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Hector Ripa Alberdî
L o sabíamos estudioso, allá en la quietud de la ciudad somno-
lienta, tan propicia para el hilar pausado del cerebro, y fué
con doloroso sobresalto que supimos su muerte prematura.
Era Ripa Alberdi uno de los pocos valores positivos de nuestra
generación y valía acaso más por lo que recién comenzaba a hacer
que por lo que había hecho ya. Modernamente culto, ' enamorado
de la gracia helénica, su espíritu flexible y bueno buscaba con fer
vor de artista verdadero la mejor expresión de la belleza, y ha
biéndose libertado por su misma amplitud vivificadora de cánones
y escuelas, la admiraba en sus formas múltiples a través de todos
los tiempos.
Su viaje por América había agudizado su espíritu y al regre
sar su visión crítica venía acostumbrada a las distancias, limpia
de toda pequeñez impuesta por cercanos horizontes.
Su sensibilidad halló cauce natural en el verso, pero acaso sea
esta la parte de su obra que se resiente de cierta flojedad.
Valía mucho más Ripa por lo que había comenzado a hacer,
y es cierto.
Hombre joven, de talento y de cultura, no podía permanecer
ajeno a la vida. La desnaturalización de las funciones universitarias
halló en él un enérgico enemigo. La combatió con cálidos artículos
y más que nada con el ejemplo magnífico desde su puesto de la
Facultad de Humanidades.
Era Ripa Alberdi hombre de entusiasmo por todo aquello que
significara superación intelectual. Fué así como nos tendió ense
guida su mano fraterna y viril y pudimos contarlo desde la hora