Full text: 1.1923,Nov.=Nr. 2 (1923000200)

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gier, que el socialismo tiene en la evolución de la cultura occidental, 
como la tuvieron las formas similares en los otros ciclos culturales 
(indio-budismo; greco-romano, estoicismo), la significación de un 
síntoma de decadencia, debemos ver en las reacciones fascistas los úl 
timos espasmos de una vida que se extingue. Y es verdaderamente 
sugestivo que ese movimiento esporádico, florecido sobre un último 
resto de sanidad y vigor, tenga por cuna el Mediterráneo, que fuá 
cuna, precisamente, de la cultura Occidental hoy agonizante. La 
protesta alcanza, pues, el místico valor de un misterioso simbolis 
mo histórico, al localizarse bajo el cielo azul de Italia, en esas ciu 
dades evocadoras que han recogido la herencia del más puro hele 
nismo para trasmitirla, como una reliquia, a la Cultura Occidental. 
Mientras tanto, un orientalismo disolvente y asfixiante se nos cue 
la por Rusia, esa ventana abierta al Oriente. En medio de todo es 
te complexo enmarañado de acontecimientos y corrientes históri 
cas, la actitud de Ferri, que en el fondo es un mediterráneo, es 
decir, dos veces occidental, nos parece lógica y explicable. El hom 
bre, después de la dura experiencia post-guerra, después de asistir 
al fracaso del economismo, estrellado contra las fuerzas más hon 
das y eternas de la idealidad y la inconsciencia, ha escondido sus 
teorizaciones marxistas bajo siete llaves, y ha dado un saludo de 
bienvenida al fascismo y a su encarnación heroica, Mussolini. 
Pero Dios nos libre de incurrir en la fácil acusación de que 
nos adherimos al fascismo. Para nosotros, el fascismo es un aconte 
cimiento episódico, una simple reacción, que, como tal, no incorpo 
rará ningún valor positivo en la sociedad, y Mussolini un simple 
heroe ocasional nada eterno. El fascismo es un momento que ni 
siquiera merece ser superado, ya que carece de toda significación 
elemental y necesaria, y el nacionalismo d’annunziano en que se 
inspira no puede interesar sino a los literatos y a los patrio 
tas a lo Lugones. Pero no podemos negar que el fascismo contri 
buye a la liquidación definitiva de muchas formas de nuestra cul 
tura en decadencia, punto en el cual se da la mano con el comu 
nismo. De todas las mentiras solapadas y jesuíticas de nuestro tiem 
po, es sin duda alguna la falsa libexúad democrática una de las 
más peligrosas y despreciables. El fascismo, apolítico en el mejor
	        
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