Full text: 1.1923,Okt.=Nr. 1 (1923000100)

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HILDEBRJIMDO PIZZETTT 
Y EL D J O S UNICO 
L a última de las manifestaciones del espíritu en el tiempo es 
la música. Cuando Grecia había producido aPitágoras y a 
ludias, la música se despertaba apenas con los tocadores de 
flauta. Los fragmentos de los himnos de Dionisio y de Né 
mésis, y lo que hoy conocemos de la música trágica, nos su 
gieren el enorme contraste de las grandes palabras de Esquilo, 
jamás superadas y de la tímida línea melódica de sus coros. 
La Edad Media forma la música al mismo tiempo que la sen 
sibilidad recóndita del hombre. Ella es como la adolescencia 
de Europa. Epoca febril de crisis interiores y sueños impre 
cisos, en la que los nervios se templan al rojo blanco de las 
grandes pasiones. La dialéctica es la gimnasia que da a su 
cerebro la agilidad maravillosa que le infunde esa potencia 
creadora y esa elegancia de movimientos del siglo de Leonardo. 
Cuando el Renacimiento presencia la plenitud de la plástica y 
del drama, con Miguel Angel y Ticiano ; Shakespeare y Cervantes, 
Palestrina presiente recién con su Stabat Mater el futuro dra 
ma musical y los madrigales preparan tímidamente la separación 
que un siglo más tarde debía realizar la fuga, entre el arte 
vocal y el arte instrumental. En esta época el espíritu planea 
todos los caminos de la armonía, al mismo tiempo que el hom 
bre aclara su situación en el universo. Es este el instante en 
que el sistema nervioso, habiendo afinado a la perfección sus 
cuerdas: escultura, pintura y drama, se encuentra admirable-
	        
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