Full text: 1.1923,Nov.=Nr. 2 (1923000200)

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igual. Somos dos ilusos y dos inadaptados.” El otro señor le con 
testa: “No es igual. Tu ideal es egoísta, el mío no.” Así pueden 
seguir dialogando indefinidamente. Para darle un poco de impor 
tancia a esta pavadita el señor Giusti habla de la dicha de todos y 
de la justicia De esta manera algún crítico avisado dirá que es 
un diálogo filosófico y otro hallará elevados conceptos sociales. Y 
el 10: el 10... ¡cómo me cuesta decir que no hay derecho a endil 
garle a una preciosa chica rubia, como es la hijita de Giusti, cuatro 
páginas de palabrería vacía y estúpida, de la más perfecta ram 
plonería sentimental ! 
“Juegas alrededor mío, cabecita rubia,, toda recogida en tu ilu 
sión, animando y embelleciendo cuanto miras con tus ojos claros, 
cuanto tocas con tus manos frágiles y mi corazón es como un vaso 
colmo.” 
Yo me animo a decir más sobre este ¿Recordarás?, porque las 
chicas rubias de ojos azules, son sagradas para mí. 
Bueno. Han quedado fuera de concurso cinco narraciones. Son 
las únicas pasables. La última Pinoquio y Piclnchín es la mejor. 
Koberto F. Giusti es un escritor de amplia y firme reputa 
ción. Este juicio sincero sobre su libro de cuentos no va a hacerla 
vacilar, lo sé. Pero me parece justo decir que fuera de sus ensa 
yos críticos: Nuestros poetas jóvenes y el Amiel, todo lo demás no 
vale nada. Su reputación responde pues, a lo relativo de nuestro 
ambiente. Con un poquito más de cultura, estas dos obras se per 
derían irremediablemente entre una producción de mediano valer. 
Los muñecos de Giusti son demasiado ingenuos, muy simples, 
muy fuera de la vida. La historia de sus muñequitas, excepto Pino 
quio, es la historia vulgar y romántica de las muñequitas de Josué 
Quesada, con la misma cursilería la misma falta de observación 
superior. Si Giusti ha querido ser realista — y parece haber sido esta 
su intención en La Infanticida y en Transplantada o en Las Qanas 
— yo opino que no ha sabido conseguirlo. La falta fundamental 
n oue se ha olvidado de que los actos y los acontecimientos depen 
dientes de estos, no se rigen por una psicología literaria a flor de 
piel, tan grata a Manuel Gálvez. El ser humano, complejo y absur 
do, es cruelmente lógico siempre para la verdadera psicología, aque-
	        
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