Pierrot como tú, ingenuo amigo; Co
lombina me engañó... todos se ensañaron con sus burlas, bur
láronse de mi dolor y el candente corazón de Pierrot se tornó
trío como el mármol; el inagotable llanto de Pierrot trocóse
011 inacabable risa de Payaso.,. ¡Risa de Payaso!... ¡Ja!
¡ja! ¡ja!...
PIERROT
#
Burlona es tu risa; tus carcajadas lastiman el alma de
tu amigo... Retén esas expansiones ponzoñosas de tu espíritu.
PAYASO
Sarcástico por los desengaños, hiriente y mordaz por el
veneno infiltrado en mí por mis semejantes, agriamente sar
dónico de tanto enjugar mis lágrimas... Te has presentado,
1 ayasp... ¡ j a i ¡ja! ¡ ja!... Hoy Payaso está muy triste...
quisiera olvidar sus penas en el alcohol, quisiera reir mucho,
mucho... pero no puede! Payaso tendrá que llevar dentro,
e n lo más hondo y recóndito, e!l recuerdo de Colombina que
Jo engañó con. Arlequín... Payaso quiere desprenderse de
ose martirizante recuerdo que lo atormenta acremente y lo
hace llorar mucho... lloro tristemente silencioso. Pero hoy
t ayaso no puede emborracharse... Amigo Pierrot, escucha
el secreto de Payaso: hoy hace diez años que murió mi ma-
‘Jee.... ¡Pobre madre mía! Bebiendo ese néctar que disipa
el maldito recuerdo de mis pasados amores, amores que fue-
58
PROTEO
ron y que no volverán más, provocaría la maldición de mi
madre, profanaría su apacible sueño... Y con el alcohol yo
también me dormiría, aunque inquietamente, enterrando en
las regiones del sueño el recuerdo de la pérfida Colombina;
pero su despertar sería muy triste, muy sangriento, y Paya
so no podría reir; los muchachos en vista de que los aburri
ría con sus rictus de dolor y sus muecas acongojadas, le tira
rían piedras, se. burlarían de Payaso... cuando es él quien
debe burlarse de los demás. ¡ Pobre madre mía! No creas que
es una recriminación la que te hace tu hijo... es que ellos
sou muy exigentes y quieren que en todo momento Payaso
lúa, aunque en .su interior se torne en lágrimas su risa...
] Ríe, Payaso, ríe... ¡ Ja! ¡ ja! ¡ ja!...
PIERROT
No me hieras, no me lastimes con tus falsas carcajadas.
No martirices al poeta con amargas filosofías... déjalo can
tar las excelsitudes de su amada Colombina; deja que en sus
estrofas ensalce la majestuosidad del señor Polichinela, la
prodigalidad de Pantalón, las ¡alegres risotadas de Payaso,
la hercúlea fuerza de Sansón, ell acendrado altruismo de Me-
fistófeles... Mis versos serán elegías triunfales; salmos vi
brantes a la nobleza de espíritu, a la bondad de corazón...
Pierrot ha nacido para cantar dulces trovas para ser acompa
ñadas armoniosamente con su inseparable mandolina...
PAYASO
¡ Pierrot ha nacido para ser engañado por Colombina!
PIERROT
¡ Observa ! Sale Sansón de la casa de su amo, el señor
Polichinela. Ocultémonos.
PROTEO
59
PAYASO
No, vamos lejos, muy lejos... Si te quedas comprobarás
el mentido amor de tu dueña y entonces las estrofas que sal
gan de tu corazón se transformarán, al llegar a tu garganta,
en desesperantes sollozos. Si quieres cantar la fidelidad de
Colombina, no vigiles sus actos. De otra maniera, verás en rui
nas el templo del amor, forjado, conlstruído en tu mente so
nadora de Pierrot. Vamos lejos, muy lejos...
PIERBOT
Pierrot seguirá cantando a pesar de los desengaños; las
desilusiones no conmoverán la serenidad imperturbable de su
corazón... ;Pierrot es muy bueno! Y él, entonará hasta su
muerte hermosos cánticos de amor.
PAYASO
Entonces, bondadoso Pierrot, tú nunca serás Payaso. No
reirás mentidamente como yo, pero, en cambio, traducirás
en tus cantos insentidas sensaciones, utópicas palpitaciones
de tu engañado corazón.
(Mutis de Pierrot y de Payaso.)
SANSÓN — PANTALÓN Al filial MEPISTÓFELES
PANTALÓN
(A Sansón, que habrá salido momentos antes de casa del
SR - polichinela.) ¿.Te lie hecho esperar mucho, Sansón?
60
PROTEO
SANSÓN
Jira este mismo instante acabo de salir ele casa de mi amo,
el señor Polichinela, a llevar un encargo de su hija Colombi
na para Arlequín. De paso venía dispuesto a recibir vuestras
órdenes, señor Pantalón.
*
PANTALÓN
Una pregunta .algo indiscreta he de haceros? fiel servi
dor : ¿ Es verdad lo que se cuenta de vuestro señor ? ¿ Es tan
rico como se ha dado en pregonar por toda la villa?
SANSÓN
Poco curioso soy, señor Pantalón; muy poco puedo deci
ros al respecto, pero a mí me consta que el señor Polichinela
pasa por ser el más acaudalado ele la comarca. Su fortuna, por
lo que parece, es considerable; sus gastos son desmedidos, des
enfrenados; las 1 fiestas en su palacio son las más regias, las
más espléndidas qne se conocen ; sus trajes son de legitimas
telas de Oriente; su.museo es una maravilla paradisíaca y el
lujo fastuosamente extraordinario con que tiene puesto su pa
lacio hace recordar a los maravillosos cuentos de «Las mil. y
una, noches».
PANTALÓN
¿Por ende, se trata de alguien que posee el merlineseo
talismán ?
SANSÓN
Letrado no soy, señor Pantalón; muy poco sé de libros;
los clásicos no los conozco y la alquimia tan sólo sé que exis-
PROTEO
61
te... Pero eso sí; tengo una fuerza pujante y bravia, don
preciado que me legó la naturaleza.
PANTALÓN
Bien, formidable Sansón. Muy poco lie de pedirte... y no
olvides que todos tus servicios serán recompensados espléndi
damente por Pantalón.
SANSÓN
■Mandad, señor.
PANTALÓN
Bs menester que me facilites una entrevista con Colom-
una. He recapacitado razonadamente sobre este asuntó y lie
comprobado que realizaría un brillantísimo níOgoeio cansándo
me con Colombina. ¡Si esa santa unión se realiza, será el
oiejoi negocio que haya efectuado Pantalón en el transcurso
c c su activa vida mercantil.
SANSÓN
., ^ )es de ahora podéis contar con mi desinteresada coopera
ción ...
PANTALÓN
No, interesada, interesada... Tomad; esto, por ahora,
espués, allá veremos 1 : depende de como te portes.
SANSÓN
Nada temáis, señor Pantalón. Idos tranquilo; yo.me en
jugaré de avisaros de las nuevas que ocurran.
t
1
62
PROTEO
PANTALON
I
f
Perfectamente con vétatelos. Hasta lutego, ciclópeo Saiíi-'
son. Y no te descuides. Por mi parte, estaré sobre la pista;
este negocio me tiene muy alarmado. (Mientras hace mutis.)
¡Pantalón, Pantalón, serás más rico que el sátrapa Nabuco-
donosor!
(Y ase.)
Roberto Alejandro TALICE.
(Continuará.)
PROTEO
63
Estos versos... "
Estos versos, estos versos que florecen
llenos de melancolía,
los escribo una mañana -
clara y tibia
una plácida mañana
clara y tibia...
Eué feliz la noche última... La esperanza,
la bendita
esperanza, en mi interior
rima
con mi augusta juventud,
con mi sangre turbulenta, con mi vida...
• • • i Y estos versos... estos versos que florecen
llenos de melancolía,
en la plácida mañana
clara y tibia?...
Estos versos son tus versos... Son los versos
que ha rimado la tristeza...
sitivo Juan ^* arl0 Magallanes es un poeta inspirado, hondo y sen-
’ ciue sa-be expresar sus pensamientos en el ritmo verbal que
' adapta ai ritmo del sentir.
y ha 11 ^ ,' aurea ^° uño úiltimo en los Juegos Florales de Paysandú
meri* ? U ' íca ^° no hace mucho un libro de poesías tiernas y sen ti-
unes que se intitula «Mi báculo».
ditos 3 aut:or ’ también, de cuentos y dramas que mantiene aún iné'-
rar ’ y que el día que los dé a la luz pública, harán apreciar y ad ni i -
nievas facetas de su cultivado y alto espíritu.
64
PROTEO
Son los versos que han rimado los minutos
que se fueron... Ellos son la enorme pena
del pasado...
Son la niebla
del misterio formidable con que siempre
nos 1 ahoga cada, nueva primavera...
Estos versos son tus versos... Son los versos
que las pobres criaturas de la tierra,
todas, todas,
han escrito con la sangre de sus venas
en la página azulada de una noche,
de una sola noche azul... ¡bendita sea!...
¿No son tuyos estos versos
llenas de melancolía,
que florecen en la plácida mañana
de tu vida ?...
¿No han prendido en tu interior una lágrima?...
una lágrima prístina
por la azull porción de ensueño
por que ayer vibró tu vida ?...
¿No lias temblado lleno,
lleno de melancolía ?...
... Oh, estos versos que se sueñan las mañanas
claras, tibias,
cuando fue la noche grata, y eistá el alma
de rodillas!...
Jijan Mario MAGALLANES.
PROTE0
65
Una estrofa inédita
Cuando días pasados, en el Hotel Oriental donde reside,
visitábamos » nuestro eminente compatriota él doctor don
José Sienra Carranza, llevados por el deseo de, obtener una
colaboración de él para lionrar las páginas de este primer
número de nuestra revista, una muy feliz cuanto inesperada
ocurrencia vino a aumentar el éxito de; nuestra gestión. (Y
aquí es bueno liacer constar que ello demuestra que todavía
en Montevideo todo no es contrario a la suerte de las letras.
Aun puedan ellas tener en su favor la casualidad.)
Después de ¡que con la más buena voluntad nos entregara
su eMudio de la cuestión de Méjico, que hoy empezamos a
publicar, mientras d prestigioso publicista cerraba una car
tera que guarda «legajos de otro tiempo», desprendióse de
ella un trozo de papel amarillento que a la avidez de nuestros
ojos pareció lleno de algo así como una estrofa, Y como al
leerlo viéramos que lo que sospechábannos era una quintilla,
casi está de más decir que inmediatamente sentimos en nues
tro ánimo la resolución de no devolver el pequeño hallazgo a
su dueño. Pero, habíamos sido vistos por éste y, como era de
prever, medió lo inevitable, se empeñó la batalla de sus escrú
pulos contra muestra obstinación.
Reclamos, protestas, hasta indicaciones de elementales
deberes de respeto a la legislación vigente para garantía- de
la propiedad, de todo opuso y argüyó el autor en su interés
de evitar nuestro designio. Todo fué inútil, y convencido, al
fin, de que perdería su pleito, resolvió, a fuer de abogado,
transar con esta, frase • «Bien, pues, sea como ustedes quie
ran, pero con la obligación de titular la quintilla, del tiempo
66
PROTEO
de «Flor de un día». Y, como era lógico, accedimos gustosos ¡
a ese avenimiento.
Claro está que ahora no tratamos de justificar nuestra
actitud, ni ele negar que esa determinación acerca de un bien
ajeno haya sido incorrecta y todas las demás cosas feas que i
ello tiene necesariamente que parecer ia cualquier persona no
necesitada de «originales» valiosos. Pero, tampoco pretende
mos ser diferentes o mejores que los demás directores de re
vistas. Y también es verdad que esperamos que el autor con
cluya por perdonarnos la indiscreción, como seguramente lo
harán Dios y los lectores.
Tal lia última historia de la inédita estrofa. La primera,
la de las lloras galantes que le dieron origen, esa no la cono
cemos. Y acaso sea .mejor así... para que no se nos acuse de
mayores indiscreciones que la de esta publicación:
Del tiempo de «Flor de un. día»
«Tengo una estrella fatal!
Aléjate hermosa dama.
Mira que siempre fué el mal
El infalible final
De mi romántico drama.»
PROTEO
Habla un poco más bajo
Habla un poco más bajo que te: escucha ©1 silencio
H1 único egoísmo de mi vida está en eso
de querer que tu voz no la escuche el silencio.
Sonríe que hoy he escrito para ti muchos versos.
H1 único capricho de mi vida está en eso
de querer que sonrías cuando te escribo versos.
Cierra muy bien los ojos que pasarán espectros.
Ha única ansiedad de mi vida está en eso
de querer que no veas que pasan los espectros
N° llores'que he soñado que me quedaba muerto.
La única maldad de mi vida está en eso
de querer que no llores cuando me quede muerto...
Mario Esteban CRESPI.
68
PROTEO
Tres cisnes negros
En un lago esplendente hubo tres cisnes negros
que bogaban unánimes, intensamente trémulos,
en busca de unos blancos y milagreros.
Esos tres cisnes negros sufrían el dolor
de las almas que buscan en los templos de Dios,
eterna, inútilmente, la eterna redención...
Eran tres cisnes negros que surgieron del cieno.
Un día entre los días, nadie supo más de ellos...
(Yo he sentido esta tarde andar por mi cerebro,
unánimes y trémulos, tres pensamientos negros...)
Mario Esteban CRESPL
PROTEO
Los Jocos
Ye vi la otra tarde a los locos.
¿Qué tienen de huraño en el rostro
Algunos de todo se ríen.
¿Qué quieren decir con su risa?
¿La pena? ¿La queja sarcástica?
i Reirán de alegría ?
¿O acaso su risa es la fiesta
de estar sin vivir en la vida?
Hay otros que van sollozando
o están taciturnos...
L van caminando muy lento,
y llevan los labios muy juntos,
la frente amarilla,
los ojos de luto.
Y algunos se agitan por todo.
Parecen eil miedo
(un alma culpable,
un cándido pecho).
No oyen, ¡se agitan!, no hablan...
¿Jamás yo sabré su secreto?
Los otros están silenciosos.
Parecen esfinges.
Como ellas son graves. La duda
dormita en sus grises
pupilas cansadas...
Los locos, ¿nos odian?, ¿¡son tristes?
70
PROTEO
Yo vi la otra tarde a los locos
y tuve una pena muy honda.
Reí, me agité, y, sonriendo,
dejé que pasaran las. horas.
Después tuve miedo y volví
temblando, en la sombra.
i Qué quieren decir en silencio
los locos? ¿Reirán de alegría?
¿O acaso su risa es la fiesta
de estar sin vivir en la vida?
Mario Esteban CRESPI.
PROTEO
71
Madre nuestra"
¡Alegría! Humana alegría; mina de todos los tesoros;
manantial de. todas las fuentes; trino del pájaro en los bos
ques; quietud perenne en las noches; eterna y divina juven
tud en el hombre...
Y diseñando un gesto amplio y solemne, igual en majes
tad al Infinito, entonan el hosanna,—que ha sido y es el canto
en ellos la suma belleza, de su arte y de su vida , todos los
grandes maestros eni lo que han dado en llamar armonía per
fecta y superior.
Ya da más grande que el cántico vibrante que se eleva
a las estrellas, bajo el anhelo ardiente de una suprema ideali
dad, de una suprema aspiración.
Son los artífices del verso y de las formas, los que hacen
un canto de su arte y de su vida; los que remontándose a las
fuentes de la antigua Grecia, hallan en el rapsoda heleno, toda
la infantil idad, toda la ternura, toda la poesía, y toda la
bondad santa con que llenar el alma; alma humana que siente
las nostalgias de una imagen serena donde posar su inquie
tud; su ansiedad de paz.
(*) Edovlco Revello es un escritor joven, de mérito, de talen
to, de privilegiada preparación intelectual y que posee la rara pre
rrogativa,—rara en este país donde se anhela tanto la popularidad
5' el renombre—, de gestar- en la. sombra, sin la contraproducente
'sanción del prójimo, y es, en el silencio de sus meditaciones y en la
austeridad consciente de su vida y de sil obra, que ha escrito con
mucha altura y serena ,profundidad varios dramas de elevada signi
ficación en nuestra desprestigiada y mediocre literatura escénica.
No ha de tardar el momento en que, nuestro colaborador, rompa la
indiferencia del ambiente y abandone su labor silenciosa, para dar
'prueba fehaciente de sus relevantes m&rito’s y d-e sus grandes con-
<110.01168 de escritor consciente y digno de su labor.
PROTEO
Y pasan cantando...
Sigamos, pues, a ellos, pensando también en nuestro
mundo, forjado en el calor de ensueños adolescentes. Van al
camino del triunfo, todo de sol y oro, donde mora la dicha
absoluta, rica en dones.
No es menester ningún esfuerzo inmenso; tan sólo es
preciso preparación de espíritu para los nobles sentimientos
que cuesta poco, puesto que la inclinación hacia el mal es
un morbo que consume en espasmos estériles, y es un bien
matar gérmenes impuros.
No es menester ningún esfuerzo inmenso para la eleva
ción de concepciones subjetivas. Basta el solo hecho de con
sagrarse al ingente deseo de amar la vida sencilla, exenta' de
arrebatos, de intrincadas tergiversaciones, de egoísmos, de
intensos apasionamientos; de amar la Naturaleza por lo. que
tiene de puro, de sentido, de bueno; de amar la.' Humanidad;
de llenar, en fin, el corazón de amor.
Y entonces, en el sosiego de las ñochas y los días, com
prenderemos cuán bello es el ideal que ansian todos los-gran
des maestros en lo que lian dado en llamar armonía perfecta
y superior: creación, en la alegría, de arte, de vida, de luz.
Ahí está el concepto amplio, desmesurado, de la verdadera
finalidad espiritual: sumando sencillez, generosidad, virtu
des, abnegación, goces tranquilos, voluntad, voluptuosidad
hacia el bien y hacia el afecto, y ásí, reforzando el coro de
esos que deben ser hermanos' nuestros.; de esos que todo lo
saben, podremos entonar, también nosotros, él cántico que se
eleva a la quietud de las estrellas: alegría! Madre nuestra;
eterna y divina juventud en el hombre...
Y arrecie la tempestad sobre nuestras cabezas, que, tran
quila la conciencia, la frente permanece altiva y la pupila
mira desafiante al sol.
Edovico REVELLO.
PROTEO
73
Noche en el alma *
Era un atardecer; bajo las frondas
marchabas, pensativa, al lado mío;
había en nuestras frentes densas sombras
y en nuestras almas frío... mucho frío.
—Escucha, musitaste, ya la tarde
agonizando va, la Noche cierra,
¿No la sientes en tu alma?... Fui cobarde
y los ojos bajé hacia la tierra
•—i Qué tienes?, pregunté al sentir muy fría
tu mano que apoyabas en la mía.
—I Es la Noche!... dijiste suspirando.
Yo comprendí y callé"... Tristes reflejos
brillaban de la luna, y a lo lejos
se iba el fantasma del amor llorando.
.Armando Gallo es joven; Armando Gallo posee un alma
ínsita y sensitiva... Armando GaiMo ei§ bueno y es modesto...
cjJ conce ' bi f° poesías de hondo sentimentalismo; todas ellas exentas
j 0 originalidades exóticas e incoimiprensibles que preconizan
de^n aiU \° S rima dores de versos plagados de rarezals y pedanterías
ideal eCÍ ^^ eS * ^ >0r<ÍUe tiene un concepto muy elevado del arte y del
tro ' ’ ° s de esperar del numen poco común y nada vuilgao* d¡e nuies-
su Producciones literarias que dirán mucho de su talento, de
aris t°cracia espiritual y de su inspiración elevada.
PROTEO
Oasis
(A la Srta. E. I.)
Yo vengo, fatigado, de regiones
misteriosas' e igmotas como el Sino
Hace ya macho tiempo que camino
caravanero .de mis ilusiones.
Y anhelo reposar... Sólo ficciones
y .espejismos de amor puso el destino
en mi triste ambular de peregrino
por desiertos poblados de visiones.
Amada, tú que sabes .de verdades,
de ensueños que son santas realidades
allégate a mi alma que. te invoca.
Abrevando, final de mis empeños,
la loca caravana de mis sueños
en el oasis rojo de tu boca.
A (CUANDO GALLO.
PROTEO
75
La palabra
Por encima de todos nuestros dones y nuestros bienes
terrenos, hállase üia palabra heeliioera, que fluye de los labios,
que surge de la pluma domeñada y obligada al trabajo por
una voluntad firme, para decir de cosas que suceden en aquel
lago quieto, sereno, de una serenidad bíblica, se pudiera decir
mosaica o abrahámica, de nuestro inferior.
La belleza de la palabra, única que nuestro espíritu com
prende ampliamente, está, ante todo, aun cuando no lo crean
aquellos que sólo conciben la belleza externa y sensible, en la
bondad, en la utilidad, en la amabilidad del concepto que
expresa; que la mayor belleza del vocablo está en su sentido
ideal.
Y si la belleza es propiedad de las cosas amables, o útiles,
o buenas, o está, al decir de Platón!, en lo que inspira amor,
0 es la «perfección sensible» de Baumgarfcen, la palabra es
bella desde todo punto de vista, y su virtud de belleza cabe
en cuantas definiciones de esta última se han hecho. Defini
ciones que, por otra parte, no lian tenido un resultado cierto,
no han llevado al fin preconcebido por cuantos las tentaron;
puesto que es vana tarea la de querer encerrar, en una frase
(*) Allceo Reve lio, escritor aun desconocido en nuestros círcu
los literarios, no tardará en imponerse en forma digna y elocuente
por tratarse de un joven gastador de formas que piensa hondo y
medita serenamente. Con una sólida preparación, nunca se ha pre
ocupado mayormente de elogios alentadores, ya qíue el aliciente para
labor lo ha encontrado siempre en la reconcentración de siu eispí-
ritu : mas, hoy, abandonando su ingénita modesta y dejando de ser
un escritor inédito se da a conocer con un pequeño articulo que, si
bien no es trascendental ni de grande importancia literaria o artís
tico, es como el prolegómeno de una producción más extensa, más
profunda y más aleccionadora.
76
PROTEO
poco extensa, la infinita extensión de nuestras cosas interio-
res ; que sólo es definible aquello capaz de ser medido y, por
lo tanto, comparado.
El arte de la palabra cumple mejor su finalidad que to-
dasi las otras formas empleadas por el hombre para «materia
lizar» su belleza interior.
Y esto es porque nuestro espíritu exhala, por medio de
él, todo su conocimiento estético; porque la palabra entraña
todas las artes bellas; porque musicaliza eii el discurso y
dibuja en la imagen.
¡Y qué sorprendente transformación la de la belleza del
dibujo, nada sugerente de por sí, cuando viene hasta nos
otros, vivida, en la palabra rítmica de sublime poeta, de pro
sador sutil!
Una estatua, un edificio arquitectónico, un cuadro no-
fueron munea tan comprendidos por nuestro intelecto, como
cuando, transformados por el poder de las palabras que los
describieron y los ensalzaron, inclinaron a nuestro espíritu a
pensar hondamente; que el arte de la palabra es el único, en
tre -las artes, que, además de despertar sentimientos, inclina
al pensamiento.
La imagen, forma literaria puramente objetiva,—se pu
diera decir que es la aplicación de la pintura en las -letras,
con su colorido, su delineamiento característicos—, aun cuan
do no tiene ni el lujo de detalles con que se la podría pintar
sobre una tela, ni la precisión y medida en el dibujo dé!,
asunto, se nos presenta, la mayor de las veces, con una
potencia y un vigor tan grandes, que hace que la sintamos,
necesariamente, allá en lo hondo del espíritu, donde tienen
las ideas su recóndito y misterioso origen.
La imagen ondula primero, Se estremece- luego, para fijar
se después, clara y nítida, bajo la acción de las ideas que
despertaron a su llamado, y que la agigantan o la empeque
ñecen, la acercan o la alejan, según el alcance crítico del que
PROTEO
77
lee o del que escucha, con el sólo objeto de precisarla, de defi
nirla, de investigarla,
^ la imagen se junta, en la palabra, a su musicalidad ingé
nita, para constituir un todo armónico, de belleza suma; que
siempre que aparece ante nosotros nos hace «ver» y «oír», no
con. los sentidos del cuerpo, impotentes y limitados, sino con
los «sentidos» del espíritu, que pueden comprender, en un
instante, toda la belleza, así como comprenden todo el bien.
Alceo REVELLO.
78
PROTEO
“Florencio Sánchez”
por ROBERTO GIUSTI
Roberto Giusti lia publicado una bella y bien documen
tada biografía de Florencio Sánchez, donde, en estilo sencillo,
correcto y ameno, traza la desordenada vida y analiza la
fecunda labor teatral del autor .de «Los Muertos».
No fue Florencio Sánchez el fundador de muestro arte
escénico; pero creó una modalidad nueva, la impuso y vulga
rizó. Transformó nuestro primitivo teatro criollo en teatro
de tesis modernas y costumbres patrias, marcando nuevos
rumbos a la dramaturgia nacional.
La ilustración literaria de .Sánchez era escasísima, y el
estilo de sus obras es pobre y desprovisto de las galas del
buen decir, pues no supo fundir con altiva elegancia las cosas
que sentía. Y así lo reconoce Giusti, cuando afirma;
«El no era un escritor de estudio. Era un intuitivo. Te
nía la visión innata del teatro y lo amaba por encima de
todas las cosas.»
Poseía el instinto del desarrollo escénico. El boceto más
sencillo era siempre un cuadro.vivo, lleno de color y de emo
ción, creando el lugar característico para el personaje exacto,
en una perfecta compenetración del valor dinámico de todo
proceso dramático. Y en este arte de manejar los muñecos
sobre el escenario, es, sin duda, el más conocedor de los recur
sos escénicos de nuestros autores.
«Veinte obras nos lia dejado, dice su biógrafo, entre las
cuales están las de mayor sustancia humana del teatro ríopla-
tense: amargas representaciones de la vida, no sin asomos de
crítica social; como M’hijo él dotor, La pobre gente, Los
Muertos, Barranca abajo, En familia, La Tigra; dramas de
PROTEO
79
tesis valientes hasta la temeridad, como Nuestros hijos y Los
derechos de la salud; obras simbólicas dentro de su crudo
naturalismo, como La Gringa. Y luego las menores: sobrios
y hondos dramas, cuadros de costumbres, comedias satíricas;
en l°s más diversos ambientes, el campo y la ciudad, el con
ventillo y ; el palacio, la familia y el bajo fondo; y en todas,
realizadas con gran simplicidad de medios, un asombroso de
rroche de vida, de movimiento y de color...»
Y, luego agrega Giusti: «... tal vez su influencia fuera
mas real y positiva .de lo que podría suponerse: el hecho es
due desde 1910 hasta hoy, nuestro teatro ha decaído. Todavía
»e escriben para él al gimas comedias, con samo criterio de arte,
que logran legítimos éxitos teatrales, pero son las menos: - el
nivel medio de la producción en ambas orillas del Plata es
inferior; la mayoría de bus cultores de antes vive ahora re
traída de la escena; los que surgen, de valor, son contados;
e i entusiasmo es escaso; la emulación nula.
«Ello no significa que el teatro nacional no constituya
un excelente negocio. Como empresa lucrativa es de maravi-
°so rendimiento. Unico afán de las compañías y de los .auto-
Jes ’ quienes han formado una poderosa sociedad quedes admi-
lu dra las ganancias, es acertar con la obra que obtenga el
mayor número de representaciones. Todos miran a la pieza
( iue pueda repetirse cien, doscientas veces, poco importa por
f iue y cómo. Pasaron ya los tiempos en que Florencio Sánchez
i endía sus comedias por unos cuantos centenares de pesos;
1 ,j01 ' a ’ eon el teatro nacional, tse amasan fortunas, se compran
tasas, se tiene automóvil. Los éxitos se miden por los.,saldos
lúe arrojan los «bordereaux»: los periódicos ya no se pre
guntan, al concluir las temporadas, cuáles han sido las obras
as ^has y más fuertes, sino cuáles han dado más dinero a
autor. Los balances: de las temporadas Suman millones de
I eso.,. Los favorecidos se llaman García Velloso, padre espi-
II lly l del movimiento, Escobar, Roldan, Saldías, Novión, Ba-
80
RROTEO
.yón Herrera, Linnig, de Rosa, Collazo; las obras triunfantes:
El cabaret Montmartre, Las de Sarrasqueta, El tango en Pa
rís, Delirio de grandezas, El vasco Olavarna. Sólo por ra
rísima excepción loaran éxitos pecuniarios ios más finos y
hónranos ingenios; los dominadores de la escena son los arre-
.gladores de «pochades», los explotadores del cabaret y del
tango, supremos recursos teatrales, los urdidores de fábulas
hilarantes para uso y consumo de los Parravicini y los Ca-
saux, inteligentes cómico-empresarios, tan inteligentes que
han acabado por comprender enteramente el negocio y escri
birse las obras por su cuenta. Esta época de desenfrenados
apetitos nc entiende de escrúpulos en el comercio: la norma
es acaparar, falsificar, aprovechar; ¿cómo puede extrañamos
la conducta de los industriales del teatro, que siguen el ejem
plo común? ¡ Pero que no menten el Ideal! Fervor idealista
hubo en los autores en aquel período que corrió entre 1903
y 1908; ahora... ¿qué es lo que hay ahora? Sería injusto
negar a todos en montón y cerrar el camino a la esperanza.
Aunque arrollados por el «teatro de risa», o el sensiblero y
• cursi, o el canallesco, quedan autores y compañías que aun
Juchan, mal que bien, por el arte. Otros se han rendido. Se
iniciaron con la alta comedia y han¡ desbarrancado en el géne
ro libre. No quiero particularizar. Deseo que este ensayo sen
una relación objetiva y no un artículo de polémica personal.»
A lo que, con mucha razón, dice G-iusti, se le puede agre
gai’ esto otro, que ha escrito un reputado autor teatral y crí
tico sagaz, el doctor Víctor Pérez Petit:
«La técnica, el buen gusto, el interés, el talento, faltan
por completo en esos sainetes hechos de medida para un públi
co bajo, ignorante y grosero. Obras destinadas a halagar los
bajos instintos de las maritornes y caballerizos, a refocilar las
mismas gentes que rétratan, sólo presentan en escena rufia
nes y prostitutas, «compadres» y «minas», ladrones y borra
chos, viejas celestians y «pebetas» corrompidas, haraganes y
6
PROTEO
81
vividores, «taitas» y mocitos de «presa», de^eraaas y bai
ladoras de tango, toda la falange dantesca del vicio y el arra
bal. El lenguaje empleado en tales obras, ya puede imagina
se cómo es: un lenguaje desmañado, torpe, repugnante, que
Inicie a establo o mancebía, que hay que interpretar con un
léxico especial, que levanta el estómago de los que no ésten
acostumbrados a los malos olores. Y la trama o asunto de tales
obras, siempre igual, siempre la misma, siempre girando alre
dedor de los mismos tipos, siempre reproduciendo idénticas
o semejantes escenas, es de una ehatura y pobreza tan feno
menales, que, al abandonar la sala, salen los espectadores
renegando del idiota que les lia hecho perder la noche o
preguntándose si el descarado autorcillo no se estaría hurlan
do de ellos y de todo el universo.
«Cualquiera de esos espectáculos resulta una blasfemia
proferida contra el arte y un disimulado insulto hecho a
respetable público. Cualquiera que tenga su moquillo de dig
nidad, ha tenido que .sentirse rebajado al oír las torpezas y
al presenciar las imbecilidades que se hacían y vomi a
la’escena. Cualquiera que haya pensado alguna vez en lo ne
cesario que es difundir la instrucción pública y cepillar a los
palurdos para convertirlos en gente, tiene que haber- experi
mentado ansias de llorar a gritos ante unos espectáculos inmo
rales, que sólo podían relajar los buenos sentimientos y re
blandecer todos los cerebros.»
Dura es esta crítica, pero necesaria. Obra patriótica es,
sin duda alguna, velar por el mejoramiento de las obras y por
el perfeccionamiento dejos actores. .
Y no se diga que hay que escribir y representar bodrios
y adefesios porque el público no Va a ver otra cosa. Ese es
„n sofisma demasiado torpe para que pueda convencer a
nadie: la muchedumbre es inconsciente y se adapta con res.g
nación a lo que le ofrezcan, sea bueno o malo. Ya Cervantes
refutó en su genial novela, ese grosero error, cuando dijo «que
82
PROTEO
no está la falta en el vulgo que pide disparates, sino en aque
llos que no saben representar otra cosa».
# * *
Después de narrar con todos sus pormenores la vida de
impenitente bohemio que llevaba Sánchez, hace Giusti un
análisis minucioso y hondo de sus producciones teatrales, y
sintetiza su pensamiento en estas frases:
«Su visión era comunmente pesimista, sombría. Su filo
sofía, fatalista. La ley es -el dolor, parece decirnos. La culpa
es de la sociedad, de la misma vida. El hombre no os malo.
Perdonémoslo y compadezcámoslo. Los hombres son débiles,
enfermos de la voluntad, engañados por los prejuicios, devo
rados por las pasiones, dominados por el instinto; pero no
intrínsecamente malos. Examínense sus obras mas amargas,
En familia y Los Muertos, aquellas en que el autor parece
haber perdido toda esperanza en los hombres, a quienes des
precia : todos degradados, envilecidos, cínicos, sin redención
posible. En ellas se descubrirá seres extraviados, ninguno fun
damentalmente perverso. Y -más que extraviados, caídos,
abrumados por un peso- ilevantable.»
Es • indudable que Sánchez exageró, en algunas de sus
obras, la nota pesimista, para ofrecernos sólo necios, débiles
y crápulas. Odio, lujuria, envidia, avaricia, o bien cobardía,
incapacidad para la acción, -amilanamient-o ante cualquier
dificultad, son las características- de la vida de muchos de sus
personajes. La voluntad está en ellos reemplazada por sensa
ciones y no pasan de ahí. Es un mundo pequeño, bajo, cena
goso y poco interesante. Hambrientos de dinero -o de goce
que disputan su presa a bocados y zarpazos; hombres que
gritan, gruñen, rajen, o que braman de dolor, pero en quie
nes las facultades intelectuales, o son rudimentarias o están
subordinadas por completo a los -apetitos materiales, y que
carecen- en absoluto de sentido moral.
PROTEO
83
Es' que se ha falseado la realidad en nombre del realismo.
No es cierto que el mundo sea tal cual lo representan esas
Obras. Basta mirar en torno nuestro para convencernos de
que no toda la sociedad se compone de pillos y abúlicos. En
esto, precisamente, se distinguen las colectividades humanas
de las agrupaciones animales, mientras éstas son regidas por
instintos, aquéllas los corrigen por la acción de la voluntad.
No otro es el fin de la educación: se propone enseñar al hom
bre a dominar su inteligencia y las impulsiones ciegas de las
diversas concupiscencias. Muchos de los personajes de Sán
chez, justo es decirlo, no son mal educados solamente: son
ineducados. Carecen en absoluto de contralor sobre sus pa
siones.
Se dirá que individuos de esta especie existen, andan por
el mundo, forman parte de la sociedad, pueden se. observa
dos, y que, por tanto, un comediógrafo tiene derecho de lle
varlos a las tablas. Esto es cierto, pero hay que confesar que
el hombre puramente instintivo no se encuentra solo,. sino
mezclado con los otros hombres. Si todos fueran como el, no
se le podría distinguir y calificar, porque sería lo normal.
Pero, estas observaciones, impuestas por un elemental
deber de probidad literaria, no pretenden desconocer el gran
talento del autor de «Nuestros hijos», y sus indiscutibles do
tes de- dramaturgo. Negar a Sánchez el mérito de su aptitud
dramática, o la esencial jerarquía en que su nombre figura en
el teatro rioplaten.se,—aunque sea la verdad que sólo ha ce
jado tejidos con maestría diálogos, escenas y algunos actos,
sin haber logrado hacer una sola obra de mérito artístico
sobresaliente del principio al fin—, fuera banal e injusto.
Fué, sin duda, nuestro más fuerte temperamento teatral. 1 o-
seyó como nadie el don de dar vida a sus personajes, de caiac
terizarlos con acierto y de moverlos con espontaneidad y von.
soltura.
A riosto D. GONZALEZ.
84
PROTEO
Origen de la “Revista Nacional”"
A mediados del año 1893. reuníase en la casa de la calle
Sarandí, núm. 281 (n. a.), entre las de Ituaaingó y Treinta
y Tres, ocupada por el padre y la familia de quien estos íe-
euerdos evoca, un grupo de cinco jóvenes aspirantes a repetir
(«¡oh gratos sueños de color de rosal»), en tierra uruguaya,
las hazañas de los componentes del Cénacle. fei a los miembros
que componían la juvenil agrupación se les hubiese dado a
elegir entre el amor a las bellas letras y Gil amor a las bellas,
de seguro que ninguno hubiera titubeado aunque parezca
parado jal la afirmación—en preferir el de las primeras al
da las segundas. Grandes admiradores todos ellos del excep
cional temperamento poético de Manuel Acuña—triplemente
romántico: por su estro, por su pasión y por su muerte , no
podían comprender cómo quien había escrito los admirables
*■ Daniel Martínez Vigil es nn escritor primoroso, un poeta ins
pirado, un polemista de garra y un maestro en el arte dte hablar a
das muchedumbres. . . . c,.-,...
Es un estoico a lo Marco Aurelio y un pesimista a lo bcno-
rtenhaucr. Como escritor es punido, multisonoro, a veces sarcástico,
siempre erudito. Como polemista es osado y brillante. Como tribuno
les ardoroso y ciceroniano, rico en colores y en clarinadas, de dicción
amplísima y de ademán académico.
Sus mejores libros, versos y artículos, como ha dicho un bri
llante escritor compatriota, han sido siempre hablados, pues «por
mágico poder de la palabra, todo se vuelve discurso en sus labios».
Ha publicado dos folletos que produjeron sensación, por lo- vio-
aento del acusar y por lo fundado de la crítica: «La bancarrota uni
versitaria» y «Mi réplica». Es autor también de- un tomo de rimas,
«Postálicas», y de varios estudios en prosa, siendo dignos de men
ción «Propio y ajeno», «A la juventud», «Conferencia critica».
El bello artículo que se publica hoy por primera vez en esta re
vista, ha nido escrito ¡para figurar como introducción de un libro que
el autor prepara sobre la brillante personalidad de Rodó.
PROTEO
85
versos, en tercia rima, grata al Gibelino, A un cadáver, opta
se, aunque fuese «en un rasgo de buen humor», por ir a la
esquina, en donde do esperaba una chica, a ir a la gloria,
«cambiando una corona por un beso».
Uno de ellos llamábase Eduardo Pueyo, el cual acababa
de llegar de España, su tierra nativa, con una barcada de
frescos laureles universitarios. Doctor en letras, había cursado
sus estudios en Madrid y obtenido la más alta y honrosa cali
ficación en todos los exámenes de su carrera. Venía con fama
de «fenómeno», como los ases de la política y de la torería
andaluzas. Conocía a perfección cinco o seis de los idiomas
vivos, y el griego, el latín y el hebreo, entre los idiomas muer
tos. Dotado de gran cultura, versado ein humanidades, versi
ficaba fácilmente y escribía con el donaire y la gracia que
María Santísima ha vertido a raudales en el espíritu de los
hombres nacidos bajo el sol de Bética, como lia derramado
copiosamente la sal y la sandunga em el cuerpo endiablado de
las hembras tostadas por los rayos del mismo ardoroso sol.
Era el segundo una parodia juvenil, hecha en carne viva,
de Don Quijote, aunque sin celada, ni morrión, ni escudero,
ni Rocinante, ni Dulcinea. Sí, adoraba a una Dulcinea que le
absorbía el seso, pero no era la del Toboso. La suya era otra:
la que tenía por mesón el Acrópolis ateniense, y cuyos ojos,
en vez de manar, «11 uno, aceite, y, el otro, vinagre, llevaban
por pupilas las piedras preciosas que en sus cuencas puso la
olímpica mano de Lidias. Alto y escueto, de rostro avella
nado, a pesar de contar poco más de veinte años, de nariz
prominente, de facciones nada estéticas, flaco de carnes, con
un talle .que parecía pedir el revestimiento de una armadura
caballeril, con piernas huyáis zaincadas prometían rivalizar
con las de los gigantes, parco de palabras, selecto de espíritu:
tal era, por aquellos tiempos, José Enrique Rodo.
El mánchego nunca, o pocas veces, reía; tenia la lengua
expedita, pero la risa difícil. Nuestro joven Don Quijote, al
contrarío, reía a carcajadas, y, al hacerlo, sacudía todo su
cuerpo, cual sí una corriente galvánica lo agitara. Rodo era
entonces completamente desconocido. Habíase educado en
una escuela laica, sin destacarse entre la muchachada estu
diosa. Su maestro en la Escuela «Elbio Fernández», el bueno
de don José Gugliucci, años después, cuando la fama comen
zaba a aureolar di nombre del crítico y del escritor, asombrá
base de que fuera el mismo Pepe, poco promisor y poco des
pierto, el que manejaba la pluma con destreza de maestro.
Yo he sido testigo del gozo, mezclado de asombro, que al exce
lente pedagogo le causaban ios resonantes y legítimos triun
fos intelectuales de su discípulo, pichón de ágiliía que echó
a volar, con el temor y espanto consiguientes del ave de co
rral que lo había incubado en el aprendizaje de las primeras
letras.
El paso de Rodó por las aulas universitarias tampoco
dejó huella alguna. Quien había de ser león no dejó rastro
de su pasaje por los arenales de la enseñanza secundaria y
preparatoria. Perteneció, como muchos otros, ail grupo anóni
mo que la ola de las aspiraciones arroja anualmente sobre
la Universidad, para pescar un diploma, y que ésta, al cabo
de un período, más o menos largo, devuelve a la vida sin más
diploma que el que expiden el cansancio y el hastío. Fué,
años más tarde, en plena gestación literaria, cuando echaba la
base ddl sólido, del inquebrantable, del eterno monumento de
su gloria artística desde las columnas de la Revista Nacional,
que su examen de Literatura, dado a instancias del que fué
Su conductor en Filosofía, llamó la atención del presidente
del tribunal examinador. Rodó, en esa prueba, dió testimonio
cumplido de sus vastos y profundos estudios en historia lite
raria y en estética, y de la exactitud y originalidad de sus
apreciaciones. El doctor Samuel Blixén, que era el catedrá
tico de la asignatura, comprendió, desde el primer instante,
que frente a él tenía como examinando a un joven que podía
PROTEO
87
sustituirle, quizás con ventaja, como examinador y titular
en el aula.
Llamábase el tercero de los contertulios Félix Bayley, y
era de notoria alcurnia intelectual. Nieto de don Pedro Bus-
tamante, uno de los primaces de la oratoria parlamentaria
nacional y publicista de combate, Bayley valía, sobre todo,
por sus condiciones de estudioso modesto, por la independen
cia y valentía de sus juicios y por su conocimiento de la lite
ratura clásica castellana. Poseía una valiosa colección de re
tratos de hombres célebres de todos los paísels. Su especiali
dad literaria era eíl género dramático, y tanto como ensalzaba
■el español del siglo de oro deprimía al francés del siglo de
Luis XIV.
El que quiera conocer la verdadera fisonomía de Bayley
contemple el daguerrotipo de Alfredo de Vigny, vestido con
el traje de mosquetero rojo, qu ! e luce en el tomo consagrado
al porta de la torre marfileña en la colección de Les grands
ccrivains franeáis. La cabeza y el rostro son los mismos. Le
su abuelo, el Royer-Collard del doetrinarismo ríoplatense,
bahía heredado, conjuntamente con el físico, ¡la brusquedad
de maneras y la. mordacidad de la frase. Los calificativos más
pintorescos y crudos. salían da sus labios, como balines del
■shrapnel!;
Integraban el quinteto los hermanos Garlos y Daniel
Martínez Vigil. Si la primogenitura diera derechos de prefa
ción, el segundo debería ser citado primero; pero, aun tenién
dolos, ella, gustosa, los cede ante los de la diplomacia y la
cortesía.
Los dos estudiaban Derecho, los dos eran franco-tiradores
del periodismo, los dos eructaban dn sus escritos la acidez de
las opiniones más avanzadas en achaques filosóficos, los dos
•sentían iguales comezones y resquemores poéticos; pero una
diferencia profunda los separaba, y era que, mientras el uno
se había afincado idiomaticamente dentro del solar hispano
88
PROTEO
y se proscribía toda excursión literaria por tierra ue moros,,
el otro prefería tamizar su Pegaso por los cielos de otras lite
raturas y se daba el gusto 'de saberse de memoria largas tira
das, en verso y en prosa, de cuanto escritor de fuste enaltece
el genio de la raza gala.
El menor de los dos hermanos, Carlos, era empleado de-
la Biblioteca Nacional, en la que sus aficiones gramaticales y
lexicológicas tenían campo abierto a su solaz y cultivo. El
mayor era dueño de una importante biblioteca, cosmopolita
como el espíritu de su propietario, y eu la que, al igual de
un famoso lector de libros de caballería, se pasaba las noches
de claro en claro v los días de turbio en¡ turbio. A m misma
edad de Gastón de Foix, contaba ya con algunas campañas
oratorias, sin que olio implique comparar, ni aun irónica
mente, las proezas militares del que alguien llamó «el rayo
de Italia», con las proezas tribunicias del que nadie llamó «el
rayo del Uruguay».
¿A qué respondían las reuniones bisemanales de aquel
grupo de jóvenes? Nada menos que a constituir una institu
ción que velase por los fueros del idioma, a formar un cent lo
que, coadyuvando a la labor de otros similares establecidos,
en las capitales de algunos países sudamericanos, contribuye
se a mantener en su pureza y casticidad clásicas la lengua de-
’ Castilla; en una palabra, a hacer práctico el lema de los aca
démicos, que, por una coincidencia fácilmente explicable, es
también el de todo lustrabotas de las letras: fija, limpia, y
da esplendor.
Los trabajos preparatorios para la instalación de la Acade
mia Uruguaya (¡perdona la cadetada, sombra de Riehelieu!)
se llevaron -a cabo por nuestros cinco mosqueteros, con entu
siasmo de neófitos. Llegó hasta constituirse y funcionar la
docta Corporación, como lo comprueba el Acta, levantada al
efecto, que, al modo del Area de la alianza, guardaba las
tablas d'e la nueva ley.
proteo
89
Mas la existencia de la entidad academia, mejor dicho
del feto académico, fué efímera, como tema necesariamente
le serlo la de un organismo venido a la vida a destiempo en
un medio indemente y sacado a fórceps, por las inexpertas
manos de varios comadrones que estaban lejos de rivalizar,
en pericia obstétrica, con Dupuytren.
Cuando para realizar la idea, se solicito la cooperación
intelectual de las primeras personalidades del país todas
aplaudieron, verbalmente, las excelencias de la iniciativa; In
dis prometieron, verbalmente, arrimar su «grano de arena»
al magno provecto; todas tuvieran, es natural que fuera ver
balmente, frases de encomio para el feliz pensamiento y ex
presiones de aliento para los esforzados paladines del ideal,
^ de ahí no pasó la cosa: todo se redujo a pirotecnia
A pesar de la desilusión sufrida, los iniciadores, si bien
desistieron de la creación académica, no tejaron ei * ^ *
pósitos de grabar sus nombres en d Templo de la fama y de
continuar sus tratos-a veces, era trata-con las Mar
tes v sábados, congregábanse em la biblioteca de a •
citada, y en las reuniones, siempre plenanas, se ^n traba
jos ajenos, se recitaban versos de cosecha propia, se comen
taban obras, se juzgaba a los autores (a los nativos, i
general, se les ejecutaba), se traducía a los latinos y_ - '
franceses, se echaba pestes de las excentricidades t . ’
se construían deslumbrantes castillos en el aire y la
ción y d ensueño, lanzados a todo escape, bordaban, en
hilos sutiles de la ilusión, la tela con que cada uno teje su.
fantasías.
Cuando hoy reconstruyo aquellas escenas, me parece va
a la eterna Quimera, posada -sobre un busto de ronce
Démostenos, que adornaba un ángulo de la sa a. asís n
tualmente a nuestras citas, sonreimos y envolvemos m
rayos abrasadores de su mirada.
90
PROTEO
Hasta hace pocos años, en mi archivo se hallaban origi
nales de Rodó, PueyOj Bayley y Carlos sobre traducciones de
Horacio, Boileau, Hugo y Leopardi. Con motivo de la muerte
del autor de «Ariel», busqué con ahinco los manuscritos, y mi
busca fué infructuosa. Probablemente, en la quema anual de
papeles, en que oficio de inquisidor, han ido a la pira, sin
quererlo, aquellos trozos de una juventud palpitante de inten
so y desinteresado amor al arte. Constituían, en lo que se
refiere a Rodó, una modalidad espiritual de su iniciación
literaria, completamente desconocida y valiosa como elemento
de reconstrucción psicológica.
Con los papeles perdidos, como con los papóles incinera
dos, se avientan para siempre, al par que las cenizas de mu
chas de las ilusiones ajenas, cenizas de las ilusiones propias.
Como las reuniones se prolongaban basta horas muy
avanzadas de la moche, y los estómagos y las fuerzas se resen
tían de tanto paliquear y discutir, veíase ail grupo en masa
salir a la calle, recorrer la ciudad en todas direcciones, con
trovirtiendo y perorando siempre, entrar a la primera pana
dería jqiue etacontrase abierta, y de ella salir cada uno de los
árcades provisto de uno o varios panes bien humeantes, y,
entre un comentario al Quijote o el estallido súbito de una
estrofa improvisada, oirse el mordizco al pan apetitoso. Así
proseguía la trasnochadora caravana la especulación inte
lectual.
Las voces de los incansables discutidores hallaban su caja
de resonancia en las paredes de las viviendas de la ciudad
•dormida, y más de un pacífico padre de familia, al sentir
turbado su tranquilo sueño por aquel tronar de voces a des
hora, y temeroso, quizás, por la suerte futura de sus niñas
casaderas, habrá condenado in mente la corrupción de la
juventud, entregada a todos los excesos del más desenfrena
do vicio.
En vista de que el proyecto de la Academia no había
PROTEO
91
prosperado, Rodó, Bayley y la pareja fraternal mostraran,se
decididos a publicar una revista de índole literaria, que diera
idea, ante propios y extraños, dd empuje y valia de «los nue
vos». La generación de 1870 había tenido su Bandera Radi
cal. Los jóvenes de 1880, sus Anales del Ateneo, j Por que la
veneración de 1890—«la noveeentista»—no había de tener
también su representante en el periodismo, el portavoz de
sus aspiraciones literarias y científicas?
Pero el proyecto encontraba su más recalcitrante oposi
tor en Pueyo, quien lo combatía, recurriendo a todos los
recursos de su-labia persuasiva, de su copiosa verba andaluza.
Consideraba que la empresa estaba condenada al mas lamen
table fracaso, no por falta de enjundia y galladura de quie
nes perseguían el fin de realizarla, sino por la indiferencia
■o sordidez del público. Sólo cuando Pueyo se alejó definitiva
mente de nuestro país, fué cuando los que habían sido sus
camaradas resolvieron dar cima al pensamiento.
Tal fué el origen de la que se llamó Revista Nacional de
Literatura y Ciencias Sociales.
¿Cuál fué la causa de no figurar Bayley en el teitralogo
de sus redactores?
Porque él, por una de esas viarazas y genialidades que
Te eran características, se negó obstinadamente a ser o. re
fería actuar de afuera a hacerlo de adentro. Quena juzgar,
■ libre de toda camaradería, las producciones de sus campane
ros, y agregaba, modestamente, que no se sentía capaz ( e
desafiar las iras de la crítica.
Descartados Pueyo y»Bayley, ¿a quién dirigirse?, ¿con
quién compartir éxitos y responsabilidades?
La opinión del terceto se dividió: mientras Rodo y
los creyeron conveniente solicitar la cooperación -de Benjamín
Fernández y Medina,—e¡n la actualidad Ministro de a «-ou
plica en España, y, entonces, autor de tres o cuatro tomos t e
versos y cuentos—, Daniel Martínez Vi gil creía que oí com
92
PROTEO
pañero insustituible debía ser el doctor Víctor Pérez Petit r
joven escritor cuya crítica, libre de prejuicios, a la manera
de la del Clarín del «.... Sermón perdido», había atraído
sobre su persona la atención del público lector y la mala vo
luntad dei los criticados.
La mayoría, pues, resolvió entrevistarse con Fernández
y Medina, explicarle la idea y recabar su consentimiento para
que sú nombre figurase como corredactor de la publicación
ein ciernes.
La entrevista se verificó, y el entrevistado se mostró, en
principio, favorable a la iniciativa, pero pidió un plazo de
varios días para contestar definitivamente. Una semana des
pués, Roció recibía da Fernández y Medina la respuesta en
forma de esquela. Por ella declinaba el halagador ofreci
miento.
Mis compañeros sostuvieron siempre que en la decisión
de Fernández y Medina habían intervenido factores de índole-
religiosa, pues era dable imaginar que el caso de las manzanas
del apólogo se repitiese, teniendo por protagonistas a cuatro-
jóvenes, tres de los cuales podían ser las manzanas enmoheci
das del descreimiento, que ámenazasen, con su contacto, la
sanidad de la buena manzana de la creencia.
¿Qué fué de aquellos jóvenes aquejados del más noble
de los añílelos?
De Eduardo Pueyo nada sé, desde hace veinte años. Pasó
a la capital vecina; ingresó en el diarismo; tradujo novelas,
entre ellas una de Paul Bourget que le valió una hermosísima
carta del último rapsoda ¡ he nombrado a Guido y Spano. El
tiempo ha transcurrido,, y, con él, el silencio.
En cuanto a Rodó, no hay por qué repetir lo que el mun
do entero sabe. Su trayectoria literaria fué, durante dos dé
cadas, la trayectoria de un astro rumbo al cénit. Rodó surgió
y radió. Su misma caída en la muerte, allá, en tierras amadas
PROTEO
93
secularmente por el arte y la belleza, fué la. de un sol en plena
apoteosis de rayos fulgentes y resplandores vivísimos.
B ay ley ejerció el profesorado en Buenos Aires, escribió
anónimamente en diarios y revistas, y un golpe traidor de
la implacable guadañera lo postró en lo mejor de la juventud,
como a un hijo amado de los dioses.
El mayor elogio que de Víctor Perca Petit puede hacer
se, es decir que es el hombre-orquesta de nuestra literatura,
pues es sabido que lia tocado, durante años, el violón del pe
riodismo, ha preludiado toques de flauta en el pífano punida
de la lírica, ha manejado diestramente el bombo de la crítica,
ha hecho sonar el clarinete de la oratoria y lia. ejecutado, con
el aplauso popular, sinfonías dramáticas.
En cuanto a Carlos Martínez Vigü, estuvo cargando so
bre sus anchas espaldas el Atlas del artículo editorial cotidia
no, en un período de cuatro lustros, y, al ptosente, casi
alejado del campo de las letras, cultiva el campo más pro icuo
del ejercicio de su carrera. __
Y por lo que se refiere al mayor de los Martínez Vigi ,
si alguien se interesa por él, sépase que, desvanecido el celaje
de sus ilusiones literarias, se sienta, alguna que olía vez,
frente al mismo busto de Démostenos que presidía los cón
claves juveniles, y en él ya no vislumbra la imagen de la
eterna .Quimera que antaño, al sonreirle, lo envolvía en os
rayos abrasadores de sus miradas.
Daniel MARTINEZ VIGIE.
»
94
PROTEO
Con Tancrédulo
Diálogos (le oportunidad
—Pero...
—No hay pero que valga... Eso pertenece a los domi
nios de la patología social y tiene nombre específico.
—Muy bien ;pero...
—¡ Caracoles!... Esconde ese dichoso pero que aquí no
encaja. Nada tienen que ver los derrames de baba amarga
con esa doctrina que pretendes sentar a toda fuerza. ; Silen
cio!... que a'nda otro pero jugueteando entra esos labios...
Déjame unos minutos en el uso de la palabra; después has de
decirme quién de los dos dice verdad y tiene razón.
—Bien... habla que te escucho.
—¡Bravo! Sensato eres, en medio de todo. ¿No te pare
ce, Tancrédulo, que ya fastidia la reverenda bonhomía que
orna tu personalidad?... Mira tú que creer, como un papa
natas con privilegio de no pareeerlo, en la sanidad de lo que
vomitan esos Aristarcos al amparo de una insignia que no
cubre -del todo la mercancía, y en un tonillo de pontífices de
feria franca!... Vamos, hombre, que no se diga!...
—-Sin embargo, eónstame que les temen...
* Alfredo Vairzi es un escritor «ratono, pulcro, castizo, satírico...
Su libro «Jeroglíficos* (prologado por el señor Raúl Montero Bus-
tamante) escrito en buen estilo personal, matizado con observacio
nes dignas del espíritu un tanto ironista como^exquisito de ir. A.1-
varo Diez; sus comedias inspiradas en las regías más severas del
arte escénico, han revolado en él doitcs encomiados de dramaturgo y
de 'literato.
Actualmente el señor Alfredo Varzi es director de la Oficina de
Canje internacional de Publicaciones (anexa ai iMinisterio de Rela
ciones Bxteriore»), profesor de .Idio tria Castellano en la Univer
sidad y desempeña las funciones de Bibliotecario en la Sociedad
Uruguaya de Autores.
PROTEO
95
No digo lo contrario... Los zonzos abundan.. . Medro
sos hay que se asustan de un tigre de talabartería o de una
tormenta en alta mar pintada por De Martín© .. Bendito
sea el dios de los caídos de la cuna! Tanta hectárea impro
ductiva que registra el mapa de nuestros campos y tanto bra
zo inútil en cuerpos que terminan, por la parte de arriba, en
una caja de impotencias y de cinismos con forma de testa
humana... ¿entiendes lo que digo, Tancrédulo?
—Como no... pero...
¡Alto 1 ... ¿Otra vez con la sonata?... Si persistes en
arrimar sofismas a tu peregrina idea de llamar «críticos» a
esos distribuidores de audacias a tanto el hundimiento catas
trófico (material de utilería) retiróte mi amistad y mi con
sejo, que tantísima falta te hacen, trágalotodo.
—Lo que te digo iete (que ya no quiero creer &a nada, de
aquí en adelante... Pura mentira, puro carnaval... ¿Quien
no iba a caer con esos .cómicos consumados, profesores de. en
gaño?... Ese de que hablábamos, por ejemplo, que blasfema
de todos los que. cayeron en la- estúpida inocencia de no co
mulgar con sus hostias...
— ...0 con sus píldoras antibiliares... A esos gasta-
plumas con título y extraordinarios habría que con,finarlos
en la Jauja de glorias fallidas con que sueñan y por la que
tanto suspiran cuando se dedican al nosce te ipsuni, contem
piándose por bajo el disfraz, en el único cuarto de hora t -
franqueza que los dignifica.
—Psicólogo eres, y de yapa fastidioso para esos que e
van .su teatro a cuestas...
—Niego... Hacer"a esos individuos dignos del estudio
psicológico sería darles un mérito quemo tienen. No, lanero
dulo... Esos calamares mistificados que se conservan en su
tinta,—es decir', en la tinta que les facilitan los patrones—,
no van a estómagos de sibaritas escarmentados, como el mío,
pongo por caso, .sino a buches hospitalarios de la categoría
96
PROTEO
del tuyo, que parece un asilo 'nocturno 'del Ejército de Sal
vación.
—Exageras el símil, maestro...
Eres beatífico, Tancrédulo... Dios lia de hacerte santo,
si los contemporáneos de tu ilustre unidad no se adelantan a
canonizarte...
No... nada de eso; nunca como ahora... Siento que
voy a ir perdiendo, pasito a paso, eso que tú rebautizas “tra-
galotodismo”, curioso terminito que, entre paréntesis, no me
suena muy bien que digamos. Pero no importa. Lo acepto por
que de tí viene, que pareces llamado a la piadosa tarea de no
dejar que las máscaras abusen de la magnanimidad dél Calen
dario ni que las cabriolas de los mamarrachos atraviesen las
fronteras que el almanaque les asigna... ¡oh, Maestro!...
.¡Caramba!... Con el abultado elogio me dejas entre
ver la veracidad de unos propósitos de enmienda... Mis pa
rabienes, Tan-crédulo... / Sempre avanti! Continua rogando
por el advenimiento de Júpiter castigador de cínicos y de
audaces onsuciacuartillas; y sobré todo—¡por favor! cuan
do conmigo departas, no vuelvas a caer en la descomunal on-
tera de conceder, con prodigalidad y desprendimiento ri
dículos al cuadrado, ese título de honor que hizo grandes a
Francisco Sarcey y a Marco Praga-entre nosotros al inol
vidado Samuel Blixen—sabiendo que en nuestra urbe tan
fecunda en improvisaciones de toda laya,, y en la 'que ílorecen
(flores de papel), tantos «críticos», no encuentras quizas, un
quinteto capaz de merecerlo... jTengo razón, Tañer Mulo .
.—Dices una verdad indiscutible.
—Entonces, pongamos las cuatro letras sacramentales de
los teoi’emas resueltos... L. Q- Q- D... Y P or ^°.Y as ‘ a '
Fr. ALVARO DIEZ.
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