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5.1891=Nr. 227(12.Sept.) (18910005227)

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Bibliographic data

fullscreen: 5.1891=Nr. 227(12.Sept.) (18910005227)

Periodical

Persistent identifier:
818872756
Title:
El Perú ilustrado
Structure type:
Periodical
PURL:
http://resolver.iai.spk-berlin.de/IAI000054E900000000

Volume

Persistent identifier:
820495603
Title:
5.1891=Nr. 227(12.Sept.)
Structure type:
Volume
PURL:
http://resolver.iai.spk-berlin.de/IAI000054E900A70000

Section

Title:
La volantina.
Creator:
Madrid, César de Wikipedia
Structure type:
Section

Contents

Table of contents

  • El Perú ilustrado
  • 5.1891=Nr. 227(12.Sept.) (18910005227)
  • Title page
  • [Retrato de] Doctor José María Romero
  • Sumario
  • Crónica general
  • Nuestros grabados
  • La durra.
  • [Retrato de] Una limeña.
  • Sonetos
  • La fuerza del destino.
  • Los dos pañuelos.
  • La volantina.
  • Isabel.
  • La golondrina.
  • Pobre Zelmira!........
  • El portal del fotógrafo.
  • Último sueño.
  • Íntima.
  • La lucha por la vida. (Continuación.)
  • Retazos
  • [Vista de] Abancay - El puente del Consuelo.
  • Vista general del Callao.
  • Agricultura
  • Comunicados
  • La durra.
  • Arequipa - Vista de la estación del ferrocarril.
  • Colour checker

Full text

EL PERU ILUSTRA DO 
Jesos furtivos de labios un tanto 'mporta; dame el tuyo ahora, dá- 
ríos. El soplo aquel penetraba por melo en seguida... 
donde quiera. y la Condes: estre-, —De buena gana; ¡pero qué me 
mecíase agradablemente de pies áidará usted por él? 
cabeza, gracias á la tenue brisa| —hLo que quieras. 
que le cosquillvaba por todo el | Dinero? 
suerpo. Aspiraba el aire de la ma- —Dinero, pide el que te parezca 
ñaña; ofrecíase al viento con pla-|y ven á la quinta por él. 
cer sin igual; sonreía, reía ....3de ——No quiero dinero. 
improviso estorudó. —Pues ¿qué quieres? ¡Date prisa, 
Aquello era »tra. cosa; s: puso por Dios? . 
muy seria; era mdudable se había ——Quiero, á cambio de este pa- 
constipado. ¡Constiparse! .5e le' fuelo, tuno de usted. 
pondría colorada la punta de la na- —Bien, bien; mi doncella te lo 
riz. ¡Qué horror! ¡Bien en.pleado le traerá. 
estaba! ¡Quién le mandaba s:lir —Aquí estoy todo el día. 
por el campo ¿ aquellas horas y -Dame. 
no estarse mu quietecita e1 la — —Tome usted. 
cama!.... —¡Por fin! —Lo cogió anhelante 
- Lo peor del e: so era que emp 2zó y hundióal momento en aquel cua- 
4 notur un cos: uilleo molesto por lro de algodón su naricita sonrosa- 
demás en las fo as nasaes; llv: la, produciendo un ruido semejan- 
la mano al bols: lo. buscando el pa e al zumbido de una abeja que se 
huelo. ¡Otra de: -zracia! Con la »ri- posa sobre un tallo. 
sa de salir se le rabía olvidado -... — Satisfecho así el apremiante afán 
.Qué iba á hace! NN. le la Condesa, ésta regresó á la 
El picor era e da vez más vi 3... quinta sin que el amago de resfria- 
80 había que p: 18ar en correr : sk do pasara del susto. No olvidó, 
cuarto á provee so de la fina batis- sin embargo, su promesa, Ja del 
aque necesital 1 porque había c0- sañuelo. Le daba en que pens: 
rrido saxto. que debía de esti á sin embargo, la idea de quen 
media, hora lo n eos de laqui1 2. — mísero campesino hubiera preferi- 
Seg ía la pic: zón; se hacía 1 £0- lo tan insignificante objeto á ua 
portable ... Pe1só por un roy ET >uena cantidad de metálico. in 
o en apelar á le senaguas 0 le ca- Jjuda lo querría para regalárselo á 
misa....Pero, - 7, 81 por acasc 14 ana muchacha de la aldea. 
veía cualquiera: Era cosa de mcrir- — Como quiera que fuese, la donce- 
se de vergúenz: por todos sroncejr la Valentina llevó á la choza del 
hos... Cogió une hoja y quiso - sosque un precioso pañuelo de ba- 
plearla como p: juelo pero, la loja ¡ista y encajes, con la cifra y la 
se le quebró e. tre los dedos :.pe- sorona de su dueña. la cual no 
aas la apretó; ay eló á una flor, ero rolvió á acordarse del episodio de 
al aplicarla á la nariz, De hizo sino 1 paseo matinal. 
aumentar e] hc "rible bicor de an-— Pero una tarde al oscurecer, pa- 
tes... , , seando también por el bosque, mas 
¡Qué hacer, E os mío, qué hacer! | no sola, sino del brazo desu aman- 
Llegó á decid "se resunitamento | te, distinguió un tenue resplandor 
por e procedin iento innobie y su- | entre las ramas. Acercóse, movida 
cio de las muje! *5 salvajes ó de la” nor la curiosidad, y se encontró en 
baja plebe, á en »lear la ¡yropiajma la choza, á través de cuya puerta 
no como moque 0... antreabierta vió al pobre mucha- 
En esto notó «11 leva ruido; vol- cho sentado en el suelo, inclinado 
vióse y reparó c 1 11 muchacho fia- hacia delante y oprimiendo entre 
20, de mal colo y harap.erto, que as manos UNA COSA blanca y lige- 
EIA de y ra choza se dispo- r1 que besaba una veces y con la 
nía Á sonarse ce 1 Uh gTaD pañuelo ue, en otras, se enjugaba los ojos 
de algodón. lim io y doiado toda- wenchidos de lágrimas. 
vía. Al ruido de los pasos se estreme- 
—¡Muchacho: ¡muchacho! gritó ció. alzó la cabeza, se puso eh pie, 
Valentina. Ag ura. el ¡nñuelo acultó rápidamente el pañuelo ba: 
dámelo, vénder elo... lo y quie- jo la blusa y sobre la carne: apagó 
ras, pero venga ei seguia la luz, salió de la choza - silencio, 
- El jovencillo »evato la cabeza; somo si nadie hubiera delante, y se 
2n cuyo semblante se pintaba la perdió en el fondo del bosque que 
soledad y la tristeza, Y dijo con oarecía mas triste y negro que 
voz lenta: - NUNCA... , 
—La conozco á usted muy bien; CÁTULO MENDES. 
usted es la señora dela quinta, que 
está allá, detrás del bosque... . Mu- 
chas veces pasa usted por aquí cer- 
ca, á caballo, con varios señores ..... 
Y 9 me escondo para que 10 me tro- 
piecen; pero me quedo mirándola á 
usted, ¡que es tin bonita! ... ¿Por 
qué e pedido usted un pañue- 
lo? ¿No tiene usted pañuslos sien- 
do tan Tica? 
_ar +enco MIChos, pero eso ho 
Hace muchos años, cierta noche 
lel mes de Noviembre estaba yo 
a el circo de Jané, sentado en un 
palco que ocupaban algunas cono- 
sidas inías, entre las cuales ha- 
ya na que Me coqueteaba para 
4175 
peje a 
darle celos á un primito suyo, ca- 
dete de no se qué cuerpo, 
Iban á hacer uno de los ejerci- 
cios más expuestos: “la mujer 
que tiraba los puñales ».—deciían 
los programas. El tintineo de la 
campanilla que anunciaba siem- 
pre los comienzos, se escuchó en 
todo el circo y aparecieron en el 
redondel, cogidos de las manos, 
los artistas muy elegantes que sa- 
ludaron al público con una peque- 
ña genuflexión, al mismo tiempo 
que inclinaban sus enmarañadas 
cabezas semejantes á nidos de tór- 
tolas. 
Ambos vestían el traje de malla, 
egendario entre los volatines y 
sus petos eran iguales: azul desva- 
1ecido ligeramente, salpicado de 
»lateadas estrellas. La joven era 
-ubia como los centenes, bajita y 
le buenas formas á pesar de su 
rordura, el hombre parecía un en- 
“ermo con su rostro sumido, sus 
:abellos acarbonados y su cuerpo 
argo y enjuto. 
Los sirvientes del circo trajeron 
ma tabla sin pintar y la pararon 
>n un extremo del redondel; á re- 
gular distancia colocaron una me- 
sita sobre la cual había multitud 
le puñales y extendieron en la are- 
ha una alfombra desde la tabla á 
la mesa. La escena quedaba dis- 
puesta. Entonces los dos artistas 
se encaminaron bacia allí: el hom- 
bre colocóse contra la tabla, con 
os brazos abiertos en cruz, de 
“rente al público y la mujer de pie 
al lado de la mesita. Tomó aque- 
'la entre sus manos varios de los 
»uñales que ya se disponía á lan- 
zar para que fueran, al clavarse, 
dibujando en la tabla la figura del 
acróbata ........cuando éste la detu- 
ro con un movimiento nervioso. 
Estaba muy pálido, sus ojeras se 
1otaban demasiado, y sudaba á 
2horros. 
Todos quedamos en suspenso" 
El pobre hombre se fué derecho al 
¡mpresario, habló con él en voz ba- 
ja y se retiró. Después el empre- 
sario, dirigiéndose al público, dijo 
que el ejercicio no podía hacerse 
»orque aquel artista se hallaba en- 
fermo. Hubo un momento de in- 
lecisión. No faltaron tontos que 
sonaran algunos silbidos. Los sir- 
vrientes volvieron para arreglar 
»rasmaromas:y la mujer que había 
permanecido quieta, como petrifi- 
:ada, saludó queriendo sonreír con 
su boca contraída, y desapareció al 
través de una gruesa cortina roja. 
Las caras de los jóvenes en esa 
rápida escena tenían algo extraño 
que me impresionó mucho para 
que yo no creyese que había sido 
un ¿pretexto la enfermedad del 
acróbata. Asífuéqueá la salida 
me dirijí á Ja vieja portera, que 
hace veinte años tiene el mismó 
lestino y sabe todos los secretos 
de las compañías del circo. 
—:Qué cuenta el señorito? me
	        

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