VIDA MONTEVIDEANA
—Sí, sí. Díme quien és.
. "-Pues es ese joven moreno que está á la
. izquierda, debajo del cuadro de Meissonier.
Wo mires, porque te está mirando.
No es el único. Los demás hacen .lo
mismo.
—Ya no mira. Ahora se acerca tu padre
¡Ya está hablando con él!
—No me parece mal. La boca grande.
—No estoy conformecontigo.
—Sí, mamá. Pero el conjunto no me de
sagrada.
—¡Y si tú supieras! Es muy rico y perte
nece á Una gran familia aristocrática"
-A quién és en definitiva!-
-El conde de Marlelle-Simieuse. Np mi
res, porque vuelve á dirigirnos la vista. Si,
,ji a e3 un Martelle— Simieuse, y los
Martelle-Simieuse son primos de los Lan-
dry Simieuse y de los Martelle Jonzac.
Los músicos empezaron á tocar una pieza
de Mozart y pusieron un dique al torrente de
elocuencia de mamá. Volvimos á sentarnos
y me puse á meditar muy seriamente.
— i Condesa de Martelle-Simieuse!—pensé.
¡Mí sueño dorado! ¡Dos nombres! Preferiría
ser duquesa, como es natural. Pero, ¡hay
tan pocos duques, duques de verdad, duques
indiscutibles ! ¡ Creo que no son más que
veintidós! Por lo tanto, es una quimera el
pensar en ser duquesa'. Me. conformo, pues,
con ser condesa !
¡ Condesa de Martelle -SimieUse !
Losapellidosson muy sonoros ybrillantes.
Yo me los repetía á mí misma, sin hacer
caso alguno del cuarteto de Mozart.
¿Era música de Mozart la que ¿tocaban
aquellos profesores? Nodo sé á punjo fijo.
Lo único que puedo asegurar es que
aquellos instrumentos me tocaban una
deliciosa canción con el siguiente estribillo :
¡La. señora condesa de Marlalk Simieuse
L. HALEVY.
AMOR Y HUMO
( Conclusión)
la escena pasaba en pleno mes de Enero—
abrió los cristales para establecer una cor
riente de aire que disipara las emanaciones
y el humo del tabaco, . pero esa corriente
produjo un efecto inesperado: de la brasa del
cigarrillo se desprendieron algunos átomos
en combustión y uno de ellos fué á acariciar
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La Gruta clel Palacio en el Departamento de Flores — (De Fotografía
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en la primera página de este cuaderno las
siguientes palabras:
\a he dado calabazas á cinco novios. Esta
noche le toca el turno al sexto candidato,
eberá este el hombre destinado al fin á ser
mi humilde y obediente señor y dueño?
En tal casó, que se prepare á sufrir el más
severo y minucioso exámen.
Ni soy yo como mamá, ni estoy dispuesta
a perder la cabeza.
26 de noviembre, d las cuatro de la tarde.
No me habia equivocado. Se trataba, en
efecto del sexto pretendiente: Pero proce-
damos con orden y consignemos detallada
mente lo ocurrido ayer.
Después de comer, subimos mamá y vo
á vestirnos. Estuve mucho tiempo en el
tocador y bajé al cabo de hora v media
Al acercarme á la sala de confianza oí á
mi padre que le decía á mamá:
—-Crees que es preciso?
—Absolutamente indispensable. No pode
mos renunciará tu presencia.
La tentación era múv grande Me detuve
y me puse á escuchar.
¿por qué.'--repuso papá.—Conozco
á ese joven, á quien he visto varias veces
< en el Club. Una. noche jugué con él al Wist
. Por cierto, que no juega mal. Ayer vió á
Irene a caballo y la encontró admirable. Y
no tengo que intervenir en esos prelimina
res. Contigo y con Irene basta y sobra.
—Sin embargo, conviene que nos acom
pañes.
—Bueno, iré con vosotras.
„ No oí nada más. Esperaba el nombre del
candidato y no lo pronunciaron mis padres.
Como me palpitaba con violencia el cora
zón, me vi precisada á permanecer en mi
, snio dos ó tres minutos. Ya que nada que-
riandecir, debía hacerme la desentendida.
No obstante, sabia algo, y algo muy im
portante. Pertenecía al jockey, que era lo
principal.
Partimos los tres en el landeau\ papá triste,
abatido y silencioso; mamá muy excitada,
y yo impasible, al parecer; pero dominada
por la más extraordinaria curiosidad. ¿Por
qué aquel misterio?
A las diez y media llegamos á casa de los
Mercerey, ¡Pobre papá! Se celebraba alli
una velada musical, cosa muy contraria á
sus gustos y aficiones. ¡Un cuarteto clásico!
¡Figúrense ustedes!...
La concurrencia era escasa; unas veinte
personas á lo sumo.
Es difícil organizar á'principios de No
viembre algo que valga la pena.. May tan
poca gente en París!
Al llegar, tocaban elandante de una so
nata y esto ,nós permitió entrar, como quien
dice, á la sordina. Me senté en un rincón
de la sala y desde allí examiné rápidamen
te el campo de batalla.
Por todas partes no se veía más que gente
vieja. ¡Nada para mi! Peto en el ángulo
opuesto se hallaban cuatro jóvenes, inédi
tos los cuatro. ¡ Allí estaba el enemigo! Sí,
¿pero cuál de ellas era? Será sin duda—dije
para mis adentros—el que me mire con ma
yor insistencia.Bajé modestamente los ojos
y tomé la actitud de una pobre niña que se
entrega por completo á los severos regocijos
que produce una sonata de Haydin.
Levanté de pronto la cabeza y dirigí la mi
rada al sitio donde estaban los cuatro
jóvenes. Pero me vi obligada á bajarla,
porque noté que los cuatro me.miraban con
evidente y abrumadora curiosidad.
Creí, sin embargo, que era digna de se
mejante atención. Yo estaba muy hermosa y
muy elegante.
Ha terminado el cuarteto. No puedo más.
La curiosidad me devoraba de tal modo, que
llamé aparte á mamá y le dije:
—Por Dios, mamá, hazme el favor de en
señármelo.
—¿Pero has adivinado, acaso?...
el velo que llevaba sobre su rostro la viajfe-
ra. Esta se aprovechó de la circunstancia
para lanzar una docena de chillidos estri
dentes.
--tSeñor mió, exclamó furioso su marido,,
dirigiéndose al fumador—si Vd: tiene el de‘-
recho de fumar no tiene el de abrasar á los
demás viajeros.
—Siento este pequeño percanse—repuso
el marsellés—pero la culpa es de ustedes que
han abierto las ventanillas.
—La culpa es toda de usted, so indecente.
—A ver... repita usted eso...
— ¡Sí!... ¡un indecente!
' El negociante no.contestó, pero los cinco
dedos de su mano, derecha, disparados cop
una velocidad inicial difícil de = calcular,
hicieron blanco en la mejilla de su ofensor,
el cual trató valerosamente de impugnar ese
argumento cón otro idéntico, pero su con
tradictor le aplicó entonces su irrefutable
silogismo en forma de puño cerrado,, que le
dejó momentáneamente sin palabra. Pero no'
asi á la clama, quien echándose á gritar con
todos sus pulmones y con voces de ¡asesino!
logró llamar la atención de otros viajeros
acomodados en un compartimento vecino;
los cuales tocaron el timbre de alambre é
hicieron parar el tren.
. El jefe de éste pusp paz á la contienda é
hizo colocar á los combatientes en distin
tos vagones. El viaje prosiguió'sin otra no
vedad y el comerciante de.Marsella trató de
olvidar ese desagradable episodio dedicando
todos sus pensamientos á la linda viudita
que le esperaba en Buró' -vs,
Llegóel tren á la estación y e] viajero vió
con sorpresa, con dulcísima sorpresa, que su
novia se encontraba en el andén
—¡Angel mío! ¡cómo has podido adivinar
que yo llegaba y que habia adelantado mí
viaje de tres dias?
—¡Oh!—replicó ella sonriendo—estoy, yo
tan asombrada de verte llegar cómo tú de
verme aqui.
—Espero á papá y á mamá que también
han adelantado su viaje y me telegrafiaron
ayer que llegarían en este tren. Supongo
que habréis hecho el viaje juntos, ppro como
no os conocéis aún... ¡Ah! mírajos... ahi
vienen.
El negociante se volvió, vió á urja pareja
que abrazaban á su novia y quedó petrifica
do: sus presuntos futuros suegros /eran los
dos cascarrabias del vagón de fumadores.
El mitrímonio no se llevó á cabjo.
Juan /Buscón.
■ [_
Establecimiento grafico á vap.or. Convención 82